Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







martes, 15 de marzo de 2011

NBAcacal: Una noche en las Finales

Tejada F.


Eran las cuatro de la mañana. Gracias a una buena maniobra de cableado y pirateo vintage el Canal Plus entraba como un tiro en la tele de mi cuarto. Un examen de Ciencias Naturales fijado a las 9 de la mañana se vislumbraba desafiante. Pero aquella noche no toqué el libro, no tenía la más mínima intención de hacerlo siquiera. Aquella noche era el sexto partido de las finales de la NBA en Utah. Los Jazz frente a los Bulls. La madre de todas las batallas.

Salt Lake City es la ciudad más importante del estado de Utah y sede de esos míticos, rocosos, desagradables e incansables jugadores liderados por un sargento de hierro –Jerry Sloan- en el banquillo. Esa ciudad, ese estado de influencia mormona, es conservador, austero, espartano y en esos tiempos con un equipo temible, el único capaz de poner en serio riesgo el sexto anillo de Jordan y Scottie. Eran una especie de Galia desagradable. John Stockton y Kart Malone su Asterix y Obelix en versión chunga. Un equipo odiado fuera de sus tierras por su calidad y su seca presencia, capaces de ganar sin una sola sonrisa, de destrozarte, de darte el tiro de gracia sin concederte el último deseo, de robarte la cartera y ni siquiera regodearse de ello, eran unos cabrones que hacían del basket una prolongación de su estilo de vida severo y profesional.

Stockton era blanco, un base sin capacidad atlética, en teoría debía ser superado por cualquier rival por velocidad y músculo, pero nunca era así. John era mejor que cualquiera de sus contrarios porque su cabeza era más rápida, una inteligencia baloncestística asombrosa. Además encontró en el fantástico ala-pivot de Louisana Kart Malone a su fiel compañero. Jugar contra ellos en el Delta Center era una tortura, una muerte sin florituras, una puñalada seca, sin glamour.

Eran las seis y pico de la mañana y me encontraba de pie pegado a la tele, un partido –como todos los de esa serie- asombroso, reñido, épico, de los que se recuerdan pase lo que pase. Los Bulls se pusieron el mono de trabajo, no quedaba otra en esa pista convertida en un potro de tortura. Rodman un pívot defensivo y extravagante desafiaba con su piel totalmente tatuada y su pelo de colores a un público que lo odiaba sobre todas las cosas, él representaba todo lo que ellos detestaban. Algunos tapaban los ojos a sus hijos para que no vieran los gestos del tremendo Dennis cada vez que lograba -dejándose el alma- parar un ataque de Malone.

Quedaba un minuto, posesión para los Jazz. Stockton sube la bola y la hace llegar a su “hermano” negro Karl, que de espaldas se prepara para postear y hacer lo que tantas veces lograba. Era momento decisivo para forzar el séptimo y definitivo asalto. Pero cuando Rodman lo defendía con todo, por detrás como una bala llegó el número 23, Michael robó esa bola y recuperó la posesión, esta vez le tocaba a él. En el partido anterior había jugado con cuarenta de fiebre y al acabar Pippen lo sacó casi en brazos al no poder mantenerse en pie.

Jordan se encargaría del tiro, estaba claro, todos lo sabían, el mundo entero lo sabía. Y lo hizo, con un rápido movimiento se ganó el suficiente espacio para levantarse al cielo de Utah y clavar un tiro para la historia. El partido acabó y Michael señaló seis dedos, uno por cada anillo. Solo él podía salir airoso de aquel infierno en la tierra.

El número 12 de Stockton y el 32 de Malone están retirados en Utah, además poseen -una al lado de la otra- una estatua a la entrada del pabellón. Las leyenda de los héroes se fraguan cuando enfrente tienen rivales de entidad, y estos lo eran a niveles epopéyicos. Los antihéroes por excelencia, los malos de la película que se retiraron sin contar con un anillo de campeón.

La mirada no la tuve perdida aquella mañana por el examen, simplemente todavía en mi retina guardaba lo que acababa de vivir, un momento sagrado que las Ciencias Naturales no me iban a estropear.

6 comentarios:

  1. Esta serie apunta alto, tan alto como esos negracos. Recuerdo salir del insti corriendo junto a mi hermano meloko a la hora del recreo para enganchar dos mandos del run&gun. Solíamos coger a los Utah y barrer de la pista a todo el que se atreviera. A veces nos metíamos en play offs y nos perdíamos la siguiente clase porque esta vida es cuestión de prioridades y para nosotros también era más importante un anillo que una lección de mates.

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  2. Me encanta el tono que está tomando el caca
    me gusta esta serie que habla de la épica del deporte, y también me gusta mucho butaca, y el Africano semanal.
    Saludos ando liado de últimas, nos vemos pronto.

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  3. pues a mi me revienta la actitud pasota de los cacanavegantes. antes un jodido haiku daba lugar a una interminable serie de comentarios jocosos (lo cual tampoco me hacía mucha gracias), pero es que ahora que estamos poniendo buena magra en el asador la peña parece indiferente. Que sus follen!

    Creo que voy a volver al boli y el cuaderno.
    Como mandan los antiguos canones.

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  4. Sin emnbargo aparentemente hay mucho vouyerismo.
    Franci vuelve al cuaderno, pero no dejes esto, la serie de la Butaca es sensacional.

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  5. hay vouyerismo es cierto y mucho.

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  6. supongo que lo del vouyerismo lo decís por las veintitantasmil visitas, no?

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