Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







miércoles, 29 de junio de 2011

Breves visitas a la Región del Hipocampo (III)


-Rubén C.M-

En mi siguiente visita a tan vasta región conocí un nuevo lugareño, no presente la vez anterior por motivos que, según “La Roca”, eran estrictamente confidenciales. Se ve que este personaje tenía funciones de suma importancia en aquel lugar y sus ausencias eran a veces, me aseguraban, “bastante prolongadas” debido a una serie de trabajitos que le encargaba no sé quién. Tras escuchar esto, expresé a “La Roca”, con gran excitación, mis ansias por preguntarle todo esto y mucho más a tal personaje tan pronto como se presentase de vuelta de su último viaje. Pero enseguida mis esperanzas se evaporaron. Me aseguró que eso iba a ser harto imposible, y esto lo comprobaría cuando llegase el momento.
Y ese día llegó. Estaba yo al fresco como dijo aquella vez “La Roca”, cosa que, por otro lado, no dijera ni mucho menos en broma pues, entre dos o tres cosas más, era de lo poco que se podía disfrutar allá arriba, aparte de charlar o contemplar el paisaje. Estaba echando yo una cabezada cuando algo se posó en mí nariz, algo que sería casi imperceptible allá abajo pero que acá, arriba, a causa de la potenciación que sufrían los sentidos al entrar en contacto con aquel éter, parecía que a uno se le había sentado encima un elefante. Abrí los ojos y, espantado, me eché para atrás, escuchando una risa falsa, casi mecánica, a mis espaldas procedente de la piedra. Antes de preguntar qué había pasado me pareció oportuno saber, no más que por orden de prioridad, a qué se debía aquella risa idiota, como la voz de un Espectrum, que salía del conglomerado:
- Lo siento, sé que es desagradable, pero tienes que entender que una piedra no puede reír como un ser humano. Carezco de diafragma. Sabrás que la risa sale desde ahí abajo, sacudiendo todo el cuerpo, creando ese sonido alegre que da sentido a la vida… Además, es un sonido. Y recuerda, aquí no se hacen ruidos, ni que decir tiene, sonidos agradables. La música está prohibida. Puede parecer una contradicción, pero es así. La música se parece mucho al pensar, por lo que es igual de perjudicial, ya sabes…
- Bien. Ahora quiero saber que se ha posado en mi nariz, me ha dejado sin respiración.
- ¡Oh sí! ¿Recuerdas el amigo del que te hablé?
- Claro.
- Ahí lo tienes.
Resulta que el amigo del que tanto me hablaba era un microscópico insecto, que en esos momentos permanecía colgado de la hoja de una parra que daba sombra sobre la piedra. Gracias a la vista que me proporcionaba mi presencia en el lugar, pude verlo nítidamente, como si tuviese el tamaño de un Centro Comercial. Le dirigí unas amables palabras que no tuvieron contestación. Pensé que debía consultarlo con “La Roca”:
- ¿No habla?
- No. Es un insecto.
- Y tú una roca, anda, no me jodas.
- No me refiero a eso. Aquí todo se mide en proporciones. Las cosas grandes dan la impresión de tener el tamaño y la delicadeza de una pluma de colibrí mientras que las pequeñas se vuelven titánicas, insoportables. Él sabe lo que hace. Tomate su mutis como una señal de amistad. Si no fuese así, hace rato que estarías sangrando en abundancia por los oídos. Y, quien sabe, si sujetándote el cerebro por las orejas.
- En ese caso, encantado. Es una pena, no me podré comunicar con él.
- Si puedes. Cuando hablemos, solo tienes que mirarlo y ver su expresión. Es muy expresivo él. Sabrás enseguida qué opina sobre cualquier tema que tratemos.
Miré de reojo a ver que le estaba pareciendo el que estuviésemos hablando de él, descaradamente, como si no estuviese allí. Y, efectivamente, parecía no estar allí, porque en su cara reinaba un rictus heráldico difícil de descifrar. Se ve que, sobre esto, no tenía nada que objetar.
- Bueno, y ¿a qué se dedica?
- Eso es algo que ni tú ni yo sabremos jamás.
- Estamos apañados. Está bien, debe tratarse de algo importante. El caso es que me está empezando a cabrear todo este secretismo. Parecéis un cártel mexicano con vuestros tejemanejes de guardilla. Espero que no tengáis planes para mí si descubro algo por mi cuenta…
Hinqué la mirada entre los ojos geométricos del abigarrado bicho. Era verdad. Sus ojos lo decían:
- (( No te quepa duda.))

No hay comentarios:

Publicar un comentario