Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







lunes, 5 de julio de 2010

100 años

-Tejada F.-

La imagen es extraña e impactante. Un rostro afilado, decrépito. La veo todos los días –vivo con ella- y todavía no me acostumbro. Hace años se rompió la cadera y poco después fue perdiendo la cabeza. Solo balbucea onomatopeyas sin sentido y a veces llama – nerviosa y poseída- a sus antepasados. Una gran gasa cubre su frente, una herida lenta y mortal avanza y avanza, pero a estas alturas no importa, no se puede hacer nada. Cada tarde con una precisión suiza, la levantan y colocan en su silla de ruedas – algunas veces lo hago yo- junto a la mesa del salón, en el mejor sitio de la casa. Su mirada perdida y triste, su mente lejos, muy lejos, quizá, o eso espero, recordando tiempos mejores, de alegría y vida. Tiempos en los que junto a su marido realizaba largos viajes a Moscú o Viena. O cuando venía de visita y nos traía grandes bolsas de chuchearías desafiando nuestra salud dental y cocinando su tortilla sorprendentemente recia, casi teníamos que cortarla con la radial, ella era feliz viéndonos reír.

La otra tarde después de años sin intercambiar ninguna frase coherente con ella (si es que alguna vez lo hicimos) me encontraba en la cocina atascando de Marcilla Mezcla mi pequeña cafetera, mientras en la tele una Gacela Thompson corría a toda leche intentando evitar a una leona con hambre.

Estábamos solos. De repente ocurrió lo inesperado: “Francisco que haces”. Quedé paralizado, ni siquiera estoy seguro que me hubiera llamado así cuando estaba bien, “haciendo café ¿quieres algo?”. Ni me miró ni respondió, pero sus ojos por vez primera en años mostraban coherencia, realidad, una sensación de complicidad extrañísima me invadió… tan solo durante unos pocos segundos.

Rápidamente todo volvió a la normalidad, comenzó a gritar “mamá mamá” desfigurada, de nuevo se encontraba en otro mundo, en el suyo. El café listo y la leona implacable llamaba a sus cachorros para zamparse a la Thompson. Me gusta la rutina.

Desde esa tarde, desde esos pocos segundos, cada vez que paso al lado de mi bisabuela, la observo de otra manera, es curioso que a sus 100 años y 130 días nos empecemos a entender.

6 comentarios:

  1. Me has dejao de piedra, el final es digno de un Raymond Carver o un Bukowsky. Increible pive. Sin mariconadas, se me han saltao las lágrimas..

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  2. Radial la que tengo debajo de mi ventana, el porrazo que me esta dando. Pero los diez minutos que he echao leyendo esto ni cuenta me he dado de esta.
    Gracias por darme en la patata, pensaba que estaba muerto.

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  3. Clara Benítez D.6 de julio de 2010, 0:40

    grande, grande! de verda he alucinado cndo rubén me lo ha leido.y sí, tb se me han saltado las lágrimas.

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  4. Sin duda es un buen texto,pero debes de salir de allí lo antes posible.He visto a esa señora,siempre postrada en su lugar de último retiro, tantas veces como fui a visitar al señor tejada,y siempre me pregunté lo mismo:
    ¿Merecerá la pena?. Yo pienso que no,pienso que la muerte también baila...pero sólo con unos pocos,muy pocos...sólo con los elegidos,¡y a qué precio!

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  5. No te preocupes tanto Veterano, del sitio que realmente necesitaba salir ya lo hice y me vino de cojones.

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