Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







domingo, 6 de febrero de 2011

Autobiogracia

Nací un buen día, exactamente el día que mi madre cumplía 29 años, si mal no recuerdo.

Curiosamente el día de San Miguel, día grande en Úbeda y también en mi familia por ser varios los miembros de la misma que llevan por nombre el del Arcángel jefe del ejército celestial con admirable dignidad, este día como digo, cae en 29, y en septiembre, el veintinueve en mi casa se celebra todos los años porque es el día de mi padre y el de mi hermano. Mi hermano Miguel siempre decía en la comida cuando venía mi tío de Sevilla a pasar un fin de semana, que en mi casa eran cuatro Migueles, mi padre Miguel, el tito Miguel, él y el Miguel de la Loles, Meloko para los amigos.

Mi madre prepara puntualmente esas tardes los aperitivos, las tapas, la bebida y los dulces para la familia, que en su sentido amplio al más puro estilo italiano, se junta ese día en casa para felicitar a mi padre, a mi hermano, a mi tío, y ya de paso a mi madre, que cumple años al día siguiente.

Fijaos, el día antes de nacer yo, María Isabel preparó un banquete del carajo para toda la familia, ayudada, eso sí, siempre, por la impagable e imparable mano de Mama Rosa. Después recibió a los invitados, los atendío, los aguantó y cuando por fin se largaran y la dejaran tranquila llegué yo.

Esto que digo explica muchas cosas.

Quiero decir que me planto en mi casa una noche de finales de verano el día del cumpleaños de mi madre, después de una buena fiesta, en un clima supongo, de agradable algarabía.

Insisto, esto lo explica todo.

Después de eso ya no pude jamás levantar cabeza, siempre en busca de una fiesta, en busca de esa última sensación intrauterina. Tal vez no vean la relación pero esta ahí.

Es por esto que me gusta el fútbol, los libros, la cerveza, mi chica, adoro a mi chica, la amo, creo en ella, creo en Dios y en mi familia. Quiero a mis amigos. He hecho algunas cosas pero eso no interesa. Pienso que nunca conozco del todo a un colega hasta que entro en su cuarto y veo su estantería, un tomo de no se quién, un disco de no sé cuál, y entonces digo ah coño¡¡ este eres tú no?

Esta es mi estantería. Hay discos de Bunbury y de Violadores, las Rimas de Bécquer, infinita cota universal de la poesía, y el Paraíso Perdido de Milton, que es otra de sus cumbres, y que por cierto no encuentro (no sé dónde se ha podido esconder semejante cima); hay una selección de Rubén Darío que me regaló otro gran poeta, tocayo suyo. Están las acertadas selecciones de rap que hace el gorila, un disco de los love que me descubrió Nöe y que nos tuvo confundidos un tiempo en el 5º D, tomándoles inexplicablemente por los Beatles. He incorporado un volumen precioso que Carmen me regaló por reyes, de escritores que se defendían también con el pincel como con la pluma. Está por ahí el ajuste de cuentas de Quique que algún día le devolveré al Teji, que me dice que pronto atesoraré otra joyita en estos estantes. Tengo un disco de Travis, que le levanté a Joselito sin saber muy bien cómo y que conservo en perfecto estado porque nunca lo he puesto. Ya no tengo ese ejemplar de la dama de las camelias que le regalé a una chica un día, como tampoco sé donde han ido a parar unas cuantas cosas más, como por ejemplo el avalancha de los héroes del silencio que me regaló una amiga, el número especial de la revista dedicado a los héroes, las confesiones de Bunbury en el Diván... ¿os he dicho alguna vez que me molan los héroes?; tuve el placer de verlos con el Peña y Jose Manuel en Sevilla junto a mis hermanos y sus amigos, y fue la leche aunque de haber podido estar un poquito más cerca, si no nos hubieran pisado y arroyado, si alguien no me hubiera derramado el cubalitro de whisky que me costó cerca de cincuenta pavos y no me lo hubiera devuelto echándome el suyo por encima, si en ese jodido momento no hubiera empezado a oler a mierda de esa manera, si hubiéramos dejado un instante de gritar las canciones y los hubiéramos podido escuchar al menos ya que no los podíamos ver, como digo, si no hubieran pasado esas cosas, habría estado mejor pero fue un día memorable. Por eso lo recuerdo.

No recuerdo mucho más, porque no me gusta mucho recordar, ya somos mayores pero aún no estamos en esa edad. Además ya sabéis todo lo que tengo que contar, y lo que no sepáis será mejor dejarlo estar.

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