Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







martes, 25 de octubre de 2011

INFORME V: Sarrión 5


Llegué silbando al 5 de la Calle Sarrión. Golpeé la puerta con el dorso de la mano y puse una gran sonrisa.

—¿Qué quiere? —Un bicho de metro noventa permanecía en el umbral de la puerta esperando una larga explicación—.
—Busco al Lucho, él sabe bien a lo que vengo.
—Pasa. —No esperaba la invitación pero accedí—.
—Lucho, te vienen a buscar. Tiene que ser el hombre de Eliades.
—¿Quién eres?
—Eso no importa, lo importante es que tienes la oportunidad de devolver lo que te llevaste.
—El pago está hecho, no entiendo.
—¿Pagar? Lucho, vas a pagar de verdad si no lo devuelves.
—¿Qué está diciendo este tipo, Lucho?
—No tengo ni puta idea. El intercambio se hizo y punto. No sé que problema tiene tu jefe.
—Aún no ha nacido la ingle que me domine, al menos hasta hoy.
—Pero qué dice este gilipollas.
—Será mejor que cuides tus modales, joven. Esto se puede solucionar sin que nadie resulte herido.
—Pero…te voy a partir las piernas, mamón.
—Espera. Déjalo, a lo mejor está confundido simplemente, dejemos que se explique.
—No hay confusión, Lucho. O devuelves el anillo o vas a tener problemas.
—Qué cojones… ¿de qué anillo habla este, Lucho? ¿Es el que le diste a la mujer de Cepero?
—¿Quién es Cepero?
—¿Cómo que quién es Cepero? Este tipo no sabe donde coño está. ¿Eres madero?
—Soy el tipo que te va a poner los huevos a trabajar en la garganta.
—Te voy a machacar. —Arrastró su pierna izquierda lateralmente, momento que aproveché para expandir a Picha de Toro. Salió por arte de magia desde mi manga. Parecía que acababa de ver una boa. En su confusión, mientras sus neuronas hacían chispas buscando en los archivos polvorientos de su chaveta, le endiñé en la entrepierna—.
—Te lo dije, amigo.
—Tío, estás muerto. No sé a que mierdas has venido aquí, pero te van a cortar la cabeza. —Clave los ojos en Lucho. Le asesté de abajo arriba en la barbilla con la punta del metal, cerró la boca de golpe y empezó a sangrar. Se había mordido la lengua.
—¡Cabrón, cabrón!
—Mira nene, solo quiero que me digas donde puedo encontrar el anillo, sin más. Si me lo dices te dejaré tranquilo.
—¿Para qué quieres ese anillo de mierda?
—¿Charo, la lotera, la conoces?
—¿Quién coño es esa zorra? —Volví a darle, esta vez con la mano abierta—.
—Mira tío, cogí esa baratija en una taquilla, no sabía de quién era. Estás loco si piensas que te lo van a devolver…
—Mira, aquí soy yo quien dice lo que importa y lo que no. Suéltalo ¿dónde lo puedo encontrar? —Le intimidé alzando a Picha levemente en el aire—.
—La mujer de Siso Cepero. ¿Es que no sabes quién es, idiota? —La verdad, no caía—.
—Pues mira, no. Dímelo tú.
—¿Ves las noticias? “El Kilo”.
—“El Kilo”. —Lo recordé de pronto. Archiconocido traficante de drogas entre otras lindeces. Lo llamaban así por su afición a colgarle de los huevos un kilo de plomo a todo aquel que le caía mal—.
—Muchas gracias, Lucho. Dile a tu amigo que no se ponga hielo directamente, que lo envuelva en un trapito. Puede quemarse la bolsa escrotal. No te preocupes, tu colaboración te exime de responsabilidades penales.
—Estás loco. ¿De verdad piensas ir a pedírselo?
—No voy a ir. Él lo va a traer a mi despacho. —Me giré y volví por donde había venido.


Había empezado a llover.

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