Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







viernes, 23 de septiembre de 2011

EL AFRICANO SEMANAL: El mediodía y la noche


-Africano-


Siempre esperando la gran fiesta. El mediodía, que llamaba Nietzche. Ese momento en el que todos nos reunamos, sin que nadie tenga que hacer un mandado; ir al banco, llevar a la abuela a la policlinica, echar la siesta o recoger unos pantalones de la lavandería... ese momento en el que todos estemos libres de compromisos, obligaciones, responsabilidades. Y entonces descorchar el vino, probar la cosecha, y disfrutar del elixir virgen de la existencia. Un momento así me es casi imposible de imaginar. Siempre que he querido reunir a mis amigos en un intento de llevar a la práctica esta celebración se ha ido al traste por uno u otros motivos. Algunos llegaban con cara de circunstancias, forzados por la situación y casi obligados por haberse comprometido tiempo atrás. Otros se han enzarzado en la vertiginosa actividad de mirar el reloj cada cinco minutos, por otros planes urgentes que debían atender. Otros, a pesar de su juventud, se han retirado apenas comenzado el evento, por cansancio, so pretexto de ir a echar la siesta. Otros, casi forzados por sus novias y en contra de sus deseos han abandonado cuando empezaban a sentir el efecto del veneno en su cuerpo. Otros, estóicos, a pesar de sus nulas ganas del plan, por amor al anfitrión, han aguantado hasta que ya no había más que aguantar y se han marchado libres de pecado. Y al fin me he quedado yo, pasado el mediodía, la tarde y parte de la noche, solo, en un bar, con la rabia rumiándome las entrañas y odiándolos a todos por su incapacidad para ser conscientes de que momentos tal vez no se vuelvan a repetir. De que aunque se repitan estaremos más desgastados, con el alma en carne viva, y sin ganas de fiestas ni que ocho cuartos. Que para entonces nuestro mediodía será un ocaso inexorable hacía la deseseración.

Pero no se puede culpar a nadie de estar absorbido por la vorágine cotidiana. Yo también lo estoy y, a veces, como todos, también pierdo la noción del tiempo. Pero es que es cuando estoy con los amigos cuando todo se me hace presente y taxativo. Que todo es perecedero, que una cara se borra y no vuelve a aparecer jamás, que las risas mutan en rictus, y que para cuando el fin nos esté apretando, el mediodía será casi imposible de alcanzar.

Tanto, que al final solo nos quedará la posibilidad de decir la "frase hecha" de costumbre y que caracteriza al hombre mediocre que jamás quisimos ser:

"Cuando muera me gustaría que todos mis amigos me recibiesen con una fiesta"

Y si tienes suerte y ninguno tiene que apuntalar una nube o llevar a sus hijos al infierno, puede hasta que la tengas.

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