Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







viernes, 7 de mayo de 2010

AQUEL DÍA

-Veterano-

De repente me paré. Pronto pasaron dos gilipollas crónicos discutiendo no sé qué mierda. Los miré con todo el asco del mundo y les pedí fuego. Uno de ellos incluso se permitió la libertad de practicarle una felación verbal a mi chupa de cuero, eso me irritó en demasía. No sé por qué pero ya no me gustaba estar allí, sentado, viendo a esa pandilla de subnormales transitar de un lado a otro. Hubo una vez un tonto de estos que llegó a pasar hasta cinco veces por la misma calle en menos de cuatro minutos, recuerdo que me hizo gracia.
Los siguientes, una pareja de abuelos con sus andares pesados y trabajosos, daban la sensación de no llegar nunca a su destino, estos eran de los más comunes. Justo enfrente una pareja de policías pedían la documentación a un marroquí distraído, su cara me sonaba.
Ya había empezado a anochecer y tuve la rara sensación de vuelta. Eché a caminar. Al rato llegué, abrí con dificultad debido a la casi invisible luz del portal y entré. No había nadie. Me dirigí al dormitorio, tropecé con algo y aproveché para descalzarme. Hacía buena noche así que busqué una vela y encendí mi pipa. Cuando desperté habían pasado más de dieciocho horas por lo que no era persona. Mi cuerpo entumecido era incapaz de despegarse por sí solo de los efectos del opio, por lo que me ví obligado a meterme en la ducha. No me miraba al espejo desde hacía días.
Después de caminar durante un rato volví al sitio de siempre, de pronto me detuve. Los primeros en pasar, la típica pareja de ancianos, a su paso. Luego llegaron los dominicanos y su alboroto, pasaron desapercibidos. Ellos no lo sabían pero les estaba perdonando la vida, un día tras otro seguían siendo cómplices, víctimas, o simple y llanamente seguirían escapando. Anochecía y regresé a casa. Abrí y no había nadie, sólo la luna en la ventana, quieta. La nevera seguía vacía, no sé con claridad desde cuando, puede que hiciese días de su último alimento. Había gastado mis últimos ahorros en la compra de un buen libro, una edición cojonuda, y en pagar el alquiler así que nada de cenar, tampoco lo necesitaba. Mis mandíbulas ya se habían jubilado, aquel mismo día. Me tendí y encendí mi pipa, como cada noche, y pronto la luna se cubrió de humo.
Al llegar me paré, como siempre, de repente, era otro día. No sé que hizo tan especial aquel sitio, pero ya no me gustaba estar allí. Una señora emperifollada paseaba su emperifollado perro. Era Domingo y el auge de la eucaristía se sentía en sus rostros deformados, y yo ahí, perdonándoles la vida.
-¿Perdona, un papelillo no tendrás por ahí?
-Sí, tengo varios -le contesté-
Se trataba de un chaval joven.
-¿Podrías darme uno? Por favor
-Me gustaría, pero no.
-¿Y se puede saber porqué?
Me vaciló.
-Porque no te servirá de nada. -dije-
Acto seguido saqué mi Magnun 49 y de un disparo le volé los putos sesos. Había llegado el momento. Todo cambió en una décima de segundo. La gente y sus jodidas caras deformes gritaban con los ojos clavados en ese jovencito idiota, que acababa de perder el equilibrio, para siempre. Había mucha sangre, y ruido. Caminé rápido hasta casa, la cuenta atrás. La escusa perfecta, a mis espaldas, yacía contra el suelo en un charco, inmóvil. Abrí la puerta y entré, me fui hacia el salón y busqué asiento. Encendí la vela y saqué la carta del sobre, no había vuelto a sacarla desde aquel día. La volví a leer. Todo seguía igual, eso me alivió. Luego la dejé caer sobre la mesa. Llegó el momento.
Entré al servicio sin ninguna sensación, con el alma chorreante , con las manos frías. Y me miré. El espejo a un lado, yo al otro, y en mitad el reflejo de lo que se avecinaba.
Mi cuerpo hacía días que ya sufría la degradación de un final, había desaparecido toda expresión y mi desnudez ya era plena ante el reflejo del último testigo. Casi tres semanas después de aquel día.
Cuando los policías entraron, a las pocas horas, mi cuerpo ya descansaba en el umbral de los hechos. Había sangre, mucha sangre, también una pistola, mi Magnum 49. Uno de ellos, supongo que sería el de mayor rango, se acercó sigiloso hacia la escusa perfecta, y dándose un cierto aire teatral, como si acabara de encontrar la pista de un caso eternamente abierto, leyó la carta.
“Tras examinar los últimos análisis, sentimos comunicarles que los resultados han dado positivo. Le rogamos se pase lo antes posible por la clínica. A 5 de Febrero de 1983”

3 comentarios:

  1. Veterano, excelente texto. He tenido muchas ganas de llegar al final, has creado suspense, comedia y drama sobretodo al final. Reitero excelente.

    Me ha gustado tu uso de la oración corta, casi telegrama, que se asocia a una literatura menor o juvenil. Pero veo que te sientes muy comodo en ello, será tu estilo. Vaya por delante, decirte que el 90% de los best-sellers usan este tipo de estilo.

    Esto se conoce como novela negra ¿no? Parece mentira que seas el único del caca que se atreve con la ficción.

    Mi más sincera enhorabuena, me ha encantado.

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  2. que taxi driver te pones tio

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  3. Veterano no me podrás discutir que en este texto has emulado a tus grandes...El argumento recuerda a la emblematica "Taxi Driver"...la perspectiva del personaje me suena mucho a Camús en "El extranjero" y veo algo del estil0o de vuestro preferido Bukowski.
    Me gusta pero creo que tu estilo propio es mejor por si solo.
    Besos chico guapo

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