Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







lunes, 31 de enero de 2011

el cuento recuento

-Fabyo Sorel-

Mi abuela nos contaba cuentos.

Eran unos cuentos preciosos pero no recuerdo de qué iban.
Es curioso.
Recuerdo que nos contaba cuentos pero no recuerdo de qué iban.

Me acuerdo que nos los contaba, y que al empezar a contarlos siempre decía:
¿queréis que os cuente un cuento recuento que nunca se acaba?
pero no recuerdo de qué iban.

Eran unos cuentos maravillosos en los que pasaban cosas increíbles,
pero no recuerdo qué pasaba.

Me acuerdo que a veces los contaba antes de irnos a la cama,
y en verano en su casa cuando íbamos allí a pasar una temporada,
pero no recuerdo casi nada.

Me acuerdo que nos compraba para desayunar los cereales que nos gustaban,
los caros que en mi casa pocas veces se compraban.

Y recuerdo que nos contaba unos cuentos alucinantes,
unos cuentos que eran la leche,

pero maldita sea!
no me acuerdo de aquellos cuentos.

Sólo me acuerdo de que antes de empezar a contarlos siempre decía:
¿queréis que os cuente un cuento recuento que nunca se acaba?

viernes, 28 de enero de 2011

EL AFRICANO SEMANAL: My Favorite Things



-Africano-


En esta ciudad si no hace Sol no es lo mismo. Se me dirá: Como en cualquier ciudad del mundo. No lo creo. Si eliminamos aquellas zonas en las que es costumbre el mal tiempo y aquellas otras en las que el calor sofocante es perpetuo durante todo el año, el cómputo se reduce. Somos habitantes de la zona templada. Burgueses. El burgués del mediocentro global no tolera los extremos. Como espécimen aclimatado a las suaves temperaturas, un grado más o un grado menos opera en nuestro organismo de forma considerable. Si a esto le añadimos el temperamento mediterráneo, frágil y sensible ya de por sí, un cielo encapotado puede destrozarnos los nervios. Recuerdo cuando mi amigo Francis me expresaba su adoración por un buen día de lluvia. Pero él mismo sabía, aun inconscientemente, que solo podía llegar a adorar uno tan solo y ni uno más. Aquí en Ceuta, además de la lluvia, este fenómeno natural y necesario viene acompañado muy a menudo de constantes rachas de viento. Y esto, mucho más que un cielo encapotado, puede acabar con la paz espiritual de cualquiera. Hoy es un día de esos. Si, esto también acontece en África, aunque la opinión general se decante por imaginarnos todo el día empapados en sudor. Cada uno tiene sus truquitos. Yo, en estos casos, a falta de drogas más efectivas, hago uso de la música. Una música apacible, a poder ser, con continuos cambios de intensidad. Y eso solo uno lo puede encontrar en el Jazz. Nunca tuve buen oído para apreciar este tipo de música o quizás mi alma nunca estuvo predispuesta a soportarla. Últimamente, esto está empezando a cambiar. Me he encerrado en la habitación, junto a la ventana, al ojo de patio. He pinchado My Favorite Things, de John Coltraine y he encendido un cigarrillo. Tras los primeros compases, han empezado a golpear la puerta. Era el gato. Se ha parado unos segundos ante mi, como preguntándose para sus adentros: “¿Que mierda tan buena está sonando?”. Se ha subido a la silla y, haciéndose una bola, se ha quedado grogui con la lluvia de sonidos que a su alrededor y entorno a la habitación se arremolinaba. ¡Qué paz! –me he dicho- si no fuera por el asqueroso día que se avecina… Y en esos momentos, en el cuadro que forma el techo transparente del edificio, el cielo se ha ido despejándo, pasando del gris al azul cabalgando sobre el saxo de Traine. Nutria, el gato, ha estirado sus extremidades en un gesto de placer y yo, imitándola, me he servido una vaso de vino. Vino del malo, se entiende. Pero es igual. Es cuestión de ponerle imaginación y no sentirse mientras tanto un completo gilipollas. Todo está en calma. Todo está bien. Vino, tabaco y música. Mi chica en la habitación contigua durmiendo. El cielo despejado. Mis cosas favoritas.

martes, 25 de enero de 2011

A lo que Charlie Sheen llamaría desayuno



Tejada F.


Inspirado por la línea marcada por Ricky Gervais en la presentación de los Globos de Oro, aquí reparto un poco de estopa gratuita. Actores y actrices y gentes de diversa calaña a los que básicamente no me importaría ver bajo tierra, a dos metros si es posible:

Unax Ugalde, Tristán Ulloa o Danny DeVito. Collin Farrell, Whoopi Goldberg, Jesus Bonilla. La familia Baldwin al completo excepto Alec, el rubio de rizos de Sensación de Vivir, bueno mejor dicho todo el reparto de Sensación de Vivir. OBK, Steven Seagal que se sabe que tiene dos expresiones interpretativas: pipa y puño. Pera Ponce, Cayetana Guillén Cuervo (no vayamos a joderla con que nos gustó en El Abuelo). Mercedes Milá, Pilar López de Ayala, Lindsay Lohan y su amiga Paris (cuya mejor obra no tenía un guión profundo precisamente, bueno profundo sí, pero no guión), Victoria Abril, el hermano de Javier Bardem, es decir Carlos y su madre Pilar también, Jim Carrey el brasas, Tom Cruise Show me the Money y su colega Cooba Gooding Jr, Dawson el de Dawson Crece, Arturo Fernandez y Florinda Chico. El rubio de Cruz y Raya, el pianista de Parada y Rupert Everett, Julia Roberts, Antonio Hortelano, Miguel Ángel Garzón, Charles Bronson, Bjork, Miriam Diaz Aroca, Frodo Bolson. El reparto completo de la saga Eclipse, Lina Morgan y Amparo Larrañaga. Kevin Costner y Whitney Houston por no haber sabido morir a tiempo. La cuñada de Rico en Six Fith Under, Ana Obregón por supuesto, Alejo Sauras. Sandra Bullock o lo que queda de ella detrás del Botox y el Colágeno. No me olvido de dos imprescindibles: Leonardo Sbaraglia y Noriega, Isabel Coixet y el herrmano de Pedro Almodóvar, Jesús Quintero y todos los que van a su programa y ponen la mirada perdida unos segundos para después arrancarse por fandanguillos o decir simplemente y muy bajito “…duende…”. A Rafael Cremades de Canal Sur y a Natalie Portman (con perdón) al que animó a Juanjo Puigcorbé a hacer cine, al creador de Lost, a este especialmente, a la ayudante presuntamente politoxicómana de Jordi Hurtado y al cabrón del tigre que siempre caza a las encantadoras e imprudentes, nunca suficientemente rápidas Gacelas Thompson.

Pensar que esto no continuará sería engañarme a mí mismo…

sábado, 22 de enero de 2011

EL AFRICANO SEMANAL: Densidad, Estructura y Color



-Africano-


Allí en "Los Remedios" es como estar en una cueva, ¿saben? Una galería subterránea a la cual, para acceder, se tiene que bajar a través de unas escaleras que lo sumerge a uno en un mundo paralelo, si bien, regido por las mismas leyes de arriba. Allí, una floristería, la de Kiko, de la que un día hablé en un post anterior; una tienda de informática de una familia de judíos, una cerrajería en decandencia y la tienda Matamua y el arriba mencionado "Los Remedios" de Juan Carlos y Conchi, de los que también hable hará un tiempo. Últimamente tenemos un visitante nuevo. Toby, le llaman, así, a lo perro. Toby es un tipo de unos cincuenta años con la peculiar característica de haberse quedado anclado en el epicentro del espíritu de los 60. Un tío culto este, Toby. Lo conocí la semana pasada y de súbito, empezó a hablarme de música clásica. Él, a principios de los 70, estudió en Bélgica Historia de la Música. Me habló de los compositores medievales, cosa que para él era una delicia, expresándome a la vez su repulsa frente a los compositores románticos. Hablamos de Shubert y de la única pieza de la que pude memorizar su nombre, Sonata 959, estando Toby al tanto de la existencia de la 956 pero no de aquella. Recuerdo que para cuando empezó a referirse a los temas clásicos en su idioma original, ya fuera francés, italiano o alemán, Juan Carlos ya le estaba callando la boca con un dedo vertical. Simpático, este Toby. Por lo visto, y hablo de la segunda vez que le vi, hará un par de días, Toby había tenido un mal día. Se refirió a ello solemnemente como uno de los peores días de su vida. Dijo más concretamente:

- Por una serie de avatares por los cuales no me puedo extender, hoy he recibido ostias por los cuatro costados. Pero esos hijos de puta no van a poder conmigo.

Seguidamente a esto, empezó a hablar del por qué en estos momentos de su vida bebía Gin-Tonic. Todo empezó en un pasado viaje a Cerdeña. Por lo visto estaba de moda por aquellas tierras. Solo la espantosa manía de ponerle una rodaja de pepinillo en lugar de limón le exasperaba hasta tal punto que los tildaba de gilipollas perdidos a los que se rebajaban a tal bajeza.
Cuando cerró la tienda de Informática ya teníamos vía libre para fumar. Eso sí, en los baños inutilizados de la galería. Entre olor a humedad y cañería, allí metidos estabamos Conchi, Luis el Peluquero y Jose Antonio, Inspector de la Policia Nacional. Jose Mari, cuando se anima, empieza a relatar historias que lindan con lo desagradable. Cuando Paqui y Pepe terminaron sus cigarrillos, este aprovechó para hablarme del descaro frente a las mujeres. Jose Antonio estaba convencido de que el soltar guarradas inesperadamente ante una dama, muy al contrario de lo que pudiera parecer, tenía unos efectos muy favorables a la hora de seducir. Decía:

- Me dijo la señora que le pusiera una copa, yo le dije que no, que se la pusiera ella. Dijo que sí, que era absolutamente necesario que lo hiciera. Y así, de pronto, se lo dije: “De acuerdo, pero luego tienes que chuparme la polla”. Y a los diez minutos, cuando ya me había olvidado de aquella frase, apuró su copa, me bajo la bragueta y se metió aquello en la boca.

Estas cosas, aunque parezca mentira, me repelen. No por la historia en sí, sino porque el narrador es un señor educado, padre de tres hijas, de pelo blanco, de unos sesenta años que de tanto en tanto se anima a contar cosas de esta índole. Su infrecuencia hace que resulten vomitivas y fueras de lugar. También me habló de unas bragas que una señora le dio bajo la mesa de un bar, pero eso es otra historia.
Toby, de pronto, empezó a hablar de la situación mundial, muy en boga estos días. Decía con visible excitación:

- Señores, no se preocupen por las pensiones. Dentro de quince años no va a haber para pensiones. Esto es insostenible. Acordaos de lo que os digo. Fíjense en Alemania, se jubilan más tarde, ¡más que los griegos! !Trabajan más horas que los griegos! Angela Merkel lo dijo el otro día, uno de cada dos alemanes trabaja. Eso es un hito. ¡Son unos niveles de récord! Y, figúrense. Figúrense lo que debe pensar un alemán. ¡Qué yo voy a tener que pagar las pensiones del griego hijo puta que no quiere trabajar! ¡Y una mierda! Y lo que es peor. Están temblando de miedo. Si España tiene que ser rescatada… no les digo nada. Triplicamos la población griega e irlandesa. Esto no es lo mismo. España no es lo mismo. Cuando España caiga, caen todos…

Ciertamente no convenció demasiado su discurso apocalíptico entre los comensales. De pronto, mirando a su izquierda, donde estaba una mujer de la que no les he hablado, llamada Marga pero que presento brevemente: Señora de unos cincuenta, profesora de colegio, con signos de calvicie, cara de whisky, medias de rejilla y ninfómana según mis informes. Pues eso, mirando a su izquierda y sin que nadie lo esperase dijo lo siguiente:

- ¿Cómo tienes tú los pezones?
- ¿A qué te refieres? –dijo Marga-.
- A que si los tienes grandes, pequeños, rosas, marrones…
- Eres un impertinente.
- Lo digo totalmente en serio, no se me malinterprete. Es un tema capital. Aprecio sobre todas las cosas Densidad, Estructura y Color. Me parece fundamental saberlo. Ojo, y me refiero a los pezones, no a las glándulas mamarias.
- Incluso profundidad –dije yo-.
- A qué te refieres chico, me interesa.
- Hasta dónde penetra en la boca.
- Maravilloso, absolutamente maravilloso. A mi, realmente lo que me fascina es un buen culo. Y Marga no anda mal de ninguna de las dos cosas.

Marga se le quedó mirando inquisitivamente, mientras Toby permanecía hipertérrito ante el asombro que sus palabras habían levantado.
Al día siguiente supe que habían dormido juntos, Toby y Marga. Pensé que Jose Antonio no iba del todo descaminado y que si Toby había hablado del porvenir económico mundial con la misma seriedad como lo hizo de los pezones, había que echarse a temblar.

jueves, 20 de enero de 2011

Quisiera la mar en calma...

















Quisiera la mar en calma

Dormirse y parar la marea.

Y la marea

Que no para

Despierta a la mar serena

Desde los altos campos

De aceituna negra

Llora la mar

En el alma de ella

Y en la arena,

Sentada yo,

Escucho la voz

Que me cubre de pena.

¡Ójala supiera!

Ójala! La manera

De hacer entrar en razón

A esta vida nuestra.

Ya quisiera yo detener

El tiempo y su vaivén,

Para que duerma.

Pero hasta ella sabe que

No se puede dormir

Una vida entera.

Y hasta yo sé que

Hay que dejar la marea

Ir y venir,

Por más que duela.


- Inma Ruiz Ruiz -

CABEZA DE LA DIOSA ENTRE MIS MANOS



654 a.C.
Barro oscuro conforma tu figura
Que mantiene el tiempo detenido.
Ser hombre o ser dios hoy es lo mismo:
Sólo un poco de tierra humedecida
A la que un sol antiguo dio dureza,
Hermosura mortal, luz muy madura.
Pero lo que ha durado esta cabeza
Frágil que ha contemplado tantos siglos
La muerte de los otros, que en mis manos
Descansa, se hace fugazmente eterno.
En su rostro moreno cae la noche,
Cae mucha luz de ocaso en sus dos labios
Y cae un día más de nuestra vida.
Misterio superior este de ver
Cómo su cuerpo acumula siglos
Mientras el nuestro pierde juventud.
Misterio de dos barros que han brotado
De un mismo poza y bajo un mismo fuego.
Más sólo a uno de ellos concedió
el Arte la virtud de ser divino
Y, en consecuencia, no morir jamás.

-Antonio Colinas-

martes, 18 de enero de 2011

Leopoldo Maria Panero



"Diciendo No o tratando de protestar, no se destruye nada sino que se integra uno en el sistema".

IMPRESIÓN DE UN DÍA LEJANO.

(escrito en 2007 sobre 2001)


Despunta el lucero en una mañana de dardos,
y como un perro que vocifera, que habla,
da el discurso de un mesias no esperado, no intuido.
La mañana despunta con dos soles, dos lunas que se esconden.
A las costas les sabe el mar amargo,
pero es el aire quien más del día duda.
Como una muerte que se espera ella misma,
que suplica un certero golpe de cuchillo,
se ha cortado el cielo en dos mitades,
igualmente trazadas por la tragedia.
Un drama de los hombres, que unge rencor en sangre,
que se afila los dientes antes y después de las comidas,
sacia su apetito último con un frutal deseo:
El sexo de la mujer ha sido mutilado,
con ella, dos lágrimas negras caen encendidas
en el asfalto carcomido por suicidas del aire.
Las caras sin rostros se pierden en las calles,
blancas, pálidas adornan sus ojos con sendas pupilas
que han visto palidecer el azul y sus contornos.
Despunta el lucero y la escena es realmente palpable.
Los fantasmas existen y tienen esqueleto
y un corazón que jamás han visto.


-Rubén C.M-

sábado, 15 de enero de 2011

BALADA TRISTE DE TROMPETA, de Alex de la Iglesia



-Tejada F.-

Alex de la Iglesia tiene estilo. Desde Mirindas Asesinas es capaz de crear películas con atmósfera. Tiene un lenguaje visual potente, agresivo, descaradamente gamberro. En Balada Triste de Trompeta vuelve a tocar las teclas que le han llevado al éxito, personajes extremos, con necesidad imperiosa de ser tratados psiquiátricamente o directamente internados con una camisa de fuerza. En esta nueva obra esa atmósfera propia es su principal activo, un circo decadente y hortera, unos protagonistas atormentados y un guión que los lleva por un camino de autodestrucción inevitable.
Como es habitual en las películas del ahora cineasta a dieta, los últimos minutos son un completo desfase. Me lo imagino en una habitación delante del ordenador escribiendo el guión, con una botella de Whisky, despeinado, semi desnudo y con los ojos inyectados en sangre, creando las últimas páginas de su texto. Una obra rara, desgarrada con situaciones tragicómicas en las que el autor de Perdita Durango se mueve como pocos. Raphael, un mordisco a Franco, una acróbata cachonda, un payaso que se viste medio de Obispo medio de Carmen de Mairena con la cara literalmente planchada y el otro payaso al que le dejan la cara como el mapa de Toledo, forman parte de esta ensalada que no dejará indiferente.
Una última cosa: Antonio de la Torre ha dejado de ser una promesa sólida para convertirse en uno de los mejores actores de este país.

viernes, 14 de enero de 2011

No volveré a ser jóven


Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

"Poemas póstumos" 1968

-Jaime Gil de Biedma-

miércoles, 12 de enero de 2011

La muchacha del semáforo




-Joan Margarit-

Tienes la misma edad que yo tenía
cuando empezaba a soñar en encontrarte.
No sabía aún, igual que tú
no lo has aprendido aún, que algún día
el amor es esta arma cargada
de soledad y de melancolía
que ahora te está apuntando desde mis ojos.
Tú eres la muchacha que yo estuve buscando
durante tanto tiempo cuando aún no existías.
Y yo soy aquel hombre hacia el cual
querrás un día dirigir tus pasos.
Pero estaré entonces tan lejos de ti
como ahora tú de mí en este semáforo.

Joana (su hija)

Inmensidad de la noche



-Abelardo Linares-


En medio de la noche surge a veces
una pregunta, y la noche se agranda,
y es inmensa la noche hasta la angustia.
Como un barco sin luces, silencioso,
surca así nuestro cuarto tanta sombra
que parece sin límites el mundo.
Nos rodea el vacío, es agua oscura
más densa aún que la sangre. Nada se oye,
tan sólo un chapoteo de hondo cieno
allá en lo más profundo de ese agua:
es nuestro corazón. Pero la noche
no cesa de crecer y ya es un ojo
de insoportable desnudez que mira
nuestro terror. Y es esa la pregunta,
y la noche lo sabe y mira entonces
(sólo a veces) el desvalido ser
que somos, con ternura, y vuelve el sueño.
Y la infinita gruta que es el universo
de nuevo resplandece.

De "Espejos" 1986 - 1991

lunes, 10 de enero de 2011

Norte y Sur



(Censurado)

-Tejada F.-


Al tener una infancia altamente solitaria, no conocía las modas del momento, cuando mis compañeros de clase hablaban de Bola de Dragón Z yo no tenía ni idea, y claro eso no ayudaba a mejorar mis relaciones sociales. Sin embargo era fiel seguidor de Dallas, una especie de telenovela de cawboys con traje y agitada actividad sentimental. Mientras los chavales jugaban y se apedreaban siendo aparentemente felices, yo en el aislamiento de una casa en el campo, disfrutaba cada tarde de la reposición de una serie que me marcó y que despertó en mí una curiosidad insaciable por conocer más sobre lo que contaba y sobre lo que no contaba: Norte y Sur.

Quizá ahí comenzó todo, fue un flechazo, un enamoramiento tan brutal que los deberes los hacía delante de la tele, una costumbre suicida que me costó mucho esfuerzo abandonar. Pero en esos momentos no había otra cosa más importante que saborear unos capítulos grandiosos. Diré que desde el principio apoyaba a los confederados, por su bandera y sus casacas celestes, por sus grandes mansiones sureñas. Poco después, al ir comprendiendo las características de cada bando, mi simpatía fue recayendo en el Norte. Las batallas eran fantásticas, de gran excitación, algo único, cada tarde pensaba constantemente en lo que acababa de ver. Pero mi satisfacción no era completa porque no lo compartía, nadie que conociera era seguidor de la serie, no estaba Internet para registrarme en algún foro friki y comentar cada detalle, desde el momento en el que los protagonistas se conocen en la Academia de West Point hasta la rendición del General Lee.

Por la mañana distraído instalándome en mi sitio al fondo de la clase, solo pensaba en Gettisburg, en esos campos de algodón, en las damas sureñas llegando con sus elegantes vestidos al espectáculo de la batalla, pensando en las bayonetas, en los cañones y en los héroes anónimos. Para mí el gran símbolo de las batallas antiguas: el tipo del tambor y el de la bandera, mientras ellos sigan con su imprescindible labor, que básicamente se trata de mantenerse en pie, morirán por su causa, sea buena o mala, pero al menos es la suya.

Cuando estaba ya casi trasportado a las praderas de Virginia, ayudando a algún esclavo a salir de su infierno y animándolo a enrolarse en el ejercito Yankkee, llegaba mi compañero de pupitre, exaltado: “¿tío has visto la evolución de Piccolo? ha sido increíble, ha multiplicado su tamaño y ¿Goku? Le ha dado una paliza al otro, buf, joder”

¿Que hubiera dicho Abraham Lincoln a esto?

domingo, 9 de enero de 2011



La poesía es un destino no un oficio. En tanto que la sangre no corra entra las líneas, no eres un poeta, eres un versificador.
*
Los versos no nacen unos de otros. La poesía para poetas no existe. Solo hay una poesía para los poetas: la vida. Los versos nacen de la vida, no de otros versos.

VARLAM SHALAMOV

viernes, 7 de enero de 2011

EL ESPEJO



-Rubén C.M-

7:00 a.m

Tienes mala cara. Sentencias así son para tomarlas en serio. Meto ambos pies en las zapatillas, me estiro un poco y camino hasta el baño. Allí, doy al interruptor del romy y las cuatro bombillas de 60 vatios relampaguean en los oscuridad sonámbula de las 7 la mañana. Tras un par de segundos, y después del correspondiente periodo de adaptación al nuevo entorno, mis ojos van reconociendo formas, luego colores, más tarde, la combinación de ambas van a dar en silueta y, finalmente, yo, mi yo en sí y cognoscente. La verdad, no veo motivos para la alarma. Mala cara, si. La mala cara que desde que tenía uso de razón me había acampado en mitad del rostro. Ahí están todas. Está la cara de aquel chico al que su entrenador de fútbol, estando él en alevines, lo degradó a benjamines sin ninguna explicación, y a su vez, el coach de dicha categoría lo relegó al banquillo junto a dos deficientes mentales, un gordo y un paralítico. Allí también está la cara de aquel otro, más mozalbete, con ambas manos cubriéndose el rostro, ocultando una amalgama de supuraciones pueriles verdinegras, mientras espera, entre clase y clase, a que aquella belleza del 1º C pase, con la única y amable intención de saludarla. También, en las butacas del fondo, sentado a la derecha del padre, aquel otro, borracho como una cuba en la barra de un bar de buena muerte, sorbiendo la última gota de su desesperación, sobre una base rítmica de la Madonna más post-moderna. A parte de eso, no tengo del todo mala cara. La de ahora, simplemente. Que no es ni más ni menos que todas aquellas sumadas a la última, más blanca, inexpresiva, indiferente. Ese es mi yo. Mi yo gris marengo. Junto a mí, un albornoz apelotillado y raido, un armario estrecho, blanco, con tiradores dorados, una ventana y un bonito cuadro en el que se puede observar a Pinocho seguido de un grillo bípedo. No sé por qué en momentos así me acuerdo de Shopenhauer. Tal vez soy un sentimental, qué sé yo. Apago la luz y vuelvo a la cama.

11:00 a.m.

Un ronquido. Un ronquido profundo, estertoreo, me despierta. Es ella. A veces lo hace cuando fuma mucho. Anoche lo hizo. Me levanto y voy a la cocina. Cojo un vaso y dejo correr el grifo. Mientras se va llenando, un pensamiento fugaz me cruza la mollera. “Tienes mala cara”. Y así, esa frase se va repitiendo una y otra vez como una imagen hitchconiana obsesiva y delirante. El agua empieza a correr por mi mano, llegando una de las gotas hasta el codo. Saliendo del letargo, me interrogo concienzudamente. ¿Alguien me lo ha dicho o lo he soñado? Solo hay una manera de comprobarlo. Voy al baño y doy al interruptor. Frente al espejo, escruto mi cara buscando signos de aquella afirmación. No parece ir del todo mal por aquella zona. Solo, acercándome muy mucho al cristal, surcos y cicatrices, recuerdos de la adolescencia que, con el paso de los años, han ido desapareciendo pero que, aun así, fijándose uno, puede encontrar vestigios de aquellos tristes y dolorosos días. Miro a mi alrededor. Más concretamente, alrededor del interior del espejo. Por la ventana, motitas rosas y amarillas se filtran a través del cristal viselado, cayendo oblicuamente sobre el asiento del inodoro. Pinocho y el grillo siguen con su paseo, sin novedad. En esas me acuerdo. No lo he soñado. Esta mañana estuve aquí, ella me lo dijo. Ahora todo cuadra. Apago las luces. La del pasillo también. Vuelvo a la cama.

16:00 p.m

Estoy sentado. Estoy sentado en un banquillo largo, longitudinal. Solo yo estoy sentado en él. De pie, un hombre hace aspavientos ante una línea blanca que también se pierde en el infinito. Hago una batida. Es un campo de futbol. Niños sin rostro corren detrás de 20, 30, 40 pelotas. El caso es que no me es extraño. El hombre que grita me mira. Yo lo miro. Espero que diga algo. Pero sigue a lo suyo, gritando, moviendo las manos nerviosamente. Frente a mí, en lo alto, un gran reloj blanco, con las manillas negras, avanza con violencia alrededor de su eje. Comienzo a ponerme nervioso. Es como si algo se fuese a acabar. Miro al tipo. Este ya no me mira. Los niños siguen corriendo tras sus pelotas. Cada uno tras la suya. Sigo esperando y mirando el reloj. De pronto, el reloj se abre súbitamente, como las puertas de un bar del viejo oeste y un enorme grillo se abalanza sobre mí. Despierto. El Sol da con fuerza a través de las aberturas de la persiana. Miro a mi derecha. Ella sigue ahí. Duerme. Me levanto y voy al baño. Me miro al espejo. Parece que tengo mala cara. Bajo los ojos, dos bolsas negras se apelmazan. Un color amarillento, hepatítico, se concentra en mis labios, agrietados. Algo me deslumbra. La luz, entrando a todas leches por la ventana, se proyecta sobre los dorados tiradores de la repisa que a su vez apunta hacia el espejo. El efecto me deja cegado. Observo el cuadro de Pinocho. Recuerdo el sueño. Menuda mierda. Pepito grillo camina delante de su compañero. ¿O era detrás? Cierro la puerta y vuelvo a la cama. Tomo una pastilla. Lexatin 3. Domingo. Duermo.

19:30 p.m

Música. Música de discoteca. Madonna. Alguien del edificio parece querer rememorar mejores años. Voy a la cocina. Abro la nevera y cojo una cerveza. Apoyado en la encimera, de codos, escucho el monótono sonido de los electrodomésticos. Es relajante, pienso. Termino con la cerveza y voy a por la siguiente. Vuelvo a la cama. Anoche no fue una buena noche. Anoche nos pasamos. Mientras chupo de la botella, una náusea general se apodera de mí. Corro al baño y lo echo todo. Me limpio la boca con papel y tiro de la cadena. Enciendo los 240 vatios del romy y allí me encuentro, con la cara desencajada y fláccida. Por la ventana, luces violetas entran como una lluvia de gelatina. Despaciosa, lentamente, flotan por el baño alegremente. El armario con sus puertas abiertas de par en par, hace ademán de abrazarme. Mientras, Pinocho, dentro de su marco, llora desesperado buscando a su Pepito, así lo dice, su Pepito. Me concentro nuevamente en mí. Soy rubio, con tirabuzones dorados, como los tiradores de la repisa. Soy hermoso, angelical. La gelatina violeta se adhiere a mi piel, con suavidad. Cuando ya está todo, se vuelve azul. Como si fuese un pez, observo escamas por toda mi piel. Al respirar, en mi cuello, hendiduras horizontales se inflan y desinflan al ritmo de una música ancestral, atávica. Siento un poder sobrenatural en mi interior. De nuevo siento ganas de vomitar y lo hago. Litros de oro líquido salen por mi boca llenando el lavabo, rebosándolo. Sale disparado a borbotones, cada vez más rápido, cada vez en mayor cantidad. La habitación comienza a llenarse del líquido divino, subiendo como enredaderas por mis piernas. Siento como me posee un cálido fulgor metálico que me endurece los músculos. Me siento fuerte, poderoso, lúcido. Empiezo a reír a carcajadas. ¡Lo sé! Lo sé! Grito. ¡Lo sé! ¿Qué sabes? Lo de Pepito.¿ Lo de quien? Pepito, ¡sé donde está…!

- ¿De qué coño hablas?
-------¡ostias, qué pasa!--------.
- No sé, pero tienes mala cara.

martes, 4 de enero de 2011

LA FUGA


Febrero 08'

-Rubén C.M-

Despierto sobre las dos. Creo que anoche bebí demasiada cerveza, menos de lo que hubiese querido, debido a ello me han invadido una serie interminable de pesadillas. Cuando la mente sigue funcionando, cuando uno se va a dormir deja margen a la creatividad que, borracha, nos jode la cabeza. No tengo nada en el frigorífico. Me doy una ducha rápida y me visto. Bajo a un bar cercano y pido una coca-cola. Definitivamente hoy no es mi día. Cerca de mí una pareja bebe unas cervezas. Rondan la cuarentena. Ella, con una belleza hundida bajo la piel tapada por unas lindas arrugas, de ojos grandes, experimentados y compasivos. Él, con su uniforme azul, chaleco de múltiples bolsillos, ligeras entradas, barba grisácea de un par de días y una piel duramente tostada por el Sol. Él no habla mucho, parece decaído. Ella, por el contrario, mantiene una ligera sonrisa que no termina nunca de estallar. Acabo con mi tapa y pido otra estúpida coca-cola. Sí, soy un marica en toda regla, en cualquier caso un marica que no quiere cagarse en los pantalones. Ella parece estar convenciéndole de algo, el niega con la cabeza una y otra vez, totalmente abatido. Escucho algunas palabras:

- Ven a mi casa, yo lo pago todo, lo doy todo por ti, pídemelo, nada más.

El agacha la cabeza unos instantes algo pensativo, parece un tanto humillado y otro tanto orgulloso. Parece no tener tampoco un gran día. Me tomo la segunda tapa y doy pequeños sorbos a la coca-cola. Por un momento, me he olvidado de mí mismo y me preocupo por ese tipo. Después de unos minutos en silencio, él se inclina para agarrar una servilleta y en el trayecto traza un beso en la mejilla de su compañera, esto, hace que sus arrugas se compriman en una tierna sonrisa. Él vuelve sobre su postura sin levantar la mirada. Parece un crío caprichoso al que le han negado unos caramelos. Ella se levanta y lo abraza, le lanza unos besos y se queda observándolo:

- Nos vamos?

- Sí, vámonos de este maldito lugar.

Los dos recogen sus cosas y salen por la puerta. Acabo con el dichoso refresco, pago y vuelvo a casa enseguida. Ya en mi habitación, me tumbo en la cama y enciendo un cigarrillo. “Odio a estas jodidas parejas. Que si sí, que si no. Maldita sea, tú la quieres, ella te quiere. ¡Al carajo! ¡Marchaos! ¡Marchaos de aquí! ¡Marchaos de una puta vez!”.