Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







martes, 30 de noviembre de 2010

aprendiz de nada

Maestro de todo.

Es el signo de nuestra época.
El distintivo marca de la casa.
Un tipo se especializa en nanoneurobiología.
Descubre la neurona de la eternidad.
El elixir de la larga vida tan ansiado.
Y le dan el nobel.
Y se forma una "iglesia" que lo adora y lo encumbra.
Pero al tipo, siempre que lo intenta, se le pega el jodido arroz,
y cuando se ducha deja los calzoncillos tirados por el cuarto de baño,
y no hay ropa interior limpia en los cajones de su mesita.
El tipo ha leído toda la bibliografía relacionada con su campo de investigación.
Conoce todas y cada una de las jodidas neuronas de nuestra cabezota
pero cuando se dirige a una chica, no encuentra las palabras.
descubrió una ínfima neurona en el entramado del cerebro humano
que lo convierte a éste en un ser nuevo y renovado, supremo, inmortal,
cuando se le aplica una pequeña descarga eléctrica,
y desde que se popularizó su descubrimiento no ha muerto nadie.
Bueno nadie que se haya sometido al tratamiento.
Gran parte del mundo sigue muriendo de hambre.
El tipo dice que no es problema,
que sabe de otra neurona que quita las ganas de comer cuando se le enchufa a la corriente,
pero que aun no sabe si engorda.
Lo cierto es que el colega ha cogido unos quilos desde que descubrió lo que descubrió
porque se estaba dejando la piel en aquel estudio.
Pero está de buen año,
hasta que un día al cruzar la calle,
un autobus se lo llevó por delante.
Ahora un montón de imbéciles le reclaman a la farmaceútica
el importe del tratamiento,
que consistía en aplicar en la coronilla del sujeto
un setazo con el mecanismo de un mechero
de esos de chispa,
y la broma costaba 800.ooo pavos.

A esto hemos llegado.

lunes, 29 de noviembre de 2010

(Cualquier cafetería de España, con cualquier amigo, en cualquier tiempo)



-Toni Tower Baobab- (anticipo para un posible regreso)

-Mil veces lo intenté, y mil veces fracasé.

-Entonces, ¿por qué sigues intentándolo?

-Porque una vez, creo que la que hacía el intento número 510 estuve a punto de conseguirlo. Y eso me dió la certeza de que algún día lo conseguiré.

-Pero, ¿y si jamás llegas a conseguirlo? Y si tu vida a partir de ahora sólo se convierte en una serie de intentos infructuosos. Una frustración continua.

-No, seguro que la mil y una veces es la buena. Estoy convencido.

-Lo dudo, un intento tras otro te alejas más del objetivo, porque pierdes facultades, porque estás más cansado, porque eres más viejo...

-¿Sabes qué? Eso mismo me dijiste cuando llevaba 509 intentos. Yo soy el Peña, y cuando vacío los cargadores tiro piedras.

viernes, 26 de noviembre de 2010

BREAKFAST


(Fragmento inédito del ficticio libro "USA bocaabajo" pendiente
de elaboración.)

-Africano-

Son las 9:35 de la mañana. Estamos en Granada. Clara, el gato y yo. Anoche, antes de acostarnos, me comentó que, por ser su cumpleaños, podríamos hacer un buen desayuno americano al uso que, según nuestras referencias cinematográficas, se debía componer de: Bacon, huevos, café recién hecho, zumo de naranja y tostadas con mantequilla y mermelada.

Me enfundo unos “jeans” y una camiseta arrugada que descansa solitaria sobre el respaldo del sillón. Debía de llevar ahí tres días lo menos. Impresa en ella, Jimi Hendrix exhala el humo lila de un “cigarro” sobre un fondo negro. Como era de esperar, y tras hacer inventario en la nevera, no hay más remedio que bajar al super a por bacon y naranjas. Enciendo el primer pitillo de la mañana que extraigo de un manido paquete de Lucky que se ahoga entre ceniceros atascados y botellas vacías. Expulso el humo y contemplo el día. Pienso que así debe comenzar el típico en la vida del común americano, en paro, con su tipa de resaca y la casa hecha un desastre. Pero esto es España. Allí, al menos, fuman su propio tabaco. Ya en la calle, un Sol de justicia luce sobre aquel cielo que Hemingway llamara “el alto cielo de España”. Personalmente, no encuentro ninguna particularidad en relación al resto de cielos del mundo, si bien no he visto más que el de Italia, primo hermano del nuestro. 2 kilos de naranjas y un paquete de bacon al vacío. Debía ser allá por el siglo XVII cuando Pascal descubrió la relación existente entre la presión atmosférica y la altura sobre el nivel del mar, constatando así la existencia del vacío y gracias a ello, la posterior invasión de la comida envasada en los supermercados de todo el mundo. Al mirar los filetes de bacon perfectamente amontonados unos encima de otros y comprimidos dentro de su asfixiante receptáculo, soy consciente de que el desayuno americano que tenía proyectado está lejos de alcanzar la autenticidad esperada. Aún así, ya tengo lo necesario para volver a casa y empezar a trabajar. Al abrir la cartera para pagar, me encuentro con dos míseros céntimos en el fondo del mismo calentándose alrededor de una fogata. Sin otra opción más factible, tiro de un instrumento que en raras ocasiones utilizo en mi vida cotidiana, la tarjeta de crédito. Debió ser, este invento, creado en un principio como sustitutivo del dinero en metálico, para facilitar la compra-venta y evitar los problemas subyacentes a estos materiales tales como robos, falta de efectivo, control de la falsificación, etc. Si bien, al menos en el nivel de vida en el que me muevo, la utilización de estas se ciñen exclusivamente al pago de electrodomésticos, de una habitación de hotel, de un billete de avión, de una cena o, en definitiva, lo que podríamos llamar “cosas de peso”. Llevar el poder en un bolsillo es algo demasiado goloso para el consumidor medio, como una varita mágica con la que conseguir, mediante el pago a plazos, productos de segunda y tercera necesidad. Mi necesidad, en este momento, es el cero rotundo que llenan mis bolsillos y sin más opciones, como buen americano, invito a la cajera a que lo cargue en mi cuenta. Ya en casa, la cosa resulta fácil, no hay secreto en esto de la cocina americana; unos huevos revueltos, unas buenas lonchas grasientas de buen bacon, una jarra bien llena de zumo de hermosas naranjas y el café, solo, a poder ser, o tímidamente manchado. Mientras se hace, el café, no puedo menos que imaginar una linda camarera americana, mascando chicle, con una jarra de cristal sujetada por su asa en la mano y recitando las palabras más bellas que se pueden escuchar parando a la derecha en la primera cafetería de la ya desaparecida Ruta del 66: “¿Más café?”. “Si, por favor y un trozo de tarta de arándanos”. A esto, la cafetera empieza a chillar como un reo en el corredor de la muerte y a vomitar oro negro de sus entrañas. No es lo mismo, pienso. Y no es por el lugar. Recuerdo a mi gran amigo Greg Little, compañero de piso en mi primer año de carrera. Recuerdo aquel día que recibió una enorme caja de su madre desde Springfield, Illinois, con todo tipo de productos desconocidos para mí, excepto, claro está, un extraño bote de color amarillento que según pude saber luego era la tan conocida y jamás saboreada por mí crema de cacahuete. También, una caja que contenía enormes galletas con pepitas de chocolate (similares a las comerciales chip´s ahoy) que daban ganas de guardar dentro del bolsillo de la chaqueta para una emergencia. Del resto de productos, poco puedo decir, por mi desconocimiento de los usos culinarios anglosajónes, pero si puedo hablar de algo curioso, al menos para mí, referente al desproporcionado tamaño que tenían aquellos alimentos y de las cajas y envases que los contenían. Más que para ser engullidos por un hombre parecían fabricados para estómagos superdotados o para sobrevivir a una guerra. Me atrevería a decir, incluso, que la superioridad militar de estos en sus habituales conflictos bélicos se debe, más que a su superioridad tecnológica, a la abundancia de alimentos y recursos energéticos de los que disponen.

La mesa está preparada y yo, deseando hincarle el diente a tan bello espectáculo, espero. Y al aparecer en mi mente, esta, la palabra espectáculo, me golpeo la cabeza y mascullo un sonoro “caspita” por ser tan necio al no recordar que lo crucial de un desayuno (americano) y el factor más importante a parte de los productos necesarios, su envase al vacío, la forma de pago, la elaboración, el café, su tamaño o el lugar exacto donde tomarlo, es su presentación. Me hago con una bandeja y coloco verticalmente una longeva margarita en una de las esquinas. Entro en la habitación, corro las cortinas y un refulgente sol de media mañana estalla sobre las sábanas. Allí deben ser alrededor de las 5:00 a.m. Hora de despertar.

- ¡Cariño! ¡Vamos pequeña! El desayuno…

Y te puedo asegurar que nunca falla.

martes, 23 de noviembre de 2010

Viejos sistemas en nuevos tiempos.


La protección de la Propiedad Intelectual comenzó allá por el año 1710, con el Estatuto de la Reina Ana. Hasta entonces los autores no tenían derechos exclusivos reconocidos. Este estatuto intentaba incentivarlos para fomentar en la sociedad los valores culturales y de creación. Casi tres siglos más tarde, en el año 2004, la Universidad de Málaga se vio obligada a retirar la paloma blanca de su escudo por no pagar los derechos de autor pertenecientes a los herederos del pintor Pablo Picasso. Si la propiedad intelectual no nació con la finalidad de la explotación económica, si no que más bien era esta un medio para alcanzar su verdadero fin social, ¿qué ha cambiado en este tiempo para llegar a esta nueva situación de conflicto?

Las últimas décadas de desarrollo del derecho de autor, al menos en países industrializados, han estado marcadas por una tendencia hacia el fortalecimiento del monopolio del derecho de autor mediante los sistemas de gestión, sin poner determinada atención al interés del público en el acceso a las obras protegidas. Sin embargo, la cultura se define como los conocimientos que permiten a una persona desarrollar su juicio crítico. Así pues, ¿cómo armonizar el derecho al acceso a la cultura con el derecho de autor y las leyes de mercado? Para esto, los países industrializados firmaron un acuerdo sobre los Aspectos de Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio, también conocido como ADPIC. En este acuerdo, se dejaba un cierto margen de maniobrabilidad a los estados miembros para armonizar los derechos de autor y derechos afines en esta sociedad de la información. Tal era el margen de maniobrabilidad que, mientras en Canadá nacía el concepto de "uso leal" como derecho del usuario, en España se imponía el canon por copia privada y en Estados Unidos se prohibía cantar, sin el pago de los correspondientes derechos, a las girls scouts en sus campamentos por considerarlo concierto en miniatura.

En cuanto a esto, y refiriéndonos al caso estatal, afirmar que nuestro margen de maniobrabilidad como usuarios de la cultura es un tanto estrecho, para lo que podríamos preguntarnos: ¿es en provecho de la creación cultural? No. Es en provecho de la industria cultural, del mercado y de unos pocos artistas privilegiados. En España, como en otros muchos países, la gestión de determinados derechos es obligatoriamente colectiva. Esto quiere decir que si somos autores no podremos ejercer ciertos derechos a menos que nos asociemos a una sociedad de gestión colectiva abonando los respectivos costes.

En nuestro país existen ocho, sin embargo, cada una se dedica a un campo diferente y de esta forma goza de la no competitividad. Por otro lado, para los autores y artistas, esto se traduce en la no elección de la sociedad a la que pertenecer. Si nos centramos en la que más socios y dinero recauda, Sociedad General de Autores y Editores, podremos ver con mas exhaustividad la situación de la que estas gestoras gozan, no solo en nuestro país, si no en gran parte del mundo. Conviene decir que aunque las cifras no están nada claras, según estas recaudarían entre 300.000 y 350.000 euros anuales, de los cuales la principal fuente es el derecho por comunicación pública con un 62% del total recaudado.

En principio, como artista tienes que asociarte si quieres ejercer tus derechos de remuneración. Al asociarte, tienes que pagar los costes de gestión, alrededor de un 20%. Si no te asocias, ella puede ejercerlos por ti. Tu dinero se irá a parar a la caja de actividades asistenciales, promocionales y de formación que curiosamente es, como concepto, obligatorio para las gestoras pero sin cantidad ni destino marcado por ley, lo que suele traducirse en un 2-3 % del total y destinos inciertos. En cambio, si te asocias pero no alcanzas el nivel de ingresos necesario para ejercer tu voto censitario, no podrás hacerlo, porque existe una inmensa mayoría que no vota, aproximadamente el 90%, que no cobra, alrededor del 70% y, en caso de sacar un nuevo CD, antes pagarás tu permiso de reproducción mecánica, sin el cual no podrás publicar nada, seas o no socio de SGAE. En estos últimos años las actuaciones en directo han aumentado más del doble, puede que estas cifras, en colaboración con la difusión de las nuevas tecnologías, sean parte de la causa del aumento.

Ya que la mayoría de su recaudación procede de la comunicación pública, nos centraremos ahora en el usuario que utiliza el repertorio de SGAE con fines económicos. Si tienes televisión en tu bar, pagarás aún cuando no enciendas los canales musicales. De la música que pinche tu Dj., no existirá duda alguna que pertenece a SGAE, ya que es la única gestora de obras musicales, incluidas las obras extranjeras, por lo cual no puedes decir que no es suya. Todo es suyo, porque no existe otra. Si no has pagado, ella estimará el número de obras y de veces que lo has usado, y reclamará su pago. Incluso un detective privado podría constatar lo ya dicho y posteriormente un juez que, podría haber sido alumno de uno de sus cursos asistenciales sobre protección de propiedad intelectual, te juzgaría por tu infracción.

Uno de los aspectos más interesantes de esta asociación sin ánimo de lucro es que sus órganos de gobierno no gozan de ninguna retribución ni salario establecido. Aún así, se asignan dietas por valor de 340.000 euros, que es más de lo que en sus informes de auditoría dicen recaudar. Para solventar estas contradicciones, el Ministerio de Cultura, en particular la Subdirección General de la Propiedad Intelectual y la Comisión Mediadora y Arbitral encargada de la misma, hacen un análisis de la actuación de estas entidades de gestión. El último realizado en 2008 finalizaba con la conclusión de que podría ser conveniente profundizar en aspectos tan diversos como los procedimientos de recaudación, la naturaleza de los gastos asistenciales, los criterios de asignación y reparto, la utilización de los fondos antipiratería y los posibles efectos no deseados de la legislación en el sistema de gestión. Como vemos, los órganos administrativos encargados de la vigilancia de las sociedades de gestión corroboran la situación que aquí exponemos, aunque tengamos que esperar a una profundización futura.

Volviendo al concepto inicial de 1710, por el cual el beneficio a la sociedad era uno de los fines de la protección de la propiedad intelectual, veamos como un ciudadano común puede acceder al conocimiento que le hará tener una crítica más plena.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, una mujer joven de menos de 20 años, con un salario medio anual de alrededor de 8000 euros, gasta 46 euros y 7 céntimos mensuales en ocio, espectáculo y cultura. Con este presupuesto, podría ir siete veces al cine o comprar dos compact disc. Si, en un arrebato por acceder al conocimiento fotocopiase una página de un libro protegido, su delito estaría más penado que dar un puñetazo a su jefe, por ejemplo, o, si fuera el caso, que su jefe le acosara sexualmente.

Desde otro punto de vista, los presupuestos consolidados de gasto en 2010 para el Ministerio de Cultura se fijaron en 1200 millones de euros, algunos de los cuales sirvieron para apoyar, amparar y promocionar la Fundación Antipiratería, entidad sin ánimo de lucro, formada por productoras archiconocidas como Buena Vista Home Entertainment, Paramount Home, Columbia, Universal... La última campaña publicitaria realizada por esta fundación, "Ahora la ley actúa", le costó al Ministerio más de dos millones de euros.

Frente a todo esto, existen comentarios por parte de integrantes de estas sociedades de gestión que señalan que el problema es la pérdida de los valores morales por parte de la sociedad. Sin embargo, la perspectiva económica es, posiblemente, la más influyente de la época actual, y a parte de esta, existen varias consideraciones demasiado importantes relativas al derecho de autor que parecen olvidadas, tales como la libertad de expresión, el derecho a la cultura y el acceso a la información y al conocimiento. ¿Cómo ejercerá el ciudadano estos derechos sin el acceso a la información, al conocimiento y a la cultura en su más extensa concepción? Si las leyes del mercado marcan los límites de acceso al desarrollo crítico, tendremos una sociedad menos crítica y una democracia menos participativa. Los órganos políticos y administrativos deberían ejercer mayor presión para que todos disfrutáramos del placer de crecer como persona y, por supuesto, como ciudadanos. Un mejor uso del margen de maniobrabilidad que anteriormente se había acordado y una mayor actuación de vigilancia por parte de las administraciones públicas.

Esto no significa que desaparezca el derecho de autor, si no una mejor gestión de los derechos a favor de los autores y de los usuarios, un balance justo en beneficio de la creación y el consumo cultural, ya que el actual sistema es obsoleto, opaco y enormemente lucrativo para la gestión colectiva en detrimento de la cultura y el desarrollo humano.

- por Inma Ruiz Ruiz -

sábado, 20 de noviembre de 2010

Grandes Biogracias: Felipe II


Felipe II era buen pive.
Era un tío majo. Pero tenía un defectillo, era una lima,
un grifo abierto, lo que se dice un manos rotas.
Era una persona muy materialista, era consumista empedernido,
pero no como esas amas de casa que compran quince productos de limpieza distintos para fregar el cuarto de baño, a saber: uno para el suelo, otro para las paredes, dos para el espejo (el del cristal y el del marco, que es de madera) para el lavabo dos (uno para el grifo), otros tantos para el inodoro,
y el videl (el videl¡¡ Díos mío alguien sabe cómo se escribe videl? es videl, bidel, vider tal vez? lo he buscado en el diccionario de la Real Academia y no aparece, claro¡¡ como son todos tíos, ninguno lo ha usado nunca.)
Felipe le cogió el gustillo a eso de reinar, y no podía ver que un estado no fuera suyo.
El tío veía un país y decía lo quiero para mí, y hasta que no se lo compraba no paraba.
Era una cosa que le venía de familia. Los Austrias eran así, eso es la casta.
Ya cuando era niño, su padre le llevaba de caza, y cuando Felipe le atinaba a un conejo, su padre le regalaba un estado. Un día que cazó tres piezas, su padre le concedió el ducado de Nápoles, el condado de Flandes y parte de Portugal. Luego lo casó con su prima que tenía la otra parte, y ya tenía Portugal entero.
El chaval creció en ese ambiente en que uno no se acuesta tranquilo si no ha conquistao un país nuevo, y al final, pues se había habituado y le costó la vida dejarlo.
Cuando ya no le quedaban países que conquistar en Europa, le dio por coleccionar curiosidades, relojes, palacios, los palacios le encantaban. Se gastó la mitad del oro que venía de América en hacerse uno. La otra mitad la gastó en estados. Y el doble de lo que se gastó dejó endeudado.
Ese tío era un puto crack gastando dinero. Era rápido y letal tirando de billetera.
En general fue un buen rey, salvo porque todo lo que había se lo gastó él. Así era Felipe. Qué se le iba a hacer.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Tren










El tren salió con puntualidad suiza. Esa estación maldita que recordaremos siempre, en la que Sabina se bajó. Las afueras de la gran ciudad son una galería decadente de grafos en puentes, naves y almacenes abandonados, mezclados con modernos centros comerciales, configurando el inevitable contraste de las grandes urbes. Pronto la nada, una gran extensión en la que no hay barreras al ojo humano, grandes atardeceres manchegos, en los que Quijote vagaba, aunque dos horas seguidas viendo una monótona llanura son suficientes para no mirar más por la ventanilla e intentar centrarse en el micromundo del vagón clase turista en la que estoy instalado. Tengo delante una chavala que constantemente habla por teléfono, busca arreglar una relación que parece muy desgastada, no es feliz, cada minuto es un reproche, ataca constantemente a su interlocutor, viaja al Sur para escapar. Justo al otro lado del pasillo un señor con portátil no deja de teclear, habla por el móvil para recordar a su hija que lo recoja, tiene prisa, una gestión rápida y vuelve a Madrid, algo de una escritura. Las más relajadas del vagón son dos señoras mayores que han ido varias veces al restaurante, al pasar hablan con todos, dicen que van a por café -con anís- se han jubilado, son hermanas y se retiran a una casita de Cazorla, escuchar la naturaleza y asar panceta en la lumbre serán su quehaceres.

El sonido del tren es duro y afilado al pasar por los acantilados y puentes de hierro en Despeñaperros, entramos en la vieja y estoica Andalucía, la que se ha jodido trabajando toda la vida. La Andalucía de Adriano, Séneca y Machado, la del mirador de San Nicolás, la amante de África, la de las playas de Cádiz, la hija bastarda de Europa.

Un tipo con camisa y corbata a juego, que no se había movido en todo el trayecto, comienza a silbar, parece que llegar al Sur lo ha hecho feliz. De repente un frenazo, no el típico bajón de velocidad, no, un frenazo, muchos metros después nos detenemos completamente. No hay estación, estamos en medio de la nada, algo ocurre. Las hermanas deciden pasar la incertidumbre en el vagón-bar. El tipo sigue silbando, la joven llama a su chico y discuten, esa pareja está herida de muerte. Entra el revisor, nos dice nos van a cambiar de tren, el asombro es mayúsculo. Con gesto serio, el tipo calvo y trajeado dice que un suicida se lanzó desde una roca a la vía, el tren no pudo frenar a tiempo, ahora estaban esperando al juez de guardia para levantar el cadáver. La tragedia también es Andalucía. De ser el maquinista también esperaría el relevo.

- F,J, Tejada -

Grandes Biogracías: Winona


No sé desde cuando me gusta Winona.
Supongo que desde que vi "Inocencia interrumpida".
Otros sólo recordarán esta peli por haber descubierto en ella a una tal Angelina.
Pero a mí no me gustaba Angelina. Estaba loca. Puede que aún lo esté.
A mi me gustaba Winona, que también estaba loca,
pero su locura era más parecida a la mía. Estaba loca de cuerda,
de cordura estaba loca, estaba cuerda o loca, loca y cuerda?
no estaba ni muy loca ni muy cuerda.
En fin, lo que pocos saben es que ese proyecto llevaba años cociéndose en la mente de Winona, desde que su padre le regalara el libro que lleva el mismo nombre,
cuando ella ingresó en una clínica porque el ajetreo hollywudiense empezaba a hacer mella en la "frágil" winona, después de rechazar por agotamiento aquel papel que luego interpretaría la hija de Copola en el Padrino III (si! la hija fea de Pacino, que al final moría si mal no recuerdo, o al menos eso quería yo, en realidad es Sofía, hija de Francis Ford, y a la que todos estamos muy agradecidos por haber hecho desfilar delante de la cámara en braguitas el culito de Escarlet Johanson por un pequeño apartamento de Japón).
Y escribía "frágil" entre comillas, porque winona parece frágil, pero en realidad es fuerte,
tan fuerte como para luchar contra la resurrección de Alien, fuerte como para producir sus peliculas, como para dejar su huella en el brazo de Johny Deep.
Puede que me enamorara de ella cuando fue pillada robando en las tiendas de Beverly Hill, por cleptómana, por llevar muchos medicamentos en el bolso, por empatía, porque todo el mundo la juzgó, incluida la justicia estadounidense, y la crítica, y yo sabía que era inocente.
En realidad creo que esta chica nos ha engañado a todos, y espero que lo siga haciendo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

EL SABER NO OCUPA LUGAR



-Africano-

El saber no ocupa lugar. Certera afirmación, efectivamente, no lo ocupa por pura ineficacia. Lo tengo comprobado como algo irrebatible, por ser algo que he experimentado en propia carne y tal vez por ser yo un caso bastante especial de ignorante que se esfuerza por conocer cosas para no perderse (en el inconsciente colectivo). Cuando cierro un libro todo lo aprendido, de la misma forma, lo desaprendo por falta de memoria o de interés. Intento, en lo posible, anotar a través de blocs o a través de pequeños ensayos lo que de los libros me parece más práctico para salvar mi alma. Y por mucho empeño que le ponga, aún recordando en ciertas situaciones problemáticas lo que los más grandes sabios me enseñaron, hago una de dos: o los desoigo o los malaplico. No del todo, y es ahí a donde voy, no del todo utilizo erróneamente las pautas de conducta que observo en mis tan admirados maestros sino que, más bien, estos errores nacen de la distancia que media entre mi realidad y la de la de ellos, tanto, que sus actitudes ante la vida son irreutilizables. Lo son. Así, sin más. Y esto no me lo rebate nadie. Esta tarde, leyendo a Cioran, casi llegando a un estado de iluminación, profundamente postergado sobre cada página, llenándome de lucidez y superioridad sobre los demás seres que a mi alrededor se afanaban en la biblioteca estudiando sus infumables lecciones valederas para oposiciones del Estado, he sufrido lo que aquí vengo relatando. No más me ha bastado levantar el bulla del asiento y darme de bruces con la realidad, saliendo súbitamente de la burbuja mística en la que me había metido, ésta, como tal burbuja, ha pegado un explotio imperceptible para mis acompañantes pero mortífero para mis oídos y mi alma. Imposible de aplicar, sencillamente. Éste, hablaba de LA MUERTE, así, con mayúsculas. Y qué manera de hablar de ella. Qué conocimiento. Qué valentía y qué lúcido. Qué jodidamente seguro de sí mismo. Hablaba de Diógenes, digno de admiración, gran filósofo que filosofaba con su actitud ante la vida:

Un día un hombre le hizo entrar en una casa ricamente amueblada y le dijo: “Sobre todo no escupas en el suelo”. Diógenes, que tenía ganas de escupir, le lanzó el lapo a la cara, gritándole que era el único sitio sucio que había encontrado para hacerlo.

Toma ahí, o:

Diógenes fue hecho prisionero y vendido. El heraldo le preguntó qué sabía hacer: “Mandar”. Y gritó al heraldo: “Pregunta quien quiere comprar un amo”.

O esto otro que decía:

“Plugiere al cielo que bastase también frotarse el vientre para no tener ya hambre”. (Diógenes masturbándose en la plaza pública”).

Sencillamente genial.

Por último lo que sigue, quedándose el tío tan pancho:

En los juegos olímpicos, habiendo proclamada el heraldo: “Dioxiopo ha vencido a los hombres”. Diógenes respondió: “Solo ha vencido a esclavos, los hombres son asunto mío”.

Una naturaleza nietzcheniana en toda regla del prototipo de superhombre. Y yo me pregunto: Amigo mío, de verdad piensas que si hago eso o ese tipo de cosas, lo que en mi pueblo se llama hacer lo que te salga de los cojones y marcarte la chulería, si hago eso digo, seré libre, un hombre superior, y no un borrego. Seré realmente digno de ser admirado por los dioses, amado. Será mi muerte más digna si vivo con esa dignidad de hombre que se ha realizado en todo su ser, que ha hecho lo que pensaba en cada momento, sin atender al aprendizaje, a sus dogmas y reglas, a las normas de la buena educación, del autolimitarse por no llamar la atención, de veras lo piensas, gran hombre, que me has hecho disfrutar de una buena tarde, asintiendo con cada disertación que me ofrecías, sería así?

Cierto es, amigo, eso que dices de que el ser es mudo y el espíritu charlatán, que es a lo que llamamos conocer. Cierto es, somos todos unos charlatanes, nos gusta hablar hasta por los codos. Me quedo con la frase que dices: “El Universo no se discute, se expresa”. Y ahí me has convencido. Voy a dejar de escuchar, de leer a tanto maestro, a tanto sesudo, y voy a quedarme a contemplar el espectáculo de la existencia. Las palabras, para qué. Mentirosas compulsivas, tú mismo lo dices:

Si por azar o por milagro, las palabras se volatilizasen nos sumergiríamos en una angustia y un alelamiento intolerables. Tal súbito mutismo nos expondría al más cruel suplicio. Es el uso del concepto el que nos hace dueños de nuestros temores. Decimos: la Muerte, y esta abstracción nos dispensa de experimentar su infinitud y su horror. Bautizando las cosas y los sucesos eludimos lo Inexplicable. La actividad del espíritu es un saludable trampear, un ejercicio de escamoteo; nos permite circular por una realidad dulcificada, confortable e inexacta. Aprender a manejar los conceptos –desaprender a mirar las cosas…-.

Pero déjame decirte una cosa. No sé de donde sacabas la panoja para comer todos los días. El aplicar palabra por palabra eso que dices a mi propia vida supondría volverme loco (por no decir completamente gilipollas). Perdería familia, novia, casa, trabajo y lo que es más importante (puesto que lo otro viene impuesto o casi impuesto) el hambre, amigo, eso viene de fábrica. Soy un borrego, y lo siento en el alma. Ya me gustaría a mí hacer desaparecer el lenguaje para hundirme en lo inabarcable. Pero es que resulta que no vivo en lo inabarcable. Vivo en Ceuta de prácticas en CCOO, cobrando la tristísima cifra de 400 euros. Lo único que me queda para no pegarme un tiro es, mira tú por donde, lo que estoy escribiendo. Vacías e inútiles palabras.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Dos breves

POLÍTICAMENTE CORRECTO

Mi marido decía
que estaba gorda,
que no paraba de comer.

¡Eso es maltrato psicológico!

Según la OMS:
Obesidad.



RETROVISOR

Pasa una tía.
Buen culo, me digo.
Bonitas piernas. Pienso.
A ver si se gira
y vemos como anda
de…

“Hola, cariño”.


Rubén C.M

martes, 9 de noviembre de 2010

Grandes Biogracías: Adolfo

-Fabyo Sorel-

Adolfo era un tipo peculiar. Una de esas personas con escasas cualidades pero bien relacionado.
Su incapacidad para desarrollar cualquier trabajo le hizo dirigir su actividad hacia el terreno político, en el que creía tener serias posibilidades de ascender.
Le hubiera gustado ser artista. Músico, o tal vez artista plástico, pero incapaz de hacer sonar un pandero, sus dibujos no eran más buenos que los de un niño de preescolar, lo cual no era en ningún caso inconveniente para haber logrado sobresalir en el panorama artístico de la época.
Sin embargo, era evidente que no tenía talento, y además tampoco la autoestima necesaria para obviar ese pequeño detalle. Así que olvidó su faceta artística y se centró en su imparable carrera política.
No sabía muy bien a qué partido alistarse. En principio, le era indiferente.
Optó por el nacional socialismo, que estaba en boca de todos.
La consigna del partido era ensalzar hiperbólicamente las virtudes nacionales y poner de manifiesto siempre que se pudiera las carencias de la oposición, y de las naciones vecinas, de modo reiterado, repetitivo y constante, hasta hacer que aquellas ideas extravagantes entraran en las cabezas huecas de la gente.
Adolfo veía en sus semejantes seres perdidos y alienados cuyas vidas carecían de sentido, y estaba convencido de poder devolver a sus compatriotas la ilusión y la orientación que habían perdido.
Algunos compañeros de partido no tardaron en advertir que las teorías que Adolfo mantenía sobre el espíritu nacional y su manera de alentarlo eran tan radicalmente absurdas que calarían hondo entre los votantes, y efectivamente, en pocos años, millones de gilipollas habían aupado al poder al más tonto de todos ellos. El pobre Adolfo se había convertido en el flamante lider de una nación en auge. La nación que más trabajaba, la nación que más prosperaba, la que estaba llamada a dominar su tiempo. Todos los territorios tendrían que rendirse a los pies de Adolfo y su maquinaria de Estado.
Estaba seguro de que si lograba llevar su estúpida política al resto de Estados el mundo sería mucho mejor. Su país había prosperado mucho bajo su mando. No había razón para que el resto de Europa no lo hiciera.
Iba a demostrar a todo el mundo lo mucho que tenían que agradecerle. Iba a reparar los errores de todos aquellos gobernantes ineficientes.
Adolfo había cogido embale e iba a ser díficil pararle.
Se llevó una gran decepción cuando recibió la primera negativa.
Polonia no estaba dispuesta a adoptar sus técnicas. Le pareció desconcertante que los polacos rechazaran su forma de gobierno. ¿Acaso no estaban al tanto de la revolución que había llevado a cabo en su país o es que simplemente eran imbéciles esos polacos?
Decidió arrasar Polonia.
El tema se le estaba yendo de las manos.
Después de Polonia vendrían Austria, Francia, Italia, Grecia, España... estaba dispuesto a conquistar por la fuerza todo aquel territorio que no aceptara de buena gana sus métodos.
A Adolfo no le gustaba tener que hacer aquello pero no había alternativa. Se sentía como el padre que tiene que pegarle a sus hijos una colleja para que se coman las habichuelas. Él no quería tener que pegar a sus hijos, pero ellos no sabían que las habichuelas eran buenas, aunque no les gustaran, y tenían que comérselas.
Adolfo sintió un gran dolor cuando las naciones aliadas se rebelaron y le presentaron batalla. Nunca creyó que llegarían a ese punto, pero si era necesario arrasaría el continente con tal de que todos se comieran las putas habichuelas.
Menos mal que llegaron los americanos, y con ellos, las hamburguesas.

domingo, 7 de noviembre de 2010

LA INFANCIA, DESDE AQUÍ ARRIBA, MUCHO MEJOR

-Rubén C.M-

A veces tiro por la Calle Velarde.
Allí pasé los 6 primeros años de mi vida.

Paseo por allí, buscando eso que algunos
Llaman nostalgia, otros melancolía
- aquella morriña insufrible
por la niñez –.

Me paro un instante ante el socavón
Que un día fuera hogar de los Casado,
Hoy, proyecto de edificio de 6 pisos

Y lo único que siento es indiferencia,
Abulía, profunda desazón. Ganas
De largarme de allí lo más lejos posible.

Quizás, algún sitio con vistas.
Un ático -con ascensor-
no estaría nada mal.

jueves, 4 de noviembre de 2010

TOROS SÍ, TOROS NO


(Escrito hará unos meses)



-Africano-



Rubrico y sentencio lo que otros, no muy conocidos en el mundillo literario, reconocen como una salvación no del todo pasajera. Escribir. El acto en sí. El Filosofar del que hablaba Ortega. Siempre que me asalta este pensamiento, lo de si escribir, su ejercicio, sea lo que me salve el pellejo, me viene a la sesera Franz Kafka. Ese tío que se tiro toda se puta vida escribiendo, sin publicar apenas o nada y que pidió a uno de sus mejores amigos con las siguientes palabras que no tienen desperdicio: “Max, quémalo todo” que, efectivamente, quemase todos los manuscritos creados por él hasta la fecha de su muerte. Creo que este amigo es el señor, tal vez, al que más agradecido y de forma unánime en el mundo de las letras se le reconoce una muy merecida felación. Pero ese no es el tema. Parece ser que Franz concebía así la escritura, como un salvoconducto, solo que este era a ninguna parte. Al final de su vida lo reconoció. Pero ¿y hasta entonces? ¿No le sirvió de nada? Cuando he tenido temporadas en que el acto de escribir me ha obsesionado sobremanera he recurrido a este ejemplo para dejar de hacerlo y convencerme de que no merece la pena esforzarse. Pero he llegado al convencimiento tras una serie de años de que si esto no me salva tampoco puedo esperar que el no hacerlo lo haga. No se cuantas líneas llevo escritas hasta ahora pero puede ser que sea lo más largo que he escrito en más de medio año. Si bien no lo único. El cuerpo me ha pedido estos últimos meses tirar de la poesía. Lo achaco un poco a ese miedo de perder demasiado el tiempo, también ese miedo a no saber que decir, a quedarme clavado en una palabra y mirar helado la intermitencia del cursor sobre la pantalla sin saber hacia donde tirar. La poesía, digo, me ha permitido escribir de forma breve y rápida para no correr esos riesgos. También una cierta pesadez me ha impedido sentarme más de diez minutos delante del ordenador. La pesadez de la estupidez sobre los hombros. Esa estupidez del que se sabe no del todo capaz para este arte. Pero mi bandera en estos últimos tiempos ha sido: “¿A quién puñetas le importa el arte? ¿Quien necesita un cuadro en un museo que parece va a derrumbarse no dentro de mucho? ¿Quién quiere modelar el mármol de estas ruinas? Hoy día las cosas no están hechas para durar. Existe una horrible sensación de que nada va a tener un dueño en el futuro, que no van a haber espectadores y, si los hubiera, difícilmente tendrán por entonces ojos para ello. Un ejemplo de ello quizás sea el debate tan airado que se está dando en España este último mes. Sobre lo de “Toros sí, toros no”. Hasta yo mismo he llegado a dudar sobre que es lo mejor. Es evidente que es una crueldad, hasta un amante de una buena media verónica como yo puede razonarlo. Pero como dijo Joaquín Sabina en una entrevista que vi no hace mucho: “Los que defienden a los toros tienen razón, lo que no tienen es corazón.” Pudiera esto extrapolarse al tema del arte en general. Y la sensación general es la de que cada vez hay menos gente con corazón. Entre otras cosas esto explica las Ferias de Arte Contemporáneo. El arte efímero. El: “Planto un pino sobre un pedestal y su importancia dura lo que dura su hedor”. Es posible que no vayan del todo descaminados. Podría ser esa la filosofía a seguir o más bien lo que la realidad nos ha impuesto en el arte de la expresión. Pareciera que intento justificar el soltar mi mierda amparado por la tendencia global en este sentido. Más bien, creo yo, que el resultado de esta concepción viene más de un proceso inconsciente que de un plan arduamente estructurado. Para mí, y esto puede que sea una originalidad por mi parte el decirlo (o eso me gustaría a mí creer) para mí, digo, la victoria está en la toma de conciencia y en esto, y nada más que en esto, soy un killer del área. Pocos me ganan en toma de conciencia. Soy una turbina que constantemente está recibiendo torrentes de realidad y jamás para el mecanismo. La realidad se me mete por la nariz, por los oídos, por la boca… algo así como lo que decía Sartre. La Náusea se me mete hasta por el ojo del culo. Esa toma de conciencia, después de madurarlo mucho tiempo, me ha hecho llegar a la semi-conclusión de que en el acto de escribir esta mi vida pendiente de un hilo. El teclado es mi piano personal. Cuando veo mis dedos trabajar siento que cobran vida propia. Quiero decir esto sin ningún oropel poético. A lo que me refiero es a que realmente siento que esas manos no son mías, que son de otra persona con más personalidad que yo. O no más pero sí distinta. La diferencia radica en la seguridad. Son manos seguras como las de un peón de fábrica que ejecuta la misma operación 8 horas al día, 5 días a la semana los 365 días del año. No es una cuestión de ser bueno o malo. No me imagino a nadie creyéndose que es el mejor del mundo sentado en la taza del wáter. Todos sabemos hacerlo. Este ejemplo se me ha ido un poco de las manos, de acuerdo. Puede que este sea mejor: Es como vestirse. Puedes estar más guapo o más feo, pero no se te ocurre ponerte los calzoncillos en la cabeza y un calcetín en la polla. Así mejor, ¿verdad? Sin más explicaciones, a lo que quiero llegar es a lo siguiente: Que el acto escribir, hoy por hoy, para una persona de mis características, con mis limitaciones y a efectos prácticos, debe jugar este papel, que no es otro que el de salvarme la vida. Sentirme vivo con cada palabra que aparece en la pantalla, sentir la música de las teclas que rugen, que están rugiendo por mí, a través de mí, fluir sin descanso, dejar que todo salga, que nada se quede dentro, arrojar un poco de luz sobre las cosas, sobre mis cosas que son las de los demás, sin nada nuevo que decir, solo descubrir nuevos escondites donde ahora y bajo las formas más horrendas se encuentra la verdad o mejor dicho la realidad, que es mucho mejor que la tan manida verdad de la buena. En definitiva, realizar hallazgos allí donde otros no pueden llegar o al menos donde tú o donde yo, antes, hará apenas 5 minutos, éramos incapaces de llegar. Hablo del acto de escribir continuamente, esto es lo que me obsesiona. Escribir solo es un oficio. “Yo escribo” quiere decir “Yo publico”, “Yo vendo”, “Yo pretendo publicar” o “Yo pretendo vender” o ya no digo querer ser conocido, porque si hay algún idiota que a estas alturas se crea que contar sus mierdas les va a dar fama van apañaos. El acto es la actividad que mueve los músculos y excita la mente. En el acto se derrocha energía. Aunque estuviera tecleando palabras al azar se estaría produciendo el acto de escribir solo que con palabras ininteligibles que nos sumirían en un profundo estado de nirvana tras unos minutos. Pero en resumidas cuentas forma parte del acto, siquiera de la parcela absurda del mismo. En cuanto al título, solo decir que pretendía ser una metáfora de lo que estoy intentando argumentar pero como siempre, siempre que uno escribe el título antes de empezar cualquier escrito, este se te vuelve en contra. Al menos es llamativo a los ojos, como esas manzanas sintéticas que se venden en los mercados y que nos dan ganas de devorar. Luego no saben a nada o saben a lo mismo que el resto de las frutas. Vaya, como esto.