Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







jueves, 17 de junio de 2010

HECHOS REALES

-Veterano-


Cuando me quise acordar ya lo tenía encima. ¡Valla viaje!, pensé.

-¿Subimos a la montaña?

-Subamos, ¡qué coño!

Se trataba de un montículo de césped situado cerca del campamento base, en un principio.

-¡Nenes creo que me está subiendo! Ella era Marta, y a ella siempre le subía primero.

-¿Pero de verdad que no lo veis…?

Había empezado el show.

Sin saber por qué, las chicas, que eran dos, se retozaban por el suelo descojonadas de risa, sin ningún orden. Entonces empezó a subirme, anocheció …

-¡Mierda creo que no puedo andar, me pesan las piernas! Ella era Mónica, mi chica, su primera vez y ya se había meado en las bragas, creo que sufrió un ataque de risa, al menos eso me contó. Y por último, y no por ello menos importante, el responsable de todo esto, Cris, “el malaguitas”. Ahí estábamos los cuatro, cada uno con su pelotazo psicodélico dando vueltecillas en círculo por todo lo largo y ancho del maldito césped.

-¿Pero qué coño haces, nene?

-¡Oh mierda, no puedo pisar el camino!

-¿Qué?

No sabría explicar porqué pero me negaba en rotundo, sin razón alguna, a pisar el dichoso camino. Decidimos rodearlo.

Por un lado todo era la ostia, los primeros efectos ya habían comenzado su presentación, y aún existía entre nosotros un cierto dominio de la realidad, luego ya no.

-¡Maldita sea! He perdido la perspectiva

-Tranquilo pequeño, vamos a la cabaña que necesito cambiarme, tengo las bragas mojadas.

Por entonces, la otra pareja, ya caminaban unos metros por delante.

-¿Los alcanzamos pequeña?

-No, mejor los dejamos, quizás vayan a echar un polvo.

-De acuerdo. Vamos y te cambias.

Tardamos más de una hora y pico en llegar, pero llegamos.

-¡Mierda tío! Me has jodido el concierto. Estaban bailando…

-¿Quiénes estaban bailando, Cris?

Al parecer estos no se fueron a echar un polvo, no, mucho mejor. El malaguitas semitendido miraba fijamente desde la cama 6 o 7 latas de cerveza alineadas justo en frente suya.

-Las cervezas tío, están dando un concierto

-¿Quieres que me quite del medio?

-No, ya dejaron de tocar.

Lo que sonaba no eran las jodidas latas sino Bob Marley, lo había puesto él mismo pero no lo recordaba , y a todo esto, su chica, Marta, justo a su lado pero en otra dimensión, ya había entrado en una especie de deleite místico con el que nos premiaba de vez en cuando.

-¡Cuantos colores, mira! ¡Ummm, me encanta!¡Ummm…!

Por otro lado pero en la misma habitación mi chica, que no dejaba de manipular un largo chaquetón verde, ya había olvidado cambiarse. Se lo recordé y salimos para nuestra cabaña, justo en frente de la de ellos. Cuando abrí sentí una fuerte sensación de desconcierto, la habitación parecía latir. Ella se sentó en la cama y después de un buen rato consiguió cambiarse , luego decidimos salir. Había empezado a llover, de manera suave, muy suave. Miré hacia el suelo y descubrí mil rostros dibujados sobre el césped, era como ir pisando almas petrificadas en un último grito, dantesco.

-¡Mira pequeño la bandera francesa se refleja en el agua!

Era cierto, se reflejaba a todo lo largo del lago, todos pudimos verlo.

-Si pequeña, ahí está.

Su cara había adquirido un color casi orgásmico y sonriente, me abrazó y nos besamos. Fue entonces cuando las vi por primera vez, se trataba de calaveras.

Un mal augurio, pensé, pero no dije nada, sólo empeoraría las cosas así que volví a besarla, y volví a verlas.

-¡Mierda!

-Pasa algo cariño, tienes mala cara

-Todo bien, vallamos a dar una vuelta y bebamos agua.

-Pequeño deberíamos entrar con éstos, está empezando a llover.

-No entraremos allí, necesito pasear ¡vale!

Cuando salimos de esa zona me sentí aliviado, caminamos despacio hasta llegar a la fuente donde llenaríamos la botella de agua. Luego bebimos y buscamos asiento en un banco justo enfrente del bareto del camping, fuera había gente que nos miraba. Comencé a temblar, y ella me abrazó, seguía sonriendo. Se sentía bien y eso me animó un poco, me reconfortaba saber que seguía allí, conmigo. Luego volvimos a la zona de cabañas, a 300 metros, cosa complicada.

Todo parecía haberse relajado un poco, pero…

-¡Quítate eso! Gritó.

-¡Pero qué pasa! ¡Tranquilízate joder!

-¡Quítatelo coño! Volvió a gritar, desesperada.

-¡Vale! ya me lo quito. Se trataba del gorro.

-¡Parecías un moro! Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Ya está, ves, no pasa nada. A tomar por culo el gorro.

Me acerqué para consolarla, luego se tranquilizó y volvimos al lugar donde estaban éstos.

No me gustó lo que vi allí. Los dos reían sin ningún control tendidos en la cama. Marta tenía los ojos desencajados, enormes y bordeados de rimel negro, un aspecto siniestro. Él sin poder incorporase no dejaba de reír.

-¿Por qué coño se ríen estos cabrones? Pregunté a mi chica.

Pero ella no parecía haber notado nada. Me asusté y salimos de allí. Nos quedamos fuera otro buen rato, mojándonos. Había desaparecido toda realidad. Estábamos dentro de un mundo infinito de sensaciones y las mías no eran buenas, así que intenté relajarme y observarla.

-¡Oh, mira que suave! Parecía desgarrarse la piel de la cara, sus manos presionaban para abajo. Le agarré los brazos y sonreí.

-¡Si claro, estás muy suave! Pero ella ya no me escuchaba, ahora no dejaba de cambiarse el de un lado a otro.

-Tranquila pequeña, vamos a “casita”, ¡vale!

-¡Vale!

Abrí con dificultada y entramos. Todo se movía. Cerré.

La sensación de cambio fue escalofriante, como entrar en otro mundo, algo abrumador y desconcertante que acababa de robarnos cualquier pensamiento real. Era el puto mundo de las sensaciones, y sentí miedo. Miré a mi chica y le pregunté por la comida.

-Nena necesitamos comer.

-Sí, yo estoy agotada.

Pero pronto olvidamos el objetivo.

El hecho de comer era jodidamente trascendental, era necesario hacerlo ya, queríamos salir de allí, volver a ser dueños de la situación, pero esto se hacía cada instante más y más arduo. Nuestros gestos faciales habían sucumbido a sus formas reales, y parecíamos putos teleñecos imposibles el uno frente al otro.

Sentía miedo constantemente, miedo de perder el control de lo que estaba sucediendo, miedo de no saber acabar con todo esa mierda sicodélica, miedo de que ella lo sintiese… ese era mi gran miedo.

-Te quiero

-¡Como dices!

-Dije que te quiero, nena.

Ella sonrió, y por un segundo todo fue real…

…CONTINUARÁ…

7 comentarios:

  1. Grande la tan ansiada crónica por tierras holandesas. Un concierto de latas de cerveza, vaya descojone..jeje

    ResponderEliminar
  2. Excelente relato,excelente viaje, muy fiel a lo ocurrido. Sin duda alguna fue el mejor concierto reggae ofrecido por seres inertes al que he asistido en mi vida.Nuestras caras hablaban por sí mismas, la dilatación y la oscuridad de nuestras pupilas eran solamente el billete, comprado a última hora, con destino a woodstock en el año 69.
    Fuimos Janis Joplin embriagada de jacks Daniel's.
    A Jimi Hendrix nos los fumamos en un gramo de "purple Haze".
    Fluiamos como cocaina sobre el tabique de Eric clapton.
    Magistral Veterano, me alegra tener compañeros de viajes como vosotros.

    ResponderEliminar
  3. franky tranki y carmelilla18 de junio de 2010, 15:05

    hemos leido tu relato desde el gugenheim, mucha risa, casi tanto como los espejos de anish kapoor

    ResponderEliminar
  4. Veo que el viaje no fue una broma... me sumo al luto por Saramago

    ResponderEliminar
  5. los monguis me dejaron pillaaaaaaaaa20 de junio de 2010, 12:06

    Malaguitas para cacagenesis, hay que ficharlo, que dominio de la lengua, que lirica mas elavorada....un nuevo estilo posmoderno....que deleite de excelencia...propongo nuevo fichaje.

    Mandanos tu textos!!!

    queremos leer tu prosa noventera.

    LUTO POR SARAMAGO, se ha librado de ver como acaba todo esto

    ResponderEliminar
  6. Nene... vaya tromapazo. Charlie, Charlie, Charlie.

    ResponderEliminar