Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







domingo, 24 de julio de 2011

Breves visitas a la Región del Hipocampo VI


-Rubén C.M-

VI

Estaba con la mirada perdida en algún punto de aquel vasto paraje, tan hermoso que resultaba casi infernal, cuando “La Roca” me habló:
- ¿Te ocurre algo, amigo? –Era la primera vez que no era yo el que iniciaba la conversación, por lo que me perturbó su inédito interés-.
- Nada. Pensaba en los que, antes que yo, pasaron por aquí.
- Sí…
- Y en lo qu dijiste de la música. Decías que algunos acababan perdiendo la cabeza… Ya sabes a lo que me refiero…
- Suicidio.
- Suicidio.
- Tal día como hoy -ya sabes que aquí todos los días son iguales- Camus dijo algo que allá abajo parece ser que tuvo alguna repercusión. “Lo único realmente importante a tener en cuenta en la vida es el pensamiento del suicidio”. O algo así, no lo recuerdo exactamente. ¡Parece que lo estoy viendo ahora! Pobre. Acababa de morir Cesare Pavese, no sé si lo conoces. A un hombre medianamente sensible no puedes darle una muerte diaria como gustosamente decía disfrutar Miguel Hernández. Parece una broma que Albert muriese en un accidente. O no. Si uno se fija bien en su afirmación, habla de pensar en el suicidio, no en materializarlo. Hay algo en ese pensamiento estimulante y creativo. Aunque Albert pusiera con toda afectación un gesto de lo más profundo en su argelino rostro, a mí, vieja piedra en el camino, no me engañó. Ya se lo había oído, casi medio siglo antes, al loco más loco de todos. “El pensamiento del suicidio es una forma de autoayuda”. Claro que sí. Mientras lo piensas no lo llevas a cabo. Así de sencillo. Aunque, y perdóname si peco de inmoral en lo que voy a decir, cosa que me da bastante igual teniendo en cuenta que aquí la medida no es el hombre, aunque por otro lado, digo, hay cierta belleza en desaparecerse. Tiene algo cómico el asunto, y trágico. Es tonto y tierno, ver el teatrillo que algunos han montado para darse muerte a fin de escribir una última página de oro en sus tristes biografías. Larra, un tiro. Dicen que aquel día no estaba especialmente triste. Ortega lo dijo, no es necesario un gran acontecimiento en la vida de un hombre para que este decida quitarse la vida. La retirada de un saludo al cruzarse con alguien, unos grados de más de temperatura, pueden dar el impulso necesario para apretar el gatillo.
- Creo que Pavese y Larra tenían el mismo problema.
- Mujeres.
- Sí, es posible. ¿Qué me dices de Hem?
- Pensaba que tenía a todo el FBI comiéndole los talones.
- Escuché que la noche antes de morir cantó una canción italiana junto a su mujer: Tutti mi chiamano bionda, ma bionda io non sono…
- Mujeres.
- Sí, mujeres…

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