Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







domingo, 8 de mayo de 2011

BUTACA






EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS


-Fabyo Sorel-

Alicia es una niña curiosa y muy atrevida que corría tras un conejo que llevaba un reloj y cayó por un agujero hasta un mundo maravilloso en el que había un tipo con un sombrero (tal vez un día os cuente lo que ocurrió cuando el tipo se quitó el sombrero), además del primer hit de Enrique en solitario.

Un buen día estaba hablando con un colega de la nueva carrera que emprendía el artista maño tras la separación de los héroes. Antes mi hermano, que era heroinómano – a finales de los ochenta había uno en cada familia-, se había grabado el nuevo disco de Enrique en solitario en una tdk de noventa. Siempre rellenaba el hueco al final de la cara b con los mejores temas del disco, pero el hueco que dejaban los héroes en nuestros corazones no había manera de llenarlo. Mi hermano le dio dos escuchas y pasó del rollo. Yo lo escuché muy por encima y me pareció raro, y por qué no decirlo, malo. Sin embargo ahora el disco me parece cojonudo.

También me pasan cosas así con las películas. Puedo intuir si una película me va a gustar o no sólo con escuchar el título; si veo el cartel ya sé de qué va, y en la primera escena puedo calificar del uno al diez una peli (con decimales incluso) en una nota que posiblemente no variará más de tres décimas en una recalificación final a posteriori, salvo que se trate de un film de David Lynch. No sé qué me pasa con las películas. Sobre todo con las de este tío. Han visto ustedes una historia verdadera?. Se la recomiendo a cualquiera. Es una de las mejores pelis que he visto en los últimos quince años.

Conocí a un tío estupendo no hace mucho. Se llamaba Holden y me gustaba mucho su manera de pensar, de ver la vida. Era muy gracioso y nos entendíamos bien, salvo por una cosa, y es que Holden destestaba las pelis. Decía que las malditas películas son capaces de destrozarte la vida. Y puede que así sea. Puede que una cinta sea capaz de cambiar una vida y puede ser a mejor. Al menos durante un par de horas si la peli es buena.

Por ejemplo ayer después de comer viendo por cuarta o quinta vez esa perla cinematográfica que es Alta Fidelidad. Me río, aprendo, disfruto, me emociono con esta peli. La primera vez que vi ese final se me pusieron los pelos de punta pero estaba acompañado, y no hay que dar muestras de debilidad en estos casos, mucho menos de sensiblería. Ayer veía de nuevo la cinta, esta vez con mi pequeña que se fue a clase a mitad de la película, justo cuando ellos estaban a punto de reconciliarse, en el funeral del padre de ella, en el coche, cuando… ya sabéis cuando; entonces en la soledad de la sobremesa, al final del metraje, cuando el friki agarró el micrófono en la fiesta colofón me arrancó una sonrisa enorme y lloré como una Magdalena.

Desde aquí quiero felicitar a los papás de Natalie Portman por haber concebido en un coito afortunado una preciosidad tan fotogénica. Quiero dar las gracias a Francis Ford Coppola por los buenos ratos, y de paso felicitar también a Robert de Niro por esos mohines que pone. Mención especial para Jeff Bridges. Grandes¡¡

Por hacernos soñar frente a una enorme pantalla que ilumina nuestros escasos pensamientos.

Al final Bunbury levantó la cabeza cantándole a Alicia, cuyas aventuras narrara Lewis Carroll, del que pillé un volumen en inglés que alguien no me ha devuelto, lo cual tampoco importa mucho porque no entendía un carajo, y no sé cómo yo me vi junto a los coleguis en parejitas con unas enormes gafas, unas gafas feas y enormes, muy pesadas e incómodas, unas gafas terribles, con las que pude ver a un surrealista Johny Depp bailando la deliranza en el día gloricioso, saliéndose literalmente de la pantalla.










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