Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







lunes, 11 de julio de 2011

RESEÑA: Manhattan


ARTE


-Julio Basurco-




Tras ver "Manhattan", uno no puede entender como Woody Allen sigue afirmando frecuentemente, con cierto tono de frustración y autominusvaloración, que jamás ha conseguido realizar lo que él llamaría un clásico o, sencillamente, una gran película comparable a alguna de las firmadas por Fellini o por su adorado Ingmar Bergman. Tal vez sea la habitual ceguera de quien está en posesión de un talento natural, de un don innato para realizar obras maravillosas en un campo artístico determinado, producciones inalcanzables para la mayoría, pero que a ojos de su creador carecen de mérito alguno debido a la facilidad con la que él las realiza. O puede que, simplemente, Woody le profese tal amor al arte que jamás creerá que él sea capaz de ejercerlo, que su cine pueda hacer aflorar sentimientos en otras personas, equiparables a los que sus admirados dioses le hicieron experimentar a él.. Pero sin duda y por más que su modestia (o ceguera) le impida reconocerlo, Woody Allen pertenece a ese olimpo selecto, y tal vez "Manhattan" sea la mayor culpable de ello.
Ya había mostrado al mundo un par de años antes las que iban a ser las constantes de su cine en otra joya titulada "Annie Hall", una película que rompió moldes e hizo verse a toda una generación reflejada en pantalla de manera inteligente, ingeniosa, ácida y divertidísima. Realmente es imposibles decir si una es mejor que otra, pues aunque toquen los mismos temas, son muy distintas. En "Manhattan" no hay flash-backs, ni dibujos animados, ni almas saliendo de sus cuerpos, ni subtítulos con los pensamientos de los personajes. Es una película mucho más clásica (aunque este término incomode a su director) en el sentido estricto de la palabra, más preciosista, con un ritmo más sosegado, con ecos de esa otra obra maestra llamada "El apartamento" de Billy Wilder, un parecido debido en parte a la maravillosa fotografía en blanco y negro de Gordon Willis, quién con su trabajo ayuda a Woody a redondear la cinta y a dejar para la historia, de paso, uno de los homenajes más sinceros y hermosos jamás vistos hacia la ciudad más famosa del mundo. "Manhattan" constituye un agudo retrato de las relaciones humanas, con el ambiente de la pseudointelectualidad neoyorkina como marco, pero es, ante todo, una profunda reflexión sobre algo tan universal como la búsqueda de la felicidad, el fondo, en esencia, de todo el cine de Woody Allen, gran humanista en realidad. Defensor de los sentimental por encima de lo racional a pesar de su pinta de "gafapasta", su cine no es exclusivamente de intelectuales; es para cualquiera que piense y sienta. No pertenezco a los círculos sociales retratados en la película ni tengo la edad de sus personajes y, en cambio, siento sus problemas como míos y me veo retratado en sus neurosis, sus dudas y hasta en sus gilipolleces. Y es que ese don del que hablaba al principio del que Woody Allen es poseedor es el don de llegar al alma contando historias. Y eso es arte con mayúsculas.

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