Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







jueves, 16 de junio de 2011

Breves visitas a la Región del Hipocampo


Rubén C.M





Sin un hipocampo plenamente funcional, los humanos no recordarían
donde han estado y cómo llegar al lugar donde se dirigen…

- I -

Para llegar hay que seguir una serie de pasos. Fue por casualidad por lo que descubrí aquel lugar. La operación parece sencilla, pero requiere un alto grado de concentración. Hay que estar preparado, alerta, cinco o diez minutos antes del sueño. Hay que imaginarlo, crearlo, y, sobre todas las cosas, desearlo. Así comenzó todo, una noche, como cualquiera otra. De repente apareció, así, sin más. Fui dándole vueltas y vueltas en la mente hasta que fue cobrando forma. Si bien no una forma del todo definida, pero sí con lo esencial, con su estructura y sus contornos. Y de repente caí rendido, con la idea colgando del clavo de mi conciencia, con un pie aquí y otro acullá, fui a parar a tierra de nadie, oscura, opaca, donde lo único que se vislumbraba era una especie de pomo dorado altamente brillante, como salido de una puerta de principios de siglo. Al acercarme, en la penumbra, se destacaba una placa metálica que refulgía con el reflejo del brillante pomo, la cual, cuando estuve cerca, palpé con mis dedos para identificarla. Topé con una especie de interruptor que, al presionarlo, iluminó el panel por completo, encontrando ante mí un rudimentario portero automático con botones amarillentos. Junto a cada botón aparecían unos casilleros escritos con caracteres atávicos que no pude traducir, menos uno, que permanecía en blanco. Decidí presionar todos a la vez, como un chiquillo que hiciese una travesura, a expensas de que algo ocurriese. Tras unos segundos, un ruido de membranas se oyó y, seguidamente, una voz humana de lo más común:
—¿Diga?
—Sí, muy buenas. Quisiera saber dónde estoy.
—Mucho quiere usted saber.
—¿Con quién hablo?
—Creo, compañero, que esa cuestión no le corresponde preguntarla a usted.
Lo siento, solo quería saber…
—Saber, saber, saber. Solo quiere saber, ¡qué pretencioso! Ahora me toca a mí. ¿A quién buscas?
—A nadie. Solo llegué aquí, sin más…
—¡Le parece poco! No se llega hasta aquí por que sí. Algo ha tenido que hacer…
—Bueno sí, pensé en ello…
—Ahí lo tienes, muchacho. Sabes más que yo. Dime, ¿qué quieres hacer?
—No lo sé.
—¿A qué has venido entonces? Márchate antes de que te arrepientas.
—¿Qué hay ahí dentro?
—La curiosidad mató al gato, ¿sabes? El Hombre, El Curioso, el que todo lo quiere saber. ¿Te digo lo que hay?
—Me gustaría…
—Nada. Absolutamente nada. Así que gírate y vuelve por dónde has venido.
—¿Quienes son los que viven en esta casa?
—Vivían. Gentes que hablaban mucho. Pero ya no importa, se fueron hace tiempo. Los que hablan mucho suelen ser gente aburrida, you Know? Solo quedo yo, que no hablo, hasta que has llamado a mi puerta. Si me sigues dando conversación me voy a tener que largar. Y no tengo ninguna gana, hermoso. Así que si no tienes más preguntas, lárgate.
—Me gustaría entrar.
—Que tierno. Otro que ha leído demasiados libros. ¿Esperas que te encomiende alguna misión a un lugar lejano donde un Dragón guarda bajo su culo fétido una llave mágica que te abrirá la puerta de los cielos? ¿Has probado con girar el pomo?
—No. ¿Cómo te llamas?
—¿Ves el papelito blanco?
—Sí.
—Así.
—Curioso. Creo que voy a entrar…
—Un momento. Detente.
—¿Sí?
—Antes de entrar tienes que saber algo.
—Soy todo oídos.
—No me gustan los forasteros. ¡Capito! En esa pocilga donde vives están deseosos de novedades, les apasiona, se las pone brava los lugares luminosos. Basta con que se lo cuentes a un par de amigos para que en un mes aparezcan en todas las agencias de viajes del mundo paquetes completos de ida y vuelta para visitarnos. Ya tuvimos ese problema con el gilipuertas de Zaratustra y lo primero que hizo el muy idiota fue contarlo en mitad de la plaza del pueblo. Así le fue.
En fin, si es todo lo que quieres, pasa y cierra al entrar.
Entré.

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