Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







sábado, 30 de julio de 2011

Cartas Insulares: Estuve muerto un rato


-Tejada F.-


Pensé seriamente en mi muerte. Estaba al borde de un pequeño acantilado, con chanclas, contemplando como las olas rompían con violencia contra las rocas. Pensé en un mal paso, el tobillo que se dobla y al carajo, soy famoso por el equilibrio distraído y no sería descabellado un traspiés, un golpe en la nuca y ale. Como digo estaba reflexionando sobre el asunto sin demasiada profundidad, el sol se iba y tampoco estaba despidiéndolo (eso es dos islas más al oeste) era un simple ejercicio interno apoyado en un atardecer perturbador.

Me puse triste pero no pensando en eso, sino en que seguramente nadie me echaría de menos hasta demasiadas horas después. Mi chica en el curro todo el dia, acababa de hablar por teléfono con la familia y mis ¿amigos? de eso aquí nada de nada. Mi siniestra historia iba creciendo mientras retrocedía del peligro (soy morboso pero de salón) y me fui construyendo una muerte en la que nadie me encontraría, nadie me habría visto llegar al lugar, nadie recordaría mi cara. Un tipo más en una isla atestada de gente, un nadie.

Antes de que pudieran buscar en el lugar correcto, los peces, siempre hambrientos, me dejarían la cara como el mapa de Basilea y los buzos dedicarían jornadas interminables a mi localización, más que nada por el que dirán. Al no ser ciudadano de otro Estado ni siquiera un Cónsul sin nada que hacer daría una rueda de prensa dando información. Telecinco no mandaría ni a un becario, ellos no se mueven por menos de tres muertos, quizá un breve en el periódico local, entre el horóscopo y los resultados de la última manga de carreras del hipódromo. Menorquito es la estrella, pura raza.
Ni una mención en la cena de antiguos alumnos de los salesianos, siempre pasé de ellos.
Todo se solucionaría con un “ha muerto” en el facebook y algunos protocolarios “No me gusta”.
Al cerrar el ejercicio contable la empresa de cerveza barata del DIA notaría un bajón en las ventas que adjudicarían sin dudar a la crisis y al pijerio evidente que campa en la isla.

Por si las moscas en las próximas jornadas estaré de senderos por el sur de la isla, o quizá me pierda por las carreteras secundarias y acabe en el norte…

viernes, 29 de julio de 2011

Crisis?

El hambre que ruge en tu estómago
a ciertas horas, no es hambre ninguna
si sabe que pronto tendrá comida en abundancia.

Como no es sed esa sed desmedida
que te da cuando nadas en la piscina.

Crisis significa cambio,
y aquí que yo sepa,
nada ha cambiado.

domingo, 24 de julio de 2011

Breves visitas a la Región del Hipocampo VI


-Rubén C.M-

VI

Estaba con la mirada perdida en algún punto de aquel vasto paraje, tan hermoso que resultaba casi infernal, cuando “La Roca” me habló:
- ¿Te ocurre algo, amigo? –Era la primera vez que no era yo el que iniciaba la conversación, por lo que me perturbó su inédito interés-.
- Nada. Pensaba en los que, antes que yo, pasaron por aquí.
- Sí…
- Y en lo qu dijiste de la música. Decías que algunos acababan perdiendo la cabeza… Ya sabes a lo que me refiero…
- Suicidio.
- Suicidio.
- Tal día como hoy -ya sabes que aquí todos los días son iguales- Camus dijo algo que allá abajo parece ser que tuvo alguna repercusión. “Lo único realmente importante a tener en cuenta en la vida es el pensamiento del suicidio”. O algo así, no lo recuerdo exactamente. ¡Parece que lo estoy viendo ahora! Pobre. Acababa de morir Cesare Pavese, no sé si lo conoces. A un hombre medianamente sensible no puedes darle una muerte diaria como gustosamente decía disfrutar Miguel Hernández. Parece una broma que Albert muriese en un accidente. O no. Si uno se fija bien en su afirmación, habla de pensar en el suicidio, no en materializarlo. Hay algo en ese pensamiento estimulante y creativo. Aunque Albert pusiera con toda afectación un gesto de lo más profundo en su argelino rostro, a mí, vieja piedra en el camino, no me engañó. Ya se lo había oído, casi medio siglo antes, al loco más loco de todos. “El pensamiento del suicidio es una forma de autoayuda”. Claro que sí. Mientras lo piensas no lo llevas a cabo. Así de sencillo. Aunque, y perdóname si peco de inmoral en lo que voy a decir, cosa que me da bastante igual teniendo en cuenta que aquí la medida no es el hombre, aunque por otro lado, digo, hay cierta belleza en desaparecerse. Tiene algo cómico el asunto, y trágico. Es tonto y tierno, ver el teatrillo que algunos han montado para darse muerte a fin de escribir una última página de oro en sus tristes biografías. Larra, un tiro. Dicen que aquel día no estaba especialmente triste. Ortega lo dijo, no es necesario un gran acontecimiento en la vida de un hombre para que este decida quitarse la vida. La retirada de un saludo al cruzarse con alguien, unos grados de más de temperatura, pueden dar el impulso necesario para apretar el gatillo.
- Creo que Pavese y Larra tenían el mismo problema.
- Mujeres.
- Sí, es posible. ¿Qué me dices de Hem?
- Pensaba que tenía a todo el FBI comiéndole los talones.
- Escuché que la noche antes de morir cantó una canción italiana junto a su mujer: Tutti mi chiamano bionda, ma bionda io non sono…
- Mujeres.
- Sí, mujeres…

martes, 19 de julio de 2011

Breves visitas a la Región del Hipocampo


-Rubén C.M-

V

Quería yo saber, de labios de “La Roca”, por pura curiosidad, qué opinaba esta de la música, por el hecho de que allí estuviera prohibida y, en consecuencia, de que efectivamente nunca hubiese tenido noticia de aquella.
- La música, amigo, es cosa mortal. Y cuando digo mortal no me refiero a los mortales como individuos, sino que es solo apta para el que muere o, más bien, para el que se sabe morir. Es por eso que no tendría lógica que yo, roca, tuviese constancia de la música, pues si no muero, no me veo en la necesidad de apreciarla. Pero, ya que preguntas, podría decirte algo sobre ella a riesgo de no dar en el clavo en ninguna de mis opiniones. Tal vez, pueda darte alguna clave para que mi desconocimiento colme el tuyo. Puesto que no conozco la música lo poco que he podido saber de ella es a través de aquellos otros que, antes que tú, disfrutaron de tan amplias vistas. El patrón se repetía una y otra vez, sin excepción, al cabo de cierto tiempo; aquí que no existe, se le hacía insoportable a cada uno de ellos la ausencia de aquella. Y de buenas a primeras, comenzaban a canturrear, quizás inconscientemente, fragmentos de canciones populares, nanas, melodías que se les había grabado en la mente en el último concierto que habían presenciado o, aquellos otros que, al recordarles la prohibición, optaban por bailar en silencio, haciendo sonar la orquesta en su imaginación…. El caso es que, a mi entender, no eran capaces de vivir sin música. Y los peores, por supuesto, eran los músicos. Porque, y esto es algo que muchos no saben, los verdaderos filósofos siempre han sido músicos. Y donde si no aquí, en el absoluto silencio, podían componer las grandes obras de las que allí abajo disfrutáis. Mi opinión, si es que tengo alguna sobre el tema, es que la música, para el que la escucha, insufla grandes cantidades de vida pero que por el contrario, para el que la crea, en su último estadio, llama a la locura. De eso no me cabe ninguna duda. De la misma forma, la ausencia total de ella. Tengo entendido que allá abajo no tenéis este problema. Por lo que sé, la ausencia de música solo crea espíritus anémicos. Y me alegra que sea así, no quisiera yo para aquellas gentes tan triste final como el de los tristes seres que pasaron por aquí.

Me quedé sorprendido por tan horrible revelación. Hasta el momento no había tenido especial necesidad de aquello, ni mucho menos pensaba que pudiese llegar a tan alto grado, por lo que me preocupó que mi privilegiada estancia en aquel lugar fuese fruto de una confusión o una casualidad. Esto también se lo hice saber a “La Roca”:
- ¡Oh, amigo! Esto es difícil de explicar. Si te fijas, esto es un país arrasado. No hay tribunales antes los que presentarse ni exámenes que superar. Hace tiempo que aquí la raja tabla no se lleva. Espero no herir tus sentimientos, pero no estás aquí por alguna especial consideración. Si te soy sincero, ni aún a esas habrías llegado hasta aquí. No señor. Más bien, diría yo, te has perdido. Aunque sabes perfectamente el camino de vuelta. Estás aquí porque sí, simplemente. El cómo, no lo sé. De ti depende si te va a servir de algo. Aquí la persiana ya la echamos. No hay mucho más que decir ni que enseñar. Tu presencia nos es grata, no hay motivo por el cual no contestar a tus preguntas.
- ¿Por qué seguís manteniendo las reglas si ya no funcionáis?
- ¿Por qué te lavas los dientes por las mañanas? No sé, supongo que por costumbre. Todo se vuelve eso, rutina, hasta en los altos cielos. Era emocionante mientras había algo que decir. Pero ¡oye! puedes tumbarte al fresco y charlar, no está nada mal… ¿No crees?

Y lo creía. Pero por aquel día ya tenía suficiente. El tema de la música me había inquietado más de lo que hubiese deseado. No sé por qué me vino a la cabeza, todo ello en blanco y negro, Miles y Coltrane tocando “So What” en algún cavernoso año de la década de los 60. Regresé deprisa a casa, me hice despertar, y busqué con mano temblorosa entre mi colección de discos. La ansiedad fue medrando apenas comenzaron los primeros acordes.

domingo, 17 de julio de 2011

Cartas Insulares: España empieza en Menorca



-Tejada F.-

Lo público y lo privado juegan juntos en esta isla con aparente armonía. La costa es de todos y por tanto accesible al que quiera disfrutarla. Pero un pasado de excesos lleva a situaciones que son complejas para el observador no acostumbrado. Pasar por delante de las terrazas de un hotel de lujo es lo último que esperaba tener que hacer, pero no queda más remedio si quieres avanzar por la costa. El cartel “PASO PÚBLICO” no deja lugar a dudas. O estar viendo atardecer mientras una familia prepara su barbacoa en el jardín de su extremadamente bien posicionada casa… “a mí me gusta la panceta tostadita señora…” es otra situación habitual.

Pero aparentemente todo está bajo control. Las vallas de los chalets no llegan ni a la rodilla y las puertas suelen estar abiertas. Acostumbrado a grandes cercados, perros psicópatas y cámaras de seguridad esto es raro, muy raro.

El esnorquel es el deporte de moda este verano, siempre lo ha sido pero esta temporada es furor. La pijada del nombre esconde las clásicas aletas, gafas y tubo. El agua turquesa y los fondos ricos en todo tipo de flora y fauna hacen que los veraneantes maten por un neopreno. Yo todavía no he entrado en ese asunto, prefiero a los pequeños pescadores que se posicionan entre las rocas o que zarpan con su pequeña barca, habitualmente jodidos por las lanchas que gastan en gasolina en una mañana lo que ese jornalero del mar en toda su vida.

Ya tengo balón de basket y una pista cerca de casa es mi mejor amiga hasta el momento. Está bien cuidada y limpia. Porque otra de las cosas de esta isla es que todo está limpio. Unamuno dijo algo así como: el porvenir de la sociedad española espera dentro de nuestra sociedad histórica, en la intrahistoria, en el pueblo desconocido, y no surgirá potente hasta que le despierten vientos y ventarrones del ambiente europeo.

Pues bien, aquí ya han despertado, otra cosa no pero viento y europeos no faltan.

viernes, 15 de julio de 2011

EL AFRICANO SEMANAL: Senna


-Africano-

Estaba viendo una pelicula sobre Ayrton Senna en la que se utilizan exclusivamente imágenes reales. Algunos comentarios salpicaban de vez en cuando las secuencias pero ello de forma residual. El peso de la trama lo llevaba la natural y titánica presencia del brasileño. De todos los grandes momentos del film me quedo con tres, sin duda los que más me impactaron y provocaron en mí sentimientos difíciles de explicar. En cuanto al primero, discurre en el circuito de Interlagos, Brasil. Ayrton no ha ganado ninguna carrera en su tierra y ese es su momento. Va en cabeza cuando surge un problema. La caja de cambios se ha bloqueado en sexta, motivo suficiente para obligarle a abandonar. Muy al contrario, Senna continua la carrera. Las caras en boxes son un poema. En pista, Ayrton vuela sobre los pianos. A falta de cinco o seis vueltas, se deja y se juego la vida sobre el asfalto. Al traspasar la línea de meta puede escuchársele a través de radio. Jamás he oído gritar a un hombre de aquella manera. Una bomba de alegría y rabia desbordada. En aquel momento podía comerse al mismísimo diablo. Pocas veces he podido presenciar la auténtica naturaleza del superhombre en estado puro. El coche cada vez va perdiendo más y más velocidad hasta que para en seco. Los operarios del circuito corren hacía él. Ayrton se ha desmayado. Puede verse a través de la cámara como sus músculos convulsionan. Nadie se explica como lo ha logrado. Sufre terribles calambres en los hombros. Algunos se acercan a abrazarlo y él los repele al grito de: "No me toquéis, no me toquéis". Y se apartan, ya te digo si se apartan. La energía que en esos momentos le recorre el cuerpo es capaz de abrasarlos. En el podio, en un gesto homérico, lucha con sus adormecidos brazos por levantar el trofeo. Aprieta los dientes y en un arrebato alza la gloria sobre su cabeza. Senna es lo más parecido a un Dios. La escena parece sacada del cine hollibudiense más manido, pero estamos ante imágenes de archivo extraidas de la auténtica realidad. Eso ocurrió un día, allá por el 91 o el 92.

En otra carrera, años antes, nos encontramos dentro de la cámara subjetiva del piloto. Su velocidad es endiablada. Por radio le advierten que está yendo demasiado rápido, que baje el ritmo. Pero Senna parece estar en otro nivel de conciencia. Lejos de eso, sigue tragándose las curvas peligrosamente, destrozando el crono, rebasando a pilotos doblados como si fuesen colegiales paseando en bicicletas. Finalmente se sale de la pista. Sus declaraciones tras la carrera encogen el corazón. “No sé qué me ha ocurrido, de pronto he dejado de tener conciencia de estar pilotando, es lo más cerca que he estado de Dios”.

Autódromo de Enzo y Dino Ferrari, Imola. 1 de Mayo de 1994. Senna lleva todo el fin de semana serio, tenso, desconfiado. El coche dista de estar apunto. Durante la primera sesión de calificación Rubens Barrichello sufre un accidente espectacular del que afortunadamente sale ileso. En la sesión final de calificación, apenas transcurrido veinte minutos, Roland Ratzenberg resulta gravemente herido al impactar casi frontalmente contra la curva Villenueve. Más tarde morirá debido a las irreversibles lesiones. Pese a los problemas, Senna logra la pole. Se inicia la carrera. Dos monoplazas chocan, lo que provoca la salida a pista del coche de seguridad. Una vez que retiran los resto, relanzan la carrera. Volvemos a la cámara subjetiva de Senna. Su Williams va en cabeza, secundado por Michael Schumacher. Durante dos minutos viajamos con él. Conducimos. Los neumáticos empiezan a coger temperatura. El apocalíptico ruido de los motores pone música a los últimos instantes de una leyenda. Uno puede sentir que lo sabe, que él es Dios, y Dios lo sabe todo. Pero Senna encara Tamburello como lo que es. Un hombre. Solo un hombre. El impacto es brutal. Una pieza del tren delantero le ha dado de lleno en la cabeza. El helicóptero enfoca al monoplaza. Senna tiene apoyado su casco sobre el lateral del vehículo. Ha nacido el mito, como tantas otras veces, fatalmente. Pero, de entre la larga lista de idolos malditos y tristes que solemos adorar emerge Ayrton, diamante feliz, para recordarnos que no hay forma más digna de salir de este mundo que habiéndolo amado jugándonos la vida en cada uno de sus momentos.

lunes, 11 de julio de 2011

RESEÑA: Manhattan


ARTE


-Julio Basurco-




Tras ver "Manhattan", uno no puede entender como Woody Allen sigue afirmando frecuentemente, con cierto tono de frustración y autominusvaloración, que jamás ha conseguido realizar lo que él llamaría un clásico o, sencillamente, una gran película comparable a alguna de las firmadas por Fellini o por su adorado Ingmar Bergman. Tal vez sea la habitual ceguera de quien está en posesión de un talento natural, de un don innato para realizar obras maravillosas en un campo artístico determinado, producciones inalcanzables para la mayoría, pero que a ojos de su creador carecen de mérito alguno debido a la facilidad con la que él las realiza. O puede que, simplemente, Woody le profese tal amor al arte que jamás creerá que él sea capaz de ejercerlo, que su cine pueda hacer aflorar sentimientos en otras personas, equiparables a los que sus admirados dioses le hicieron experimentar a él.. Pero sin duda y por más que su modestia (o ceguera) le impida reconocerlo, Woody Allen pertenece a ese olimpo selecto, y tal vez "Manhattan" sea la mayor culpable de ello.
Ya había mostrado al mundo un par de años antes las que iban a ser las constantes de su cine en otra joya titulada "Annie Hall", una película que rompió moldes e hizo verse a toda una generación reflejada en pantalla de manera inteligente, ingeniosa, ácida y divertidísima. Realmente es imposibles decir si una es mejor que otra, pues aunque toquen los mismos temas, son muy distintas. En "Manhattan" no hay flash-backs, ni dibujos animados, ni almas saliendo de sus cuerpos, ni subtítulos con los pensamientos de los personajes. Es una película mucho más clásica (aunque este término incomode a su director) en el sentido estricto de la palabra, más preciosista, con un ritmo más sosegado, con ecos de esa otra obra maestra llamada "El apartamento" de Billy Wilder, un parecido debido en parte a la maravillosa fotografía en blanco y negro de Gordon Willis, quién con su trabajo ayuda a Woody a redondear la cinta y a dejar para la historia, de paso, uno de los homenajes más sinceros y hermosos jamás vistos hacia la ciudad más famosa del mundo. "Manhattan" constituye un agudo retrato de las relaciones humanas, con el ambiente de la pseudointelectualidad neoyorkina como marco, pero es, ante todo, una profunda reflexión sobre algo tan universal como la búsqueda de la felicidad, el fondo, en esencia, de todo el cine de Woody Allen, gran humanista en realidad. Defensor de los sentimental por encima de lo racional a pesar de su pinta de "gafapasta", su cine no es exclusivamente de intelectuales; es para cualquiera que piense y sienta. No pertenezco a los círculos sociales retratados en la película ni tengo la edad de sus personajes y, en cambio, siento sus problemas como míos y me veo retratado en sus neurosis, sus dudas y hasta en sus gilipolleces. Y es que ese don del que hablaba al principio del que Woody Allen es poseedor es el don de llegar al alma contando historias. Y eso es arte con mayúsculas.

sábado, 9 de julio de 2011

A la manera de Pollock



-Fabyo Sorel-

Un brochazo aquí y allá un chorreón de pintura,

Desnudo sobre el lienzo revolcándome en óleo

Para después follarme el cuadro

Y eyacular sobre su rostro.


Dejando en la pared las huellas de mis manos

Y las huellas de mis pies,

Estampando un beso en la superficie

Con los labios pintados.


Y finalmente como en las cartas que se enviaban los adolescentes,

Antes cuando aun sabían escribir,

Unas gotas de perfume en el sobre,

la rúbrica del amante.

viernes, 8 de julio de 2011

EL AFRICANO SEMANAL: Fichados


-Africano-

Mis sospechas se han hecho realidad. Alguien del pequeño grupo que estábamos allí dio la alerta: “NOS ESTÁN HACIENDO FOTOS”. “Cago en mi vida”, fue lo único que se me ocurrió decir, o pensar, no lo recuerdo. El que caso es que todos giramos nuestros revolucionarios cráneos hacia el norte y allí estaba, con su equipo de camuflaje al completo: “Pantalones Coronel Tapioca a la altura de la rótula, camiseta “me voy a ir a andar por El Chorrillo” y teléfono móvil última generación. En una suerte de posturas y equilibrios bastante complicados, apuntaba la mira de la máquina hacia el grupo, al tiempo que aparentaba teclear un mensaje de texto imposible jugándose peligrosamente la crisma. “Hay que joderse”, masculló alguien. “Sí, yo me he dado cuenta, le he sonreído para no joderle la instantánea”, dijo otro. Por si fuera poco, a su vera, otro tipo con gafas de sol de pasta parecía debatirse en monólogo interior. Oteaba el horizonte con aire melancólico. Un paquete de Marlboro y una tarrina de helado era toda su logística. De cuando en cuando se intercambiaban confidencias, utilizando la técnica hollibudiense de enviar el mensaje en dirección opuesta a la de sus ojos.

La tarde no les estaba yendo nada bien. Les habían sorprendido y su desconcierto era evidente. El Agente 1 no sabía de que manera desencajar sus miembros para conseguir el ansiado daguerrotipo. Cada vez que nos tenía a tiro alguien lo sorprendía, otro hacía un comentario o reía mirando hacia sus dominios. Por mi parte y a mi pesar, el tema de conversación que estábamos teniendo pasó a un segundo plano. No podía dejar de tener la sensación pegajosa de sentirme observado, de estar siendo marcado como a una res, de ser objetivo de la bofia. Pensé en la CIA y en el KGB en plena Guerra Fría, en la GESTAPO y en el ISI Pakistaní. Pensé en el agente Marlowe de las historias del celebérrimo Raymond Chandler y en el agente de la Continental del bueno de Dashiel Hammett, aquellos dos padres de la auténtica novela policiaca inmersos en el ambiente opresivo de los outlawyer de la América de los años veinte. Me sentí especial. Realmente pensaba que esto solo pasaba en las películas, pero nada más lejos; teníamos a nuestro propio servicio de inteligencia siguiéndonos la pista. Podría, el día de mañana, fanfarronear como un progre de aquellos que dicen haber estado en París el mayo del 68. Tener el honor de haber sido perseguido por el establishment de mi época. Decirle a mis nietos, por ejemplo: “¡¡¡AAaayy!!! tú no sabes lo que es la libertad, en mis tiempos te hacían fotos con la BlackBerry a menos de cinco metros de distancia y a cara descubierta. No sabéis lo que tenéis”.

La tarde iba cayendo y los dos agentes seguían en su puesto, estoicamente, a la caza del Pullisher. No sé si fue el artista sensible que llevo dentro, mis valores 15mayeros, el poso católico que aún flota en el pozo de mi conciencia o la paleta cromática que iba dibujando el cielo, pero empecé a compadecerme de ellos. Imaginé el día que anunciaron la rebaja del 5%, la escena en casa, con su mujer e hijos: “¡Dios mío, qué vamos a hacer! ¡¡La hipoteca!!”. Lo veía abrazando a su mujer, besándola en la mejilla, asegurándole que no tenía nada que temer. Lo veía rumiar, sintiéndose un pringado durante aquel año que no pisó la calle, estudiando las oposiciones, lo duro que le había resultado, el titánico esfuerzo de sus padres manteniéndolo mientras lo alentaban confiando en sus capacidades. Podía, incluso, imaginar lo que en aquellos precisos momentos, nervioso por haber sido descubierto, estaba sintiendo; preocupado por no tener suficiente material para rellenar el informe, sus pocas ganas de estar allí, perdiendo el tiempo, viendo a un grupo de gente debatiendo sobre cosas que a él le importaban un bledo, la frustración de no formar parte de un caso importante, siguiendo los pasos de un gran narco o de un célebre político corrupto o desarticulando una red de prostitución infantil. Pero allí estaba, junto a su compañero, junto a aquel estúpido McFlurry, incapaz de hacer en condiciones su trabajo. Y me di cuenta de que no éramos tan diferentes, que los dos estábamos donde no queríamos estar, que éste realmente no era nuestro trabajo (desde luego, el mío no) y que la impotencia nos estaba carcomiendo. En definitiva, que los dos estábamos jodidos. Seguramente él no se sienta así o quizás no lo sepa. Pero, ya que se ha llevado un recuerdo mio en formato fotográfico, no podía yo por menos que obsequiarle con lo mismo de la única manera que sé.

¡Mire el pajarito!

¡¡SONRÍA!!

miércoles, 6 de julio de 2011

RESEÑA: LUCES DE BOHEMIA


-Rubén C.M-

“Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos dan el Esperpento. Las imágenes más bellas, en un espejo cóncavo, son absurdas”.

Y así, Max Estrella (Alejandro Sawa), absurdo héroe de la obra, define aquella de las pocas palabras que a todos se nos quedó grabada en el colegio como a fuego, junto a Hipérbole: Es una exageración desmesurada; y su ejemplo: Érase un hombre a una nariz pegado. Puñetas a parte, lectura obligada esta de Luces de Bohemia, para aquel que este interesado en los momentos claves de nuestra literatura. Para el que no, pues también. Las últimas horas de un intelectual ciego y pobre en el Madrid decadente de principios de siglo que, junto al aborregado Don Latino, recorrerán sus calles pasando por cafés, tabernas… incluso la cárcel, lugares en los que se encontrarán con todo tipo de personajes delirantes. No se va a salvar nadie: desde el intelectual de tertulia, los jóvenes modernistas, ministros, policías hasta la clásica tabernera, el típico borrachín y demás balas perdidas de un mundo destruido y sin futuro. Una delicia la utilización de la jerga madrileña, el dominio del maestro a la hora de recrear ambiente y personajes de aquella fracción de la historia. Tengo que reconocer que intenté meterle mano a “Soneto de Primavera” y a las diez páginas lo tuve que cerrar a riesgo de sufrir una embolia cerebral. Pero es aquí donde me he encontrado con el escritor lúcido, capaz de reírse de sí mismo y del mundo, al haber captado en tan pocas páginas la tragicomedia que sufrimos, con un elegante sentido del humor. Y como el personaje y la complejidad de su escritura me supera, no más. Animar a leer a los clásicos y a dejar de comprar marmotretos de 1000 páginas para almas muertas. Ahí tenéis, y os sobra, a Don Ramón y a sus Luces.

Breves visitas a la Región del Hipocampo




-Rubén C.M-

IV

A partir de entonces, mis visitas a aquel lugar se convirtieron en periódicas, si bien, no muy duraderas, debido al alto grado de responsabilidad que soportaba acá, lo que no me impedía o, mejor, lo que me incitaba a visitar casi diariamente las altas cumbres descubiertas tal día por la más absurda de las casualidades. Había veces que llamaba y, sin más, la puerta se abría. Otras, el individuo del portero automático contestaba y se animaba a intercambiar algunas palabras que habitualmente eran de lo más corrientes:
- ¿Qué hay, joven? ¿Cuéntame?
- No mucho que contar. Ayer estuve todo el día enfermo, he estado totalmente al margen de lo que ocurre a mi alrededor.
- Nunca se está totalmente al margen. El Sol sale o no sale, una bombilla se funde, se acaba el papel higiénico. Cosas así son las que trastocan la vida. Pones el punto de vista demasiado lejos, creo yo. Todo eso que ves en la televisión, pura basura. Crees que está pasando, pero no es cierto. Atiende a esta revelación que te hago, no es muy común. Crees que hay guerras y no te das cuenta de que la guerra más cruel que se está dando es la discusión que mantienen tus vecinos un piso más arriba. Es cuestión de darle a las cosas su dimensión exacta. Ver más allá, cosa de filósofos. Ya sabes que por aquí los filósofos no agradan mucho que digamos. Y los hemos tenido. ¡A cientos! Y no sabes qué inteligencias. Qué profundidades humanas. Y como todo lo profundo, desecho. Puros desechos humanos. No, hijo mío, no hagas caso de ninguno de esas momias rumiantes. ¿Cosas importantes? ¿Ha subido el precio del tabaco? Eso es importante…
- Lo último que sé es que subió un 5 % por no sé qué… Ya no saben qué inventar.
- Malditos… La peor calaña, escucha lo que te digo. Desconfía de esos mantequeros. Desconfía de todo aquel que asegura estar preocupado por tu salud y quiere protegerla. Solo quieren tu salud para poder succionarte en mayor cantidad tu energía. Solo quieren vidas lo más vigorosas posibles. ¿Qué harían con un montón de huesos sin sustancia? Os quieren vivitos y coleando. Menudos aquellos que andan con batas blancas creyendo atravesar las naves de un lujoso hospital. ¡Por eso construyen hospitales! ¿Para salvaros la vida? Y un cuerno. Para salvar la vida ya se construyeron Catedrales. En los hospitales solo hay una forma de salir. El populacho dirá dos. Yo digo una. Con los pies por delante. Y si alguna vez sales por tu propios medios, no se te ocurra recordar lo que te digo y echarte a reír. Más bien quedarás mudo. Más tarde o más temprano, conseguirán que salgas como te digo…
Así, hablando y hablando, yéndosenos el santo al cielo, temí que mi breve visita fuese más corta de lo habitual y tuve que interrumpir su monólogo justo cuando el discurso estaba llegando a su cenit. Cosa que por lo visto no le sentó nada bien.
- Muy bien, de acuerdo chico. Pasa. Ya veo que tú también te cuidas de largas peroratas que puedan trastocar tu juicio. Eso es bueno. Sí, desde luego.
Y entré, no sin antes prometerle traer la próxima vez noticias más exactas sobre la subida de precios que tanto parecía interesarle.

martes, 5 de julio de 2011

Cartas Insulares: De una despedida, un morreo con mi suegro y unos paparazzis


Si alguien pensaba que en temporada de verano el CACA había dicho todo lo que tenía que decir yo les digo: "Más quisiera tú..."
Como había prometido, Tejada F. amenaza con deleitarnos periódicamente con sus crónicas mahonianas o como él las ha bautizado: "Cartas Insulares". Después de haber cerrado curso con su excelente NBAcacal inicia una nueva etapa que sabe dios como va a terminar. Contentémonos con su comienzo.
(Rubén C.M)

-Tejada F.-

No me gustan las despedidas y menos cuando tarde o temprano habrá retorno. Pero el ambiente en mi casa de siempre esta vez era diferente, olía a final de etapa definitivo. Hasta ese momento no había visto a mi abuelo llorar. Con el corazón arrugado y el coche doblado de petates salí quemando rueda.

Después tocaba el adiós en casa de mi otra familia. Desde hace poco mi suegro me da dos besos. Me consta que lo hace con el género masculino solo con su hijo por tanto la nueva rutina me responsabiliza y me sube el estatus. Pero los inicios no están siendo fáciles. La duda de uno y de otro nos ha llevado en más de una ocasión a encontrarnos en el fatídico centro, rozando el morreo. Así sucedió en la despedida definitiva en donde el complejo encuentro fue tan incómodo que estuve a punto de meter mano directamente… de perdidos al río que coño.

El Ferry Abel Matutes zarpó con diez minutos de retraso del puerto de Valencia. No estaba emocionado, mis sentimientos ya se habían removido bastante así que cuando el barco emprendió la travesía hacia nuestro nuevo hogar me fui al servicio a echar una meada. El viaje fue largo y pesado pero sin sobresaltos, si acaso unos muchachos muy excitados, de los que no respetan nada que no sea su propia fiesta, se bajaron en Ibiza, de eso no me quedaba duda desde que los vi.

Mis primeros días en el nuevo pueblo están regados de papeleos, gestiones y adaptación. El lugar es tan pequeñito, tan bonito, tan laberíntico, tan idílico… que está atascado de turistas cámara en mano por todos lados. La primera mañana me acordé de la película La Vida de Bryant ya que al salir al balcón despeinado y posicionándome como es natural la bolsa escrotal me topé con una familia fotografiando la fachada de casa. Esto no es un decorado aunque lo parezca señorita.

Y es que de momento parezco uno de ellos, voy despistado como ellos, no sé aún los lugares adecuados, me visto como ellos y no entiendo un carajo de lo que algunos dicen… como ellos. Espero que antes que llegue el otoño –y sea evidente que soy residente- deje de parecer un turista.

Ya me he topado con otra clase de fotógrafos, esos de largísimo objetivo. Al principio pensé que eran típicos aficionados al paisajismo costero, pero cuando de repente se apostaron detrás de un seto –casi cuerpo a tierra- y apretaron el disparador automático entendí que estaban trabajando, intentando entrar en la intimidad de alguna familia que tomaba el sol tranquilamente… jodidos paparazzis.

Los primeros días se acaban y ya salgo de los sitios espetando un tímido “deu”. Pues eso.

viernes, 1 de julio de 2011

EL AFRICANO SEMANAL: Palomas, cucarachas


-Africano-


Ahora que no hay nadie voy a esplayarme un rato. Parece como si alguien hubiese soltado una bombita de peste y todos hubiesen salido corriendo. Nadie por las calles. Calor abrasivo abrasando famélicas palomas que, sin nada que llevarse a la boca, esperan, en sus cornisas, apretando sus exprimidos culos buscando un objetivo a alcanzar con sus corrosivas e invisibles cacas. Por cierto, en menos de un mes me han cagado dos. Dos de verdad, de las que se comen el color de la ropa. La primera fue en la plaza de los Reyes, donde quedamos el 19 de Julio los cuatro gatos que integramos el 15mceutí. Apoyado en una farola, mientras miraba a alguien con cara de retrasado mental haciéndole fotos a una horrible pancarta, recibí la ráfaga. Tuve que subir a casa, frotar la zona con agua y jabón y volver. Luego me colocaron una especie de pancarta a lo VENDO ORO en mitad del pecho, en la que aparecía un dibujo indescifrable al que acompañaba unas palabras absudas: "Democratízate". Si Nietzche hubiese estado por allí me habría rajado con las tijeras de su navaja suiza. Gracias a Dios Nietzche está muerto, y si no lo está, tampoco importa. Se dice que no salía los domingos.
Me cagó la segunda, si no lo recuerdo mal, en un nuevo evento revolucionario. Asamblea en nuestra Ágora personal, en la plaza de la Constitución, mientras escuchaba un alegato a favor de la comida ecológica. Esta vez en mitad del hombro. Gracias a Dios alguien tenía un paquete de clinex, el cual me ofreció, y mi novia, con todo su amor y amabilidad, hizo desaparecer el excremento de la zona afectada.

He llegado a pensar que el gobierno esta detrás de todo esto. La caza de brujas ha comenzado y las palomas están metidas de lleno en el ajo. Me siento como Hemingway, con la sensación de tener a todo el FBI pisándome los talones. Ya me lo avisó alguien: "No te enroles en estos desaguisados, luego te fichan y cuando quieras trabajar en algún sitio estas vetado".
La verdad que cosas así acojonan, pero ante mis nulas expectativas de trabajar hasta, al menos, el 2032 no me preocupo demasiado. Para entonces ya estarán todos muertos y sus hijos enganchados a la coca.

El calor aprieta en la urbe. La biblioteca está cerrada. Me he quedado en casa, qué remedio, a estudiar. Ahora que reina el silencio les voy a hablar de mi vecino. Esta mañana ha entrado en su casa a saco un grupo de élite de fumigadores. Decían que aquello era lo más parecido a España pero en formato cucarachas. "La mierda andaba", decían algunos. "Creí que no salía vivo", aseguraban otros. El tipo está chalado. Se dedica a representar cada tarde una especie de debate del estado de la nación mientras ve Sálvame. No deja títere con cabeza. Hasta Ortega Cano, que sigue ingresado, se lleva su parte. No deja de vociferar con su atronadora voz y de joder por el ojo de patio. Su mujer, la pobre, tambien ida de la olla, no se la siente. En fin, hay que estar preparado, la mierda viene de diferentes direcciones.


No me extrañaría nada que formarse parte también del 15M.