Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







lunes, 24 de mayo de 2010

La última noche

Por fin llegó la última noche. Al día siguiente Ana tenía su último examen del 2000; no estaba nerviosa, había estudiado bien, llevaba siete días preparándose y tenía certeza de que mañana haría un buen examen y después quizás saldría por última vez en Granada antes de marcharse a su pueblo a pasar las Navidades en familia.

Como todas las noches de aquella interminable semana, Ana llegó a la Biblioteca después de haber cenado sobre las once de la noche, se identificó en la entrada y se sentó como siempre en una mesa al final de la sala, por supuesto mirando a la pared para evitar distracciones a las que ella era proclive. Faltaban unos días para las vacaciones así que el ambiente en la Biblioteca era el más propenso al estudio ya que la inmensa mayoría de los estudiantes ya disfrutaban de las vacaciones. Necesitó quince minutos para concentrarse pues hacía una noche de perros y se oía al viento enfurecido resoplar alrededor del ingente edificio. Ana salió a fumar su primer cigarrillo a la una, y a las dos, con el trabajo por hacer casi mediado, volvió a salir. Se fumó su pitillo en el porche de la puerta confundiendo en su soplar el vaho del frío con el humo del cigarro. Pensaba en su padre. Si hacía ese tiempo en su pueblo, su padre mañana no saldría al campo a trabajar y se quedaría tendido en la cama las primeras horas del sol abrazado a su madre hasta que ella se levantara y le preparara el almuerzo.

Cuando entró ya sólo quedaban unas diez o doce personas. El estudiante más cercano a su sitio estaba sentado unas mesas a su derecha y mientras ella regresaba a su asiento él la miraba atentamente. El joven era encantador y a ella le gustó esa forma descarada de mirarla como si no existiera otra cosa en el mundo en ese instante más que ella; pero no podía pensar eso ahora, Ana se enamoraba demasiadas veces todos los días así que no había lugar para pájaros en su cabeza ahora. Volvió a su sitio y siguió estudiando.

Los marcados pasos del guardia de seguridad le distrajeron y había pasado ya casi una hora del último descanso. El guardia solía dar una vuelta por todas las mesas cada cierto tiempo. Unas visitas escandalosas debido a sus botas que Ana no llegaba a comprender pues a esas horas de la noche ya nadie se dedica a pintar en las mesas y aquel ruido le resultaba desagradable al oído e incompatible al estudio. El segurata se marchó y Ana pudo volver a concentrarse y sumergirse de nuevo en su tarea. No pudo hacer lo mismo el joven de al lado que se había quedado dormido.

Acababa de volver a imbuirse en sus apuntes cuando algo la volvió a distraer. Un joven, más guapo si cabe que el anterior, se sentó justo frente a ella. Se miraron un instante, ella volvió a lo suyo y él siguió mirándola.

Pensó en cambiarse de sitio para poder seguir centrada en su estudio pero notó que el chico no llevaba apuntes ni libros ni nada por el estilo así que supuso que se marcharía pronto y no se movió. Además a ella tampoco le quedaba ya demasiado trabajo. De nuevo algo la distrajo; esta vez fue la pierna del atractivo desconocido por debajo de la mesa. Ella levantó la mirada y el muchacho dijo:

- ¿te queda mucho?
- ¿perdón?
- ¿te queda mucho? - repitió él
- ¿te importa mucho? - replicó ella
- oye, no seas grosera conmigo. Será mejor que nos llevemos bien. Había pensado que cuando acabes podíamos ir a tu casa y, bueno... ya sabes... ¿no?
- ¿qué sé? - preguntó Ana con desdén.

continuará

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