Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







jueves, 26 de enero de 2012

Le depaysé

-Africano-

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Esquiar, hacer puenting, rafting, escalada, cruzar el desierto en moto, bucear. La gente parece tener el piloto del miedo averiado. Se lanza a la aventura sin titubeos, poniendo alegremente sus vidas en peligro. Y es que la rutina, el estrés o incluso el mero aburrimiento son en ocasiones tan insoportables que lleva a las personas a buscar salvoconductos que les haga sentir algún conato de libertad.
Visto lo visto, parece que no tienen suficiente con el deporte de alto riesgo que es ya de por sí la vida. Luego aparecen hechos papilla entre unos riscos debajo de un puente, secuestrados en Mauritania o flotando como un mojón marino en una playa.
Aunque tampoco hay que fiarse. En esta terraza, junto a esta cerveza, también cualquier cosa puede pasar.

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No añoramos la infancia, sino la percepción infantil del mundo.

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Los recuerdos tienen una virtud que los hace placenteros. Tener la piedad de no mostrarnos el estado de ánimo que teníamos en el instante recordado.

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¿Sería mucho pedirles que bajaran el volumen? Esos demonios, alrededor de mi cama, montando el jodido aquelarre.

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La palabra salario tiene su antecedente histórico en la palabra sal. En otros tiempos, en el Mediterráneo, la sal era un producto de tal importancia que servía como moneda de cambio a lo largo y ancho del Mare Nostrum. Así aquello de la sal de la vida. Qué otra cosa iba a ser si no.

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Lo dijo Nietzche: La vida no tiene sentido sin música.
Ya es con ella y mira tú.

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Un lexatín. Dónde hay un puto lexatín.

viernes, 20 de enero de 2012

Le Depaysé


-Africano-

Yo no sé si a todo el mundo le pasa pero conforme transcurren los años me voy dando cuenta de que no somos muchos los que lo sufrimos. Algunos parecen encontrarse como antropomórficos peces acuáticos en el mar tormentoso de conversaciones que se producen entre gentes que, por circunstancias coyunturales, se ven obligadas a compartir reunión.
Es tremendamente espantoso presenciar ese espectáculo en el que el ser humano ha de recurrir a los registros más elementales y a los temas más burdos de cuantos hay en la gran olla del “lugar común” para llenar el tiempo. A grandes paladas, van sacando del potaje todas las vísceras que quedan asidas al cucharón. Y lo que es peor, tratan por todos los medios de introducírtelas en la boca, incluso haciéndote el avioncito, si es menester.
La televisión, en estos casos, es el convidado de piedra en este tipo de reuniones. La tonadillera de tal, la polla del otro, el gramo de coca que le robo este a aquel, y que si la abuela fuma.
Cuando no, cuando la conversación se ha convertido en un monólogo a cuatro o cinco bandas en el que cada uno hace esfuerzos por decir la imbecilidad más apabullante, el de al lado, el que se sienta a tu vera, viéndote fosilizado dentro de tu propio pellejo, acude misericorde en tu ayuda relatándote episodios y anécdotas de su encefalográmica vida, pensando que con ello te está haciendo realmente un favor:
Que si le gusta la escalada; que si va todos los años al Circuito de Jerez; que si se bebió un vino riquísimo en las bodegas de un entrañable pueblecito de la baja Extremadura; que si le compró a su madre el último disco de rancheras de Bertín Osborne…
Pero no es hasta el final, cuando va llegando la hora de irse —momento en el que considera haber alcanzado el éxtasis y siente que su alma y la tuya han llegado al clímax sagrado de la amistad— cuando te lo propone…

—¡Oye, podríamos ir de pesca!

Y recuerdas aquella escena de Fredo en el barco, en el lago, en aquella película…

jueves, 19 de enero de 2012

El Raticida


-Javier Jabato-

Lo había intentado todo. Había pintado los muros de la ciudad con su nombre y le había mandado flores y poemas. Le había dejado mensajes en el facebook que realmente rompían, o lo intentaban, la cibernética frialdad. La había esperado a la salida de la facultad y del trabajo y había salido a buscarla en la noche gran_nadina, garito tras garito y copa tras copa. Había frecuentado parques y plazas, museos, restaurantes y cines. Hasta bibliotecas. Se lo había dicho por activa y por pasiva, en esperanto y en suagili y en binario; se lo había dicho en poesía y en prosa, con señales de humo, con mensajes en el móvil, con el silbo gomero, con botellas de náufrago que lanzaba al Genil por las noches, cuando la ciudad entera dormía. Incluso, en mitad del delirio que precedía a cada amanecer, había pensado en mandarle a la tuna.
Aquella mañana, ni se sabe de dónde, consiguió cuatro o cinco ratas muertas, las empaquetó en una caja de zapatos y se dirigió a Correos.

martes, 10 de enero de 2012

RESEÑA: Crematorio

-Tejada F.-

No es Baltimore, tampoco Jersey ni Atlantic City, se trata de una ciudad cualquiera de la costa del viejo Mediterráneo, una familia, un pasado, un presente, el poder, la ambición. La mejor serie española jamás realizada se llama Crematorio y habla de nosotros, de nuestras miserias y mezquindades. Los años en que en España el dinero corría como la polvora y todos recibían lo suyo. Desde la mafia rusa hasta los especuladores y políticos que se enriquecían casi a la misma velocidad que la costa se llenaba de hormigón a la vista de todos, legitimados, eso sí, por la gran cantidad de empleos generados. Algún tipo con principios también, pero los hombres con principios deben llevar escopeta de caza.
Ocho capítulos que al espectador curtido lo trasportarán a las mejores producciones de la gran HBO, se nota que los creadores se han inspirado en esas grandes series que todos tenemos en mente, mejor así.
El guion, la factura y las interpretaciones son excelentes, intercala flasbacks que no insultan a la inteligencia del espectador como suele suceder en la ficción televisiva de nuestro querido país.
Como las grandes obras y a pesar de los tiempos que corren en los que se infravalora una buena resolución, el final está a la altura del proceso.
No, no es Baltimore, tampoco Jersey ni Atlantic City, aunque a veces lo parezca.

domingo, 8 de enero de 2012

CONVERSACIONES LITERARIAS CON FABYO



- TU NOMBRE ES ROBINSON -


En la vida hay que tomar decisiones. Eso ya lo sabemos todos por aquí. Sartre lo dejó bien claro cuando concluyó que estamos condenados a la libertad. Lo que no sabíamos, al menos yo no lo sabía (al principio ni lo sospechaba) es que fuera tan complicado acertar a tomar la decisión correcta.

Esto lo empecé a descubrir con el primer libro que recuerdo. Antes había leído otros, todos por obligación, todos insoportables como todo lo que se hace por obligación, pero no recuerdo los títulos de aquellas lecturas infantiles del duende verde o del barco de vapor.

El primer título que leí con cierto interés fue "Tu nombre es Robinson". Se trataba de una versión infantil del clásico de Defoe. Con una extraña particularidad. Al final de cada capítulo se presentaba una disyuntiva y uno tenía que escoger entre varias alternativas si hacía esto o lo otro en función de lo cual tu travesía por la isla sería más o menos agradable. Como la vida misma.

Debí morir unas quince veces - devorado por caníbales, ahogado en el mar, de inanición... - hasta que logré escapar de aquel lugar. Qué complicado para un niño de doce años manejarse en una isla desierta, sin padres, sin amigos, sin nadie más que el jodido Viernes al que nunca tragué del todo, supongo que porque a los amigos se los escoge y con este tipo no tuve otra opción.

Esas lecturas del instituto a colación. Tal vez hoy disfrutara leyendo Yerma o Historia de una escalera, pero no hay que obligar a nadie a que lea un libro como no hay que insistir en que alguien coma si no tiene hambre o no le apetece tomar. Esas pesadas anfitrionas incansables siempre animando a sus invitados a seguir comiendo. No. De hecho no hay que obligar a nadie a hacer nada que no quiera hacer, mucho menos en un plazo determinado. Lo acabará dejando indefectiblemente hasta el último momento para al final hacerlo no sólo a desgana sino deprisa y corriendo.

Con la verdura, ¡incluso con la cerveza!, me pasaba algo parecido a lo que me ocurrió con los libros. Al principio no me gustaba.


OHIO #6 Teen Spirit

sábado, 7 de enero de 2012

La pérdida


http://javierjabato.blogspot.com/


-Javier Jabato-

Bajó las escaleras hacia los baños de aquel garito con las urgencias del vómito trepándole ya entrañas arriba. Pensó en aquella su supuesta estirpe, en esa legión insalubre de borrachos y arribistas y perdedores de la peor calaña que, como si se tratase de un peripatético cabaret pre-mortem, habrían desfilado por allí a lo largo de cientos o miles de años, quién sabe. Los nunca artistas, los drogadictos, los deshauciados del amor, los que se perderán pronto en las calles y nunca más aflorarán a una avenida en domingo y mediodía. Las escaleras eran un agujero tubular iluminado malamente por una precaria bombilla roja que daba aspecto de puticlub -más aspecto, se entiende- a aquel garito cochambroso, obsoleto como un whiskería en Cuéntame y deprimente como una puta que llora en un polígono industrial al amanecer; en quiebra permanente como todos los locos negocios que, nunca crematísticos, emprendiese su abuelo en el pasado.
Aún en su estado, tuvo tiempo de comprobar lo puerca y pringosa que estaba la puerta. La empujó con la parte exterior de la mano, metió las adidas en un charco que actuó, plof, plof, como definitivo libertador de su interior y vomitó incontroladamente allí donde pilló, sin mirar siquiera donde estaba, sin tiempo ni ganas ni posibilidad alguna de buscar una luz que tal vez fuese inexistente, sin preocuparse lo más mínimo de si había allí (meando, follando, metiéndose rayas de speed) alguien más. Desfogó pues su volcán de alcohol oscuro. Después la hiel amarilla. Se limpió las lágrimas y se miró huidizo en un espejo roto y lleno de pegatinas y pintadas varias: Leticia, aborta a tu engendro, Caín y plusvalía, La revolución consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos... Se sorprendió, tal vez, de que aquel mágico objeto siguiera reflejando su cara y siguiera, como en una maldición sempiterna, planteando preguntas a las preguntas de su propia mirada. Si hubiera estado de humor se hubiera reído de la broma que siempre hacía un buen amigo suyo. Los espejos son malignas creaciones gallegas, le decía; los cabrones siempre nos responden con preguntas.
La vio al salir y por supuesto le pareció bellísima. Cualquier ser, cualquier cosa, le parecía bella por aquel entonces: una mujer o un arma, una esquina y una plaza, los gatos y los turistas, las flores casuales en un balcón, un perro reventado en el asfalto que se derrite, los cubos de basura destapados, el mendigo ex legionario en la puerta del Opencor, las gasolineras, los centros comerciales, las modernas estaciones de tren, una bombona de butano, la batidora anunciada de madrugada en la teletienda, los cables que cruzan las calles y sobre los que se posan los pájaros. Todo le parecía arrogantemente bello, excelso, recubierto de una pátina de oro y de triunfo; como si en todo ello, en su esencia última, estuviese mágicamente cincelada la palabra -o mejor la idea- Futuro. Así de feo se pensaba. Así de bicho. Así de lumpetario. Nadie más sensible a la belleza que aquel que se percibe y se sueña, y consecuentemente es, esclavo, siervo o proletario de la fealdad... Se miraron y se besaron y ella, trincándolo de la camiseta en la que se veía a un jovencísimo Strummer con una bandera de la Nicaragua Sandinista, lo volvió a meter dentro del meadero. Él bajó la tapa del váter y se sentó. Ella lo cabalgó, con furia y con amor, con cierto desdén también, apretando sus tetas pequeñas contra la boca de él y pidiéndole, literalmente, metáforicamente, que la matase. No hubiera usado condón en el futurible caso, pura ciencia ficción, de que hubiese tenido alguno... Ella, subiéndose las bragas, recolocándose la falda, lo miró como se mira a un amigo entrañable o al mar. Y le dijo:
-Te busco y te encuentro aquí. Siempre.

II
Y así fue durante meses. Cuando él, en las fogosidades de la noches alevosas (noches nacidas como páramos, como pantanos) se acordaba de ella, abandonaba de estrangis a sus amigos, desertaba del concierto que fuese, se esfumaba de cualquier pista de baile en la que se movía ridículo como un robot de 1984 y se iba a su rincón. Diríase se refugiaba. Encendía porro tras porro y la esperaba. Y ella llegaba sobria o borracha, limpia o sucia pero siempre muy tarde. Él la veía descender las escaleras y extendía involuntariamente los brazos, como el niño chico necesitado que era. Entraban, se amaban, hacían morir de envidia a los otros tíos que bajaban al baño. Después despegaban sus sexos sudados y ella se iba. Él se solía quedar allí unos minutos, mirándose en el espejo roto, fumándose un porro más, maravillado y también aterrado ante aquel milagro, imbuido de la belleza inherente a lo pútrido y lo perverso, enamorado de la belleza en aquella su última planta del Infierno. Nunca supo su nombre porque los verdaderos personajes no tiene nombre. Nunca tuvo su móvil porque ella no tenía móvil.


III
Después pasó cualquier cosa: pasó que encontró trabajo o se decidió por fin a terminar los estudios inconclusos, pasó que empezó a remolonear con otras mujeres o que se refugió en su casa para ver todas las películas de Terence Fisher que aún no había visto. Pero dejó de visitar aquel rincón habitable y con el tiempo ella, sus bragas, sus tetas, el espejo roto y la bombilla precaria, quedaron relegadas al olvido; pasaron a ser soñadas y recreadas desde la distancia, en un tiempo verbal nunca antes pensado, un tiempo verbal que era pasado remoto... Caminaba por la calle Niños Luchando escuchando el City Slang de la Sonic´s Rendezvous Band en su mp3. Había olvidado también, desterrándolas a un rincón de su consciencia que no adoleciese de romanticismo alguno, todas aquellas prepotentes canciones que hablaban de un tal orgullo en la derrota, canciones que hubiesen tarareado los que contaban (tres, dos, uno, cero) sus propios pasos al cadalso. Canciones timo. Canciones patraña. Canciones que eran básicamente un atraco. Alguien le tocó el hombro y él se volvió. Su amigo, el del chiste sobre los espejos y las preguntas rebotadas en otras -y peores- preguntas, le dijo:
-Tu andabas con esa tía... ¿no? Lo siento mucho...
La guitarra de la Sonic llegaba al paroxismo de sus dos últimos minutos y él dijo algo que sonó a gruñido animal, a estertor.
-¿Cómo? ¿No lo sabes? -su amigo, a pesar del titubeo, se hizo entonces heraldo del horror mundano- Dicen que se cortó las venas en los servicios de un antro. Hará un par de semanas...
Volvió pues la muerte a su vida, volvió su guadaña de herrumbre a rebanar los cuellos de los gentiles descendientes de Esaú. Supo que no le quedaba otra: se dirigió al primer cajero que encontró y sacó cien, doscientos, trescientos euros que antes de poseer ya había decidido malgastar. Los había quemado antes de tenerlos en la mano, antes de que la ranurita mágica se abriese y soltase toda su mierda.
Lo que sigue es confuso. Más alcohol, más drogas, más garitos gélidos. Noches finiquitadas en el primer portal que lo acogiese. Vómitos y putas y desamor. Las llaves de su piso lanzadas voluntariamente al Genil.


IV
Le sonaron vagamente las escaleras. No reconoció la luz de la bombilla roja. El espejo seguía roto. Antes de vomitar tuvo tiempo de leer alguna de las diferentes pintadas en la pared. Estaban escritas con un grueso rotulador permanente o con lápiz de labios. Daba igual. Eran inconfundibles:
¿Dónde se habrá metido hoy mi fantasma preferido?
Lindo, hoy también vine...
...Y hoy... ...Y mañana también...
Pequeño, ¿dónde te metes? ¿Qué es de tu vida? ¿Me olvidaste ya, tan pronto?
Amor, necesito verte. Necesito tu sexo y tus besos.
No me dejes caer, por favor. Elévame...

miércoles, 4 de enero de 2012

El Café Nuclear: Versión Extendida



Inicios de Diciembre del año 11




7,45 am
Llegué a casa después de realizar mi imprescindible misión de algunas mañanas. En la radio Carlos Herrera ataca sin piedad a un tipo de Esquerra Republicana. Lo merece. El coche chilla como una rata de Manhattan al paso del metro. La humedad lo está matando poco a poco y es su forma poco discreta de quejarse. Lo que todavía no sabe es que quizá nunca vuelva a su tierra, morirá aquí en este exilio paradisíaco y voluntario.
7,50 am
La señorita del 24 horas habla de prima de riesgo, paquetes financieros y deuda externa con una monotonía contagiosa. El maquillaje apenas puede disimular las ojeras y la tristeza de tener el peor turno del día. La cafetera está a punto de soltar su negro brebaje. Meto el lamentable pincho de Yoigo en el ordenador y entro en Google noticias, miro el Caca y visualizo al africano rulando por Paris, entregado a sus olores e imágenes.
7,51 am
Me lleno la taza hasta los tres cuartos, por primera vez en meses y después de dudar un par de segundos decido que esta vez con dos de azúcar y un zas de leche. Un día es un día.
7,52 am
Los Knicks de Nueva York esperan que este sea el año del tercer anillo, el Madison ha sido renovado y ahora parece que luce maravilloso. Veo las fotos del mayor templo pagano del planeta y recuerdo que antes de morir debo gritar enloquecido DEFENSE DEFENSE detrás de Spike Lee. Después de imaginar lo que sería celebrar un campeonato de la NBA 35 años después… bajo de la nube, no tenemos opciones, al menos de momento.
El café me sabe raro, quizá demasiado dulce, pero no está mal. Recuerdos del pelo largo.
7,54 am
En la pantalla, la crónica del diario isleño: una cala de Menorca según los expertos desaparecerá en 50 años, es coqueta y de aguas cristalinas, como todas, pero el implacable viento la convertirá en una zona rocosa solo apta para hippies de visa oro y pescadores furtivos de langosta.
7,57 am
En un golpe de muñeca rápido y lleno de mala suerte, la taza con su líquido por la mitad da un par de vueltas de campana soltando como un aspersor su contenido que cae entre mi pelo, las gafas, la pared, el sofá, el suelo y el ordenador. En una situación de estrés máximo me lanzo a por el pequeño aparato, le pongo servilletas, incluso tiro de secador a la desesperada, pero el enfermo agoniza y tiene la muerte cerca. Es triste, además en Siria la cosa se pone fea.
8,01 am
La mitad del teclado se paraliza de inmediato, la otra poco a poco, casi percibo el azúcar atacando sin piedad las entrañas de la máquina, parece que la marcha de este mundo será dolorosa. De repente colores llamativos en la pantalla dotan la escena de una psicodelia setentera llamativa, mientras el pelo chorrea pringue. El viaje del Notebook está siendo de órdago, dicen que el primer colocón es el mejor, pero este no lo cuenta.
8,04 am
Mientras friego el suelo arrincono el aparato delante de la estufa, tratamiento de choque.
8,09 am
La cafetera vuelve a pedir paso, esta vez sin azúcar ni leche y hasta arriba. Todo está perdido, cautivo y desarmado apago a mi fiel amigo y le bajo la tapa.
1 mes después
Asesorado por expertos lo desarmo y lo vuelvo a armar, al intentar reanimarlo el bicho hace unos ruidos muy raros, está muerto pero desde el más allá se despide con orgullo, es duro como un guerrero de la Edad Media. Me cuentan que lo del secador fue una idea de pena, el azúcar se infiltró a mayor velocidad y la jodí del todo. Tiro de archivo musical para dar solemnidad al momento, estoy solo en el pueblo y lo peto a todo lo que dé el equipo, Extremoduro puede valer: “…que me entierren con la picha por fuera pa que se la coma un ratón…”.
Adiós amigo, después de todo solo guardabas todo lo escrito y documentado de USA BOCABAJO, cientos de documentos e informes de una investigación de milimétrico éxito en El Ejido y ese esqueleto de guion que solo me servía para soñar. Puta vida.