Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







martes, 3 de marzo de 2015

¿PODEMOS?

¿PODEMOS?

Llegados a este punto en el que ya todo el mundo parece tener una opinión formada acerca del partido de moda, me dispongo a poner por escrito todas las dudas que me suscita este nuevo movimiento que ha surgido en el panorama político español y que se hace llamar Podemos.

Podemos, primera persona del plural del verbo poder (presente de indicativo), supone un nosotros, un todos juntos. Evoca a Fuenteovejuna, todos a una; algo que suena utópico y literario pero está lejos de la realidad política actual de España en el que cada cual barre para casa. Parte de la idea de que el pueblo es uno y está siendo subyugado por una clase política, la casta, que lo oprime y lo exprime y ante la que se enfrenta. Yo discrepo ciertamente de esta idea. Considero que el pueblo es soberano pero también que es a menudo estúpido y casi siempre gregario. De hecho, entiendo que el discurso de podemos está orientado a engañarlo (efectivamente, se puede engañar a todo un pueblo. No sería la primera vez) prometiendo cosas que no pueden cumplir y disfrazándose de lo que no son, autoproclamándose como los defensores de los ciudadanos y los derechos sociales.

Esto a la izquierda se le da a las mil maravillas. Eso de erigirse en promotor y protector de los derechos y libertades fundamentales, llegando incluso a afirmar que ellos crearon la sanidad o la educación pública, olvidando siempre que un derecho no deja de ser una invención humana, una ficción, y que no basta con nombrarla para que exista, hay que darle contenido. Quiero decir que no basta con proclamar derechos a troche y moche, hay que costearlos. Verbigracia, si estamos decididos a luchar por los derechos de los discapacitados y las personas dependientes (lo cual es muy loable), no basta con promulgar una ley de dependencia (que en principio suena bien y cualquiera apoyaría) sino que hay que ponerse a hacer cuentas y calcular si el Estado va a poder asumir el coste que el reconocimiento de esos derechos supone y por cuánto tiempo, y esto a esos partidos de tan fina sensibilidad social ya no se les da tan bien. Ellos prefieren abanderar la causa y responsabilizar a la derecha del fracaso de dichas medidas cuando éstas resultan insostenibles.

Podemos sin embargo, también implica un esfuerzo, suena a arenga futbolística; si mal no recuerdo fue el lema de la selección española en aquella eurocopa y entonces se pudo, así que démosle una oportunidad, me digo.

Y sin embargo me pregunto, ¿realmente podemos? ¿qué es lo que podemos? ¿cuándo? ¿podemos acabar con los corruptos, con el fraude fiscal, con las puertas giratorias? ¿cómo? ¿no vendrán ya otros que se corrompan luego? ¿emergerá la economía sumergida como por arte de magia? ¿se abrirán otras puertas cuando se cierren esas? ¿tal vez en Venezuela? No sé, no sé, son preguntas que se me vienen a la cabeza. Ahora parece que a los dirigentes de los círculos les molesta que se les asocie con este régimen pero son ellos los que cantan sus bondades y el tonto de Maduro va diciendo por ahí que han ganado las elecciones en Grecia y ahora van a hacer lo propio en España. No sé porqué será.

También me pregunto por ejemplo cómo pretenden aumentar el gasto social y hacer políticas de esas que ahora llaman expansivas sin ahondar en el endeudamiento de un país que ya debe el 100% de lo que tiene y se me viene a la cabeza el Plan E y... (perdón si me da la risa) esos carteles sin obras repartidos por toda la geografía, esas aceras levantadas, esas plazuelas arregladitas... me hacían mucha gracia en plena agonía de la economía patria. Esas son las conocidas como políticas expansivas. Yo las llamo manirrotas o sencillamente socialistas. Son antiguas. Llevan mucho tiempo inventadas. Se trata de asumir que como hemos estado mucho tiempo gastando más de lo que teníamos y estamos endeudados hasta las trancas, vamos a seguir haciéndolo por lo pronto un poco más ahora que damos por hecho que no vamos a poder pagarlo y luego ya veremos, ya vamos improvisando cuando crezcamos al ritmo de un sistema comunista bien implantado.

Lo de auditar la deuda me suena bien, puede que sea una buena iniciativa, pero me pregunto cómo explicarle al que te va a dejar el dinero para que gobiernes que no piensas pagarle – todo o parte – de lo que le debes, o que ya le pagarás más tarde. Me pregunto entonces si tu prestamista rechaza seguir subvencionándote (lo cual por otra parte no es de extrañar) a quién se lo vas a pedir y sobre todo me preocupa qué le piensas dar a cambio.

En el caso de que Podemos formara gobierno y los capitales se asustasen y saliesen huyendo y la bolsa cayese y rompiésemos con el euro, en ese nefasto aunque posible supuesto en el que la maltrecha economía española de nuevo cayese en recesión y los ingresos fueran por largo tiempo inferiores a los gastos – como en estos tiempos áridos de gobierno de la casta – ¿podemos bajar los salarios y las pensiones? ¿podríamos recortar en Sanidad, en Educación, en prestaciones sociales o toda la diferencia la vamos a sacar de reducir el fraude y los coches oficiales?¿donarán sus sueldos los dirigentes de podemos para cubrir esos imprevistos?¿o tal vez su líder siguiendo el ejemplo del colega Rodriguez Zapatero convocará anticipadas y será el primero en abandonar el barco cuando éste se hunda culpando luego a la troika del naufragio y sus consecuencias?

Luego, reflexionando acerca de otra de las medidas estrella de Podemos, la renta básica, pienso... esto no es ninguna novedad, esto también lo han inventado los socialistas antes, en Andalucía se aplica desde hace décadas, le llaman el PER y aunque no es tan generosa, ha tenido unos efectos increíbles sobre la economía de esta bendita comunidad, muy beneficiosos sobre todo a la hora de garantizar unos niveles de paro, corrupción y clientelismo tan sólo al alcance de los referentes internacionales que Podemos sugiere. Luego poder podemos, la cuestión es si eso es lo que queremos.

Ellos dicen que no pactarán con la casta pero yo pienso que pactaran con quien haga falta haciendo una de estas coaliciones que tan buenos resultados da (veánse la Cataluña tripartita o la Andalucía de Susanita). De hecho, entiendo que el arte de la política (últimamente tan denostada) consiste principalmente en la capacidad de pactar y de llegar acuerdos – y cumplirlos a ser posible – con quien en principio estás en desacuerdo, más tratándose de una sociedad tan fragmentada, al menos ideológicamente, como la nuestra. Ellos dicen que no son de derechas ni de izquierdas pero cualquiera que sepa un poco de qué va la cosa los ubica a la izquierda de la izquierda porque su discurso apesta a populismo y a demagogia siniestra, con cierto tufillo pseudoanarquista. Ellos dicen que no mienten y a mi no me gusta que me mientan y menos que me tomen por gilipollas, eso ya lo hacen muy bien los partidos tradicionales, no vayamos en esa línea.

Se da por hecho que no se puede hacer peor pero lo cierto es que se puede hacer mucho peor porque desgraciadamente conocemos los manejos de distintos gobiernos mucho más corruptos y nefastos de los que hemos padecido aquí sin que eso sirva de justificante de los desfalcos que han hecho los nuestros. Creo que los principales partidos han cometido graves errores pero no que sean imperdonables, si bien es cierto que primero deberían entonar un sentido mea culpa y luego depurar responsabilidades. De hecho, mientras no haya un verdadero acto de contrición y un cambio de actitud real y manifiesto en los políticos y dentro de sus partidos seguirán perdiendo votos y haciéndole la campaña al de la coleta. Pero echo la vista atrás y hago balance de estos cuarenta últimos años de gobierno de la casta y pienso que algo habrán hecho bien esos tipos aunque el azote de la crisis haya arrasado con muchos de los logros al amparo de una Constitución, la de 1978, que ha sido la más conciliadora y fructífera de nuestra atropellada historia parlamentaria, a la que ahora éstos – acogidos a las libertades que ella garantiza – llaman cerrojo o ladrillo.

Me gustaría saber – pero no por encima, sino con pelos y detalles – qué preceptos constitucionales pretende Podemos reformar, qué contenido piensa darles y porqué motivo. Lo único coherente que hasta ahora he escuchado en ese sentido es a Pedro Sánchez decir que está dispuesto a reformar la forma de elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, imagino que para renunciar – o al menos limitar – la prerrogativa de los grupos parlamentarios de nombrar a los gobernantes de los jueces, reforma en la que yo incluiría a los miembros del Tribunal Constitucional y en la que dejaría participar a los ciudadanos pero sobre todo a los profesionales del gremio.

El melón del reparto territorial del poder no sé si nos conviene abrirlo por más que los catalanes se empeñen, a no ser que estemos dispuesto a comérnoslo (pero el melón es gordo). En este sentido (como en muchos otros) no estaría de más saber qué opinan en Podemos, si prefieren profundizar en la descentralización del Estado o convendría tal vez rescatar competencias y reforzar el poder central. En cuanto a cuestiones como si España es Monarquía o República Parlamentaria, si estado Autonómico o federado, los colores de la bandera o el himno de la patria, me parecen subnormalidades tales que no pienso entrar a comentarlas, pero considero que tampoco deberían mencionarlas estos nuevos adalides de la teoría política que mantienen que ya no vale la dicotomía izquierda-derecha para entenderla.

Se presupone que cualquier cambio será para bien (y ojalá que así sea) pero dudo mucho que esos muchachos tengan soluciones para los problemas que el gobierno de este país plantea; se dice que no tienen pasado político (salir borracho entonando la internacional en un show bochornoso y algún escrache que otro tampoco puede considerarse una gran trayectoria en la cosa pública) pero esa ausencia de pasado es también carencia de experiencia; yo nunca he llevado un país pero entiendo que debe ser una difícil tarea y no estaría de más que los aspirantes tuvieran algunas tablas, cierta veteranía, más teniendo en cuenta la complicada encrucijada en la que el país se encuentra.


Estas serias dudas (y algunas otras que me reservo) me plantea el panorama político y su nuevo protagonista que ya puede al menos presumir de haber captado la atención de todos – quien más quien menos le ha dedicado unas palabras, una reflexión, unas líneas – y ha revolucionado eso que ellos llaman el tablero. Van sobrados de teórica; ahora empieza el juego, a ver cómo se les da la práctica. Yo por mi parte – a pesar de estar apesadumbrado – no quisiera desilusionar a nadie. Por su puesto que quisiera que muchas cosas cambien, que las cosas que van mal mejoren, que se corrijan los errores, y si el pueblo o los pueblos de este país así lo deciden, abrazaré el cambio, si no ilusionado al menos sin reservas, pero por lo pronto y mientras llega esa hora permítanme tenerlas.

domingo, 1 de febrero de 2015

PROSOPOPEYAS: LA DEMAGOGIA

 LA DEMAGOGIA

La Demagogia es una aduladora, una zalamera. Es esa persona que de pronto se interesa por ti, y te hace sentir bien, te dedica su tiempo haciéndote sentir especial, tiene detalles contigo que nunca nadie tuvo antes, te habla en tu idioma, te entiende y te hace creer que realmente no mereces menos que eso porque tu eres grande, simplemente por ser como eres.

¿Quién no quiere ser querido? ¿A quién no le gusta sentirse importante? Ella lo sabe.
Sabe que una palabra amable le abrirá más puertas que cualquier llave maestra.
Sabe que a nadie le amarga un dulce y son muy pocos los que rechazan las alabanzas.

Por lo general, el ser humano tiene una alta concepción de sí mismo, y a menudo no encuentra en el resto de seres humanos – más pendientes a sus propias virtudes, más convencidos de sus valores que de los ajenos – esa misma idea elevada sobre la calidad y entidad de su persona. Se podría decir que somos, desde la más tierna infancia, seres necesitados de la aprobación de los otros, y podemos decir también sin temor a equivocarnos que son pocos los que logran alcanzar el éxito, son sólo unos cuantos escogidos los que consiguen la admiración y el aplauso del público, por lo que cabría afirmar que hombres y mujeres sufren un constante déficit de atención por parte de sus semejantes lo que deja el terreno abonado para que nuestra protagonista crezca, prospere y se reproduzca.

Ella no quiere tus halagos, no los necesita, no los quiere para nada pues acostumbrada como está a mentir para convencer sabe de sobra el escaso valor que tienen las adulaciones y puede descubrir un camelo a kilómetros. Por otro lado, tendrá todo el agasajo que sea necesario cuando consiga lo que en realidad busca, que no es otra cosa que ostentar todo el poder a tu costa.

Así pues, tenemos a miles de millones de seres humanos que anhelan el reconocimiento de los de su especie y a una experta en lisonjas que tiene esa palabra de ánimo que te reconforta, una mano cálida para darte esa palmadita en la espalda que necesitas y todo el tiempo que sea necesario para ganarse tu confianza y que lo dejes todo en sus manos.

Te prometerá el oro y el moro, te venderá la moto, pero no una moto cualquiera sino la moto de tus sueños, la que se adapta a tus necesidades, la moto que más corre y la que menos gasolina gasta, una moto que vuela si hace falta y que en vacaciones también es moto de agua. Una moto fantástica.

Cómpratela si quieres, yo paso de vehículos a motor de dos ruedas. Eso sí, si te decides por ella no me vengas luego con el cuento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, que añoras tu clásica Vespa, o lo que sería peor, que me dijeras que todas las motos son iguales, una mierda.


sábado, 31 de enero de 2015

WANTED


Se busca hombre contento.
Se ha estado buscando mucho tiempo.
Se ofrecen cinco mil dólares a quien lo entregue,
vivo o muerto.


viernes, 30 de enero de 2015

PROSOPOPEYAS: DEPRESIÓN

DEPRESIÓN

Si la felicidad es una zorra, la Depresión es la mayor hija de puta que conozco. La felicidad se hace de rogar, te putea pero de vez en cuando te hace pasar un buen rato. Pero la depresión no te da tregua, no tiene piedad ni compasión y si la dejas acabará contigo en cuanto tenga ocasión. Es un lobo con piel de cordero. Se presenta un día en tu casa y entra por la puerta que tú mismo le has abierto. Tiene una apariencia agradable y te preguntará que si tienes un momento. Ella sabe dar pena de modo que te convence para que la invites a pasar, te dice que no te molestará, que solo será un rato. Después insinuará que tiene hambre para que le ofrezcas tomar algo. Conoce tus puntos débiles; sabe bien que no serás tan cruel como para negarle un trago y un bocado. Así que se queda a comer ese día y después saca de la chistera esa película que tanto te gusta y pasáis un buen rato revisionándola sentados en el sofá. Eso le da pie para recordar historias pasadas, porque ella es la maestra de la melancolía, recuerda anécdotas, situaciones, nombres de personas que ya ni recuerdas, ciertos lugares, ciertos autores; habláis de filosofía, y de música y de todo aquello que te gusta, y así se va haciendo un hueco en tus tardes. Cuando cae la noche se hace la víctima y menciona el frío de la calle y que no tiene a donde ir ni tiene a nadie más que a ti. Te dice que a ella le basta el sofá y que sólo serán unos días y te hace sentir culpable. Te escucha discutir con tu pareja a propósito de su situación y le encanta que salgas en su defensa y detesta a tu novia porque sabe que a ella no le hace gracia su presencia. Pronto se interpondrá entre vosotros pero antes tiene que ganarte del todo, quiere que estés a gusto con ella, que te sientas cómodo. Utiliza todos tus deleites, todos tus placeres, que conoce al milímetro, para pasar mucho tiempo contigo, tiempo que le robas a tu trabajo, a tu pareja, a tí mismo y te abandonas al hedonismo por completo mientras ella va llenando tu cabeza de teorías absurdas, teorías que en sus labios suenan convincentes. Te habla del sentido de la vida para convencerte de que la vida no tiene sentido. Te alaga y te hace sentir que lo mucho que vales para que te abandones y acabes convencido de que no vales un duro. Te recuerda lo mal que lo pasaste en aquella situación y te consuela y después te hace notar que nadie estuvo entonces a tu lado y te lo crees y te ves solo, aunque no les necesitas – te dices – porque tu vales más que eso. Porque los demás no saben nada, los demás no han vivido lo que tú ni sufrido lo que tú ni pueden entender lo que te pasa. Los demás no tienen una amiga tan iluminada.

En una temporada se ha convertido en tu única amiga. Ahora los demás te parecen aburridos. Pasas de tu familia, te hacen sentir mal porque desmontan sus teorías que has aceptado como propias. No puedes convencer a tu madre de que nadie te quiere así que prefieres no hablarle. Pasas de los amigos de siempre porque no la tragan, dicen que desde que sales con ella estás muy diferente, pero tú piensas que son ellos los que han cambiado, ya no te aportan nada ni te resultan interesantes. Prefieres salir con la pandilla de tu nueva amiga. Esos sí que saben de qué va el rollo, la movida, saben vivir la vida. No tenéis discrepancias porque todos creéis las mismas teorías estúpidas a pies juntillas. Te sientes muy identificado con ellos cuando habláis de política y culpáis al sistema de todas vuestras miserias. A Dios sólo lo mencionáis cuando escupís alguna blasfemia; de religión no habláis porque eso es una mierda. La familia es un montón de cargas y culpas. La gente normal – toda aquella que no comulga con vuestros dogmas – es prescindible, triste, patética. Tan sólo os interesan los artistas transgresores, subversivos que se atreven a romper con lo establecido. Y os drogáis siempre que podéis sin importar la sustancia porque creéis en la decadencia sobre todas las cosas y el desorden de los sentidos. Ya estás en su tela de araña.

El monstruo se dirige hacia a tí con las fauces abiertas, dispuesto a devorarte, y tu desarmado y solo no sabes como defenderte. El lobo se ha despojado de la piel de cordero y te ha mostrado sus afilados dientes. Ahora recuerdas que hubo un tiempo en que creías que algo debía de haber y tenías cierta ideología más o menos coherente. Tenías una familia que no era ni mucho menos perfecta pero era entrañable, tenías un puñado de amigos ciertamente inteligentes. Y tenías una chica preciosa que a día de hoy probablemente ya duerma caliente. Ahora no tienes a nadie y dudo que un terapeuta y unos cuantos fármacos sean suficientes.




sábado, 17 de enero de 2015

EL CACA NO SE RINDE

CACA STRIKES AGAIN

El Caca va a volver a escribirse y mantenerse. Ruego a todos los editores, los que tengan algo que decir y los que no, que se pongan manos a la obra, hay mucha poesia por escribir y mucho relato que comentar.

Tras largas temporadas de proyectos personales, viajes a la India, y estancias prolongadas en centros de desintoxicacion, no queda otra que volver a la pluma, las hipotecas apremian y nuestros famelicos hijos nos piden que comer desde nuestro pensamiento de lo que pudo ser y no fue.

Con este comunicado queda oficialmente inaugurada la segunda Edad Dorada del Caca, que ironicamente llamaremos "Nunca segundas partes fueron buenas".

Larga vida al Caca!!!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

CONVERSACIONES LITERARIAS CON FABYO






- El mismo mar de todos los veranos -



Conocí a esta señora en "nostromo" - un magnífico programa sobre literatura que la segunda cadena de televisión española emitía las madrugadas de la temporada pasada y que yo seguía con gusto hasta que desapareció de la parrilla sin dejar rastro dejándome huérfano de gurú televisivo literario - y la señora debió causarme una honda impresión porque recordé su nombre escrito en un tomo expuesto junto a otros cientos de libros de variopintos colores con la suerte de que me decidí por el suyo tras largas deliberaciones y diatribas internas y no menos prolongados paseos recorriendo con los ojos los estantes de las tiendas, de modo que el verano pasado me vi leyendo el dichoso libro cuya lectura pospuse a propósito hasta el estío porque la portada, con vistas a la playa, y el mismo título del libro, el mismo mar de todos los veranos, invitaban a ello, y me acabé enamorando; esta vez no de la protagonista - otras veces me ha pasado - ni si quiera de la escritora - que también se han dado casos - sino sobre todo de aquella fascinante manera de narrar la historia.

La historia va como sigue. Se trata de meter en una frase la mayor cantidad de contenido posible - encerrando frases en otras frases - haciendo del párrafo un amplio páramo por el cabalgar desnudo como en aquella novela que nos obligaron a leer en el instituto, recorriendo a lomos del animal sagrado escenas de la vida de una mujer más o menos burguesa de la Barcelona de hace unas cuantas décadas, una mujer que se dejó una rendija abierta en la puerta de casa para que nos coláramos en ella sin decir nada y observáramos lo que pasaba. Una pasada.

Era una mujer fascinante porque en cualquier momento parecía poder decir lo que le apeteciera, y sin embargo prefería no decirlo, porque intuía que tal vez nosotros pudiéramos saber ya lo que estaba pensando aunque en este caso no sé si hablo ya de la señora a la que conocí en la tele o de la protagonista de la historia que escribió esta señora, si no son la misma persona, vista desde distintos ángulos como en un Picasso, o acaso la entidad de ella sea tal que haya logrado alcanzar ese grado en que creador y creado se confunden y se funden en uno sólo, grado máximo de obra maestra que sólo consiguen los más grandes de las letras, Cervantes y el Quijote, Dante, Charles Bukowski y Henry Chinaski - aquí emerge uno de los grandes interrogantes que plantean estas conversaciones y es el de definir, delimitar la delgada línea que separa realidad y ficción, literatura y biografía, si es que la hubiera, o lo que es igual, sino es lo mismo la vida real que los libros o son los libros algo distinto del mundo o por el contrario son más reales que el propio mundo, quizás el esqueleto que sostiene el mundo - de modo que a veces nos resulta imposible separar las hazañas de uno de las acciones de otro como podemos disfrutar con el discurrir de la vida sentimental de los personajes que desfilan por la tele y entristecernos y alegrarnos por ellos sin necesidad de moverse del sofá. Así, sin moverme del sofá, viví una temporada en Barcelona, y bajaba a la playa y paseaba por las ramblas, cuando no había tanto tráfico como ahora y yo no había nacido si quiera.



martes, 3 de julio de 2012

Sí, me gusta más Iribarren que Picasso



-Rubén Casado Murcia-



Eran las 2:24 del medio día y ya me encontraba con un pie en ristre apuntando hacía la puerta. Una de mis compañeras se paseaba entre las mesas regando mustias plantas de oficina, mientras otro, unos metros más allá, trajinaba con el móvil.
Las 2:27.
«Me cago en dios», repetía para mis adentros. Se acercaba la hora. El aire acondicionado seguía con su runrún diabólico y en mi cabeza solo existía ya la puerta, la calle, el barco…
el mundo.
Defecando obleas tomé el Paseo de la Marina y subí por la cuesta del Sindicato. Entré en casa como una exhalación, solté las alhajas sobre la mesa y recogí los últimos bártulos. Llamé a Clara:
—¿Dónde?
—¿En casa de mi madre?
—¿En casa de tú madre?
—Sí.
—¿Qué haces en casa de tu madre? ¡Perdemos el barco, hostias!
—Ya bajo.
—Baja… voy subiendo… ¡Joder!
            Nos encontramos en la plaza de los Reyes y cogimos un taxi. El barco salía a las 3 y media.
Bien.
Las 3. Íbamos bien. Coño si íbamos bien. Iba a salir de aquella cloaca durante un par de días. No podía estar mejor.
            —Mi padre me ha preguntado que a dónde íbamos.
            —¿Y qué?
            —Pues que se ha quedado desencajado.
            —¿Y eso?
            —Le he dicho que íbamos a Málaga a ver a un poeta que te gusta. Ha puesto cara de oler mierda y ha soltado una risilla. No lo entiende…
            —Qué coño va a entender… a tu padre le gustan las conchas finas.
            —¿Qué tiene eso que ver?
            —Nada. Lo mismo que yo con él.
            Bajamos del Mercedes del 78 y fuimos a por los billetes. Las 3:20. Todo iba perfecto. Sobre jodidas ruedas. Ya estábamos dentro. Cruzamos el largo pasillo. Picaron los billetes.
Entramos en el barco.

Tomamos el bus de las 4 y media dirección Málaga. Allí nos encontramos a Isa, una amiga de Clara. Le dijo que íbamos a Málaga, a ver a un poeta que me gustaba. Intentó responder de forma natural, Isa, la chica esta, pero finalmente decidió cambiar de tema. «Otra a la que le gustan las conchas finas», pensé. Le hice prometer a Clara que no volvería a comentar con nadie más del autobús el motivo de nuestro viaje.
POESÍA. Puuuuffff. Eso es lo que pensaba la gente de la poesía. Coñazo, aburrimiento supremo, ensimismamiento, lagrimeo, baba, romanticismo manido… mariconada, en suma. Lo que pensaba mi suegro, de hecho: «mi yerno, maricón perdido». Pero había que joderse y seguir bailando. Nadie pedía explicaciones, por qué iba uno a esforzarse en darlas.
Cruzamos a velocidad moderada la violación en serie de la Costa del Sol; Estepona, Marbella, Fuengirola, Benalmadena... Una obra de ingeniería comparable al Belomorkanal de Stalin; un ejemplo insuperable de la técnica humana, de como destrozar el litoral de un país sin que decaiga la fiesta durante treinta años.
Llegamos a Málaga sobre las 6 y media. No me gustaba Málaga. Ya había estado un par de veces antes por diferentes motivos. Con mi equipo de fútbol, en la infancia, y en un concierto de Patty Smith, en el Teatro Cervantes, hacía ya unos cinco años. Sin contar el millar de veces que había parado en su desangelada y triste estación de autobuses dirección  Granada en los últimos siete. Cogimos un taxi y nos dirigimos al hotel. Hotel Sur.
Subimos a la habitación 329 y descargamos las maletas. Mientras Clara se duchaba me senté junto al escritorio. Saqué un libro y encendí un cigarrillo. “El doble”, de Dostoievski. Leí un par de párrafos y lo cerré. «¡Virgen, cómo se raya!». No tenía yo cuerpo de Dostoievski. Acababa de terminar “Memorias del subsuelo” y no veía la forma de continuar con el que tenía entre manos. Dos dosis seguidas del ruso no eran recomendables en estos tiempos y menos aún cuando el señor Goliadkin le podía resultar a uno, más que nunca, demasiado familiar. “El oficinista machacado por el peso de la maquinaria burocrática”. Sudores me daban leyéndolo. Ahí llevaba, desde el XIX, advirtiéndolo: «cuidado que os van a joder vivos». Y tanto. De hecho,  lo estaban haciendo de lo lindo.
—¡Rubén!
—¿Qué?
—Baja a recepción a por un secador, no hay.
—Vale, voy.
—Baja, por favor.
—Sí, sí. Que voy.
Bajé a recepción. En recepción, otro señor distinto del que nos había atendido media hora antes se encontraba tras el mostrador.
—Hola, vengo de la 329. Necesito un secador.
—Por aquí debe haber uno… Sí, tome.
—Gracias.
Al subir me encontré con un anciano en el pasillo. No paraba de dar vueltas sobre un tacataca como el niño del Resplandor. Se dirigió a mí.
—¡Oye, chico! Sí… ¿qué pasa aquí? ¡No tenemos luz… no hay luz en este jodido hotel!
—¿Ha metido usted la llave?
—¿Qué llave?
—La tarjeta… mire… sí… Junto a las llaves, ahí en la cerradura. La tarjeta que cuelga…
Al asomarme para mostrarle el invento, su señora, un amasijo de carne con purpureas venas ramificadas a lo largo de ambas piernas, defecaba sentada en la taza del váter sin inmutarse de mi presencia. El viejales insistió…
—¡No hay luz… no hay luz!
—Sí, mire —cogí las llaves e introducí la tarjeta en la ranura. De pronto, se hizo la luz—.
—Ooh, ooh —Alucinaba, en el pueblo no se lo iban a creer. —¡Gracias muchacho, muchas gracias! Abajo no me han dicho nada.
—De nada señor, pero cierre usted la puerta… haga el favor.
Entré en la habitación.
—No sabes lo que me ha pasado.
—¿Qué?
—¿Todavía estás así?
—Hay tiempo.
—No lo hay, nunca lo ha habido.
—El Museo Picasso está cerca, no te preocupes.
—Sí lo hago, hay que localizarlo. Cuando lo encontremos me relajaré.
—Cálmate, no pasa nada.
Cogí el libro de Iribarren, “SEGURO QUE ESTA HISTORIA TE SUENA” y lo abrí por la mitad. No tenía ganas de leer, realmente. Solo quería que el tiempo pasara. Me comían los nervios. No sabía el por qué. Era absurdo. Solo era un recital de poesía. Empecé a divagar. «¿Por qué me he traído el libro? «Un autógrafo, ¡vaya estupidez!» La verdad que no me veía haciéndolo. Nunca lo había hecho. «¿Para qué quiero yo un autógrafo? Valiente tontería.» Estaba seguro de que acabaría haciendo el ridículo.
Comencé a recordar algunos poemas en los que Iribarren hablaba de admiradores suyos que iban a verlo al bar donde trabajaba o que le pedían poemas para publicar, o que lo llamaban para conocerlo. Estaba claro que no le gustaba que le gente le diese la brasa. A mí tampoco, pero menos me gustaba ser yo uno de los que la daba. No quería ser carne de poema: «El chico se acercó, me pidió un autógrafo, se le cayeron los huevos al suelo y empezó a llorar»; mierda, podía quedar jodido para toda la eternidad. Yo era capaz de meter la pata así, y peor. Era capaz hasta de cagarme encima allí mismo si hacía falta. El doble de Dostoievski me estaba afectando demasiado. La rumia. La comedura de olla. Era una estupidez que estuviese nervioso por algo así, pero lo estaba.
—¿Por qué no te has traído más libros para que lo firmara?
—¿Quieres que piense que soy gilipollas?
—A él le importas una mierda, pensar que eres gilipollas le daría mucho trabajo.
—Toda la razón.
—¿Estás nervioso?
—No.
—Pero si es un poeta…
—La gente va a ver a Cristiano Ronaldo  y no les da vergüenza.
—Es lo que te gusta.
—Piensan que soy un freak.
—¿Qué te importa lo que piensen?
—Nada. Me importa que no sepan lo que pienso yo de ellos.
—Nada bueno.
—… Cristiano Ronaldo, joder.
Quedaban unos tres cuartos de hora para la cita. Cogimos un mapa en recepción y salimos a la calle. Tomamos la Calle Larios y giramos a la derecha. Vimos la torre de la Catedral asomar por encima de los tejados. La tomamos de referencia y fuimos en su busca. Solo había que rodearla y tomar una calle estrecha. De pronto, alguien me llamó por la espalda.
—¿Perdona, vais al recital de Karmelo Iribarren?
—Sí —Cerré el puño—.
—¿Sabéis dónde es?
—Se supone que el Museo está a unos metros de aquí.
—Sí, está justo al doblar la esquina. Pero está cerrado. Hemos mirado detrás y nada.
—Ahh… entonces no sabemos.
—Bueno, gracias. Seguiremos buscando.
Se trataba de una pareja, como nosotros. «Otra adorable admiradora como yo» me dije. Y su novia, otra alma cándida que sacrificaba unas cortas vacaciones para acompañar al lerdo de su novio a oír unos versos. Miré a Clara. ¿Por qué me acompañaba? Era un misterio.
—Te vas a aburrir.
—No lo sé, me gusta verte feliz.
Preguntamos a un camarero de un bar cercano. Según dijo, la poesía comenzaba a las 9. Solían abrir unos minutos antes, por lo visto…
Aún quedaba media hora. Dimos un par de vueltas y nos fuimos a por unas cañas. Entramos en un pequeño gastro-bar. Era lindo, el gastro-bar. Pero a mí no me importaba. No paraba de mirar el reloj. Me bebí la cerveza en dos tragos. Miré a Clara, bebiendo a sorbitos de la suya. Nos dieron menos diez. Y ahí seguía, incólume, su cerveza sin espuma.
—Clara, van a dar menos cinco.
—Tranquilo.
—Estoy tranquilo, pero tu cerveza se está empezando a poner nerviosa. Bébetela, por el amor de Dios.
—Venga, ve pagando.
Regresamos a la puerta del Picasso. Fumamos unos cigarrillos y, ya sí, entramos. Un jardincito muy cuco se extendía en el lateral del edificio. Sillas plegables de madera se alineaban en varias filas. El micro, los altavoces y las luces parecían estar a punto. Tomamos asiento junto a la pareja desorientada que nos habíamos encontrado en la puerta. Les saludé con un leve levantamiento de cejas. A parte de nosotros y la parejita, solo tres o cuatro personas más conservaban aún la luz resplandeciente de la juventud. Me esperaba más frescura. Empecé a otear las manos de la gente. Nada. Ni un mísero libro. No estaba acostumbrado yo a este tipo de eventos. La única experiencia que había tenido anteriormente no me tranquilizaba para nada. Fue en Granada, con Leopoldo María Panero, recitando en el jardín botánico de la Facultad de Derecho. Me tiré cinco minutos interminables detrás de él intentando que estampara su firma en un mierdoso librito por el que me habían endosado 5 euros, los cuales tuve que pedir prestados. Fue tajante: «NO». Y ahí me quede, con aquel libro que nunca leí, con la sensación de haber sido violado. Aún así, no tenía por qué repetirse. Panero, era Panero. Pero Iribarren… no tenía ni idea de como era Iribarren. Su poesía sí. Como persona, ni lo conocía ni lo iba a conocer. Para mí solo existía el mito. Para mí era como ir a ver a Miguel Hernández, pero con una Guerra Civil menos de por medio.
De pronto levanté la cabeza y ahí estaba. Un señor se levantó y comenzó la presentación. Yo, mientras, lo observaba. Era más o menos como lo imaginaba: serio, tranquilo, nada espectacular. Llevaba una camisa a cuadros y un reloj con correa y manecillas doradas, como los que llevaban los hombres que hacían cola en el INEM todos los días al lado de casa. Eso sí, recias patillas anchas y extendidas hasta la mandíbula que le daban a su rostro el matiz necesario para aumentar de tamaño su personalidad. No paraba de darle vueltas al libro. Lo abría, buscaba una página, lo cerraba y lo volvía a mirar. Yo sabía que no estaba haciendo nada, más que trajinar. La presentación era soporífera, tirando del lugar común; la lucha, el laconismo, la sencillez, la urbanidad… etc. En algunos comentarios referentes a su propia biografía soltaba una sonrisilla, una mueca torcida… La cosa era bastante cómica. No sé cómo podía aguantar la risa. Imaginaba estar en su lugar, escuchando tales cuentos literarios de vida y obra y no podía evitar verme descojonándome vivo sobre la nuca del speaker. Como en su poesía, se notaba, en todos sus gestos, que a Karmelo se la traía al pijo. Entre tanto, seguía manoseando su libro. De cuando en cuando un pajarillo cantaba entre los árboles, atrayendo su atención en busca de la fuente del sonido. Era un sitio cojonudo, la verdad. Un jardincito de lo más lindo. Perfecto para echar unos versos al aire. El enclave es que no podía ser más ideal. Finalmente la verborrea interminable acabó y le cedieron el micro. Se presentó brevemente, sin remilgos ni excesivas ganas de caer bien, y comenzó.
Miraba hacía el escenario y el panorama no se podía presentar más desolador. Tres o cuatro calvas se interponían en el camino. Un par de ancianas, sentadas justo delante nuestra, cuchicheaban por la vagina. Cada vez que Karmelo terminaba un poema ponían caras de extrañeza, como de haber escuchado un pedo, y lo comentaban. Me tenían hasta el mismísimo coño. Se lo hice saber a Clara:
—…putas viejas.
—¿Qué pasa?
—No paran de cacarear…
—¿Qué dicen?
—No sé, dan por culo, sin más.
También había gente de mediana edad. Por sus posturitas y peinados tenían toda la pinta de ser ese tipo de gente de las que suelen llamar “del mundillo”. De esas que están en todos los saraos, sofisticadas, con caras de saber donde tienen los pies, con conversación, experiencias y bagaje de sobra para aburrir. Quizás estaba demasiado intoxicado por el cine y esa gente no existía. Pero aún así echaba de menos algo. ¿Dónde estaba la gente como yo? La gente joven, ¡hostias! Según mis cálculos, no éramos más de seis los que bajábamos de la treintena. En el recital de Panero y de Luis García Montero, que también presencié en Granada, en la Tertulia, hordas de memos convencidos de ser poetas malditos, en el primero de los casos, y lameculos de universidad, en el segundo, abarrotaban sus espectáculos. Miré a mí alrededor. Algo no funcionaba en este país. No sabía que ocurría en el norte, pero esto pasaba de castaño oscuro. Yo había viajado desde la maldita cornisa africana única y exclusivamente para ello. ¿Tan raro era?
—Sí.
—Joder, ¿y por qué?
—Porque a la gente no le gusta la poesía. Y porque a nadie se le ocurre hacer un viaje solo para ver un recital. Eres rarito, acéptalo.
—A lo mejor tengo que salir más, no sé.
—¿Vas a pedirle el autógrafo?
—Sí.
—¿Seguro? La vas a cagar.
—¡Qué no…! Lo tengo que hacer. No es tan difícil. Basta con no abrir la boca demasiado y así evitar decir alguna gilipollez…
El espectáculo toco a su fin. Había sido una maravilla. El viaje podía considerarlo más que amortizado.
Solo faltaba la firmita. ¿Quién me obligaba? Me podía largar sin más, pero nunca me lo perdonaría. Cogí el volumen y me acerqué al escenario. Alguien, antes que yo, estaba ya buscando la rúbrica. Eso me tranquilizó. Esperé unos segundos y me acerqué.
—Hola, Karmelo. Me puedes firmar… —Y ahí me quedé. Enterré cabeza bajo tierra como los avestruces y me dediqué a esperar a que todo acabase—.
—¿Para quién?
—Para Rubén —Poeta frustrado, me hubiese gustado añadir—.
—Bueno… ahí tienes… para Rubén… con todo mi afecto… Karmelo.
—Gracias… ha sido un placer.
Me retiré pensando en lo último que le había dicho. "Ha sido un placer"… ¡De bochorno! En fin, mejor era no pensar. Ya lo tenía, los nervios se habían esfumado.
—¿A ver? ¿Enséñamelo? ¿Qué tal?
—Bien… bien… muy amable… correcto… he conseguido no decir ninguna parida.
—Muy bien, te estás superando.
Miré por última vez al escenario. Para mi sorpresa, Karmelo estaba observando como le mostraba el libro a Clara. Nos saludó con una enorme sonrisa… de ser humano más que de poeta… como dándose cuenta de la vergüenza que había pasado.
—Que tipo más simpático.
—Vaya que sí, es un grande. —Y no dejé de repetirlo en todo el camino—. Tú no lo sabes pero es un grande, un grande… joder… ¿lo has visto? Uno de los grandes.
Fuimos a un bar cercano y pedimos una botella de vino blanco. No me hacía mucho tilín el blanco, pero sabía cojonudo. Fresco… joven… etílico… como me sentía en esos momentos. Y luego vino la Ginebra y el volver al hotel dando tumbos… y luego esto que estoy escribiendo, mientras pienso en ello y me recupero.