Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







viernes, 12 de agosto de 2011

RESEÑA: La Ley del Silencio




QUE NADIE SE CONFUNDA MÁS

-Julio Basurco-

Me da rabia y me causa muchísima pena que esta película se vea siempre lastrada por las imperdonables bajezas que protagonizó su director años antes durante la caza de brujas. Más que por su indudable calidad artística, desgraciadamente "La ley del silencio" ha pasado a la historia como un intento de justificación de Elia Kazan, inexcusable chivato de ex compañeros de partido.

Creo que hace falta ser corto de miras para asemejar lo que hizo Kazan con lo que hace Terry Malloy, el protagonista de la cinta. Mientras que el primero representa al acusica de la clase, al pelota que perjudica a sus iguales para que los poderosos le proporcionen privilegios, el segundo simboliza el sacrificio por las causas justas: Malloy denuncia al poder en beneficio de sus compañeros, aunque ello le conlleve ser perseguido y perder cualquier trato de favor. Sencillamente, no puede haber dos actitudes vitales más enfrentadas. Una vez aclarado esto y entrando en materia, diré que considero "La ley del silencio" una de las mejores películas de todos los tiempos. ¿Por qué? Por su extraña capacidad para emocionar a través de un fascinante equilibrio entre rudeza y sensibilidad. El frío y muerto escenario de los muelles de New Jersey, crudamente fotografiado por Boris Kaufman, contrasta con el fuego interno de Brando, la ternura de Eva Marie Saint y el idealismo imperecedero del personaje encarnado por Karl Malden.

"La ley del silencio" es la historia de una redención motivada por el amor, un amor que hace que los deseos de justicia y dignidad aparezcan en la persona más improbable a simple vista. Amor, pero sin cursilería, ni azúcar, ni música empalagosa. También se retrata el mundo obrero, con sus trabajadores sometidos a sindicatos corruptos, pero sin caer en el discurso fácil y populista. Es una obra maestra sutil, con una atmósfera que te atrapa, con alma, tierna en su realista crudeza, con una magistral dirección de Kazan -un tipo moralmente discutible pero de indudable talento a la hora de sacar lo mejor de los actores- y un mágico trabajo de sus actores. De uno sobre todo. Sí, de él, del actor más dotado que ha existido. Obviamente hablo de ese animal cinematográfico llamado Marlon Brando, quién aquí realiza su mejor actuación, por encima de padrinos, tangos, tranvías y jaurías. Jamás la vergüenza estuvo mejor plasmada en un rostro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario