Earvin era el sexto de diez hermanos. Se levantaba cada mañana para jugar al baloncesto, su gran afición. Aunque no era el más madrugador en su casa. Su madre trabajaba como encargada de la cafetería en una escuela de Michigan. El chico era un apasionado del baloncesto, veía con su padre todos los partidos que podía con una pelota en las manos. De camino al colegio botaba la bola con la mano derecha y a la vuelta con la izquierda. En el instituto su manejo de la bola era asombroso y su envergadura también. La sonrisa en la boca tampoco la dejaba nunca. Con quince años, después de un partido, un periodista le puso un apodo que le acompañará toda la vida. Anotó 36, 16 rebotes y 16 asistencias esa noche. Fue elegido por los Lakers en el draft pudiendo cumplir uno de sus grandes sueños: jugar con Kareem Abdul-Jabbar. Esa primera temporada logró ser nombrado mejor novato y llegar a las finales para enfrentarse a los Sixsers de Philladelphia. La eliminatoria llegó al último y definitivo partido. Pero ocurrió lo peor para los de LA: Jabbar no podía jugar debido a una lesión inoportuna, el pesimismo –aunque disimulado- invadía el vestuario. Pero justo antes de salir a la cancha, en ese momento sagrado, el novato alzó la voz y se dirigió a sus compañeros: “No os preocupéis, Magic está aquí, ganaremos”. Y ganaron. Earving “Magic” Johnson era base pero aquella noche jugó de pívot, 42 puntos 16 rebotes y 7 asistencias fueron sus números. Y es que Johnson podía hacer de todo, con envergadura para jugar en la zona y talento para ser base. Sus contraataques eran arte. Miraba a Jack Nicholson en la grada mientras enviaba la bola en dirección a Worthy (el gran receptor de sus pases). El Showtime se instaló en Los Ángeles, las estrellas de cine atascaban las primeras filas de la cancha mientras la banda sonora de Superdetective en Hollywood atronaba en esos felices 80. Eras buenos tiempos en California. Él encarnaba todo lo bueno de un deportista. En la ciudad de las estrellas brillaba una por encima de todas. Pero esa sonrisa eterna se escondió una mañana de 1991. En una rueda de prensa transmitida en directo a todo USA- y poco después reproducida para todo el mundo- Magic con el gesto serio (y eso ya era noticia) anunciaba que abandonaba el baloncesto, era portador del virus del SIDA. El planeta entero quedaba conmocionado cuando el hombre mejor preparado para hacer feliz a la gente se encontraba en una situación desconocida y delicada. Cuentan que su amigo, y rival más duro Larry Bird lloró desconsolado. La sociedad en general tomó conciencia del problema del VIH tras los casos de Freddy Mercury y el propio Johnson. La guardia estaba demasiado baja en los locos 80. Pero como no podía ser de otra manera fue Magic el que daba ánimos a los que tenía a su alrededor, y su sonrisa imprescindible volvía a asomar desafiando al destino. Tuvo tiempo de formar parte de la mayor concentración de talento deportivo de la historia en Barcelona 92, compartiendo equipo con Jordan, Bird, Stockton, Malone, Ewing, Pippen, Barkley, Drexler, Robinson… Força and God Save the USA. Los años siguientes fueron complicados, recibió numerosas demandas de mujeres con las que se había acostado, la lista era interminable. Muchas ciertas, otras buscaban aprovechar la oportunidad para abrirse paso en la meca del espectáculo. Dicen que la línea entre poner copas en un garito de Sunset Bulevard y entrar en el reparto de una serie o película era saber elegir a quién hacer un buen solo de flauta. Magic se retiró pero siempre permanecerá entre los más grandes. Ha sido el mejor pasador de la historia, el tipo que desafiaba las leyes de la física, el genio del pase sin mirar. La sonrisa eterna. Algunos dicen que los dioses le encargaron hacer feliz a la gente. No sé si es cierto, lo que sí tengo claro es que si tienes un mal día, búscalo, pon uno de sus videos y recuerda: no te preocupes, Magic siempre estará aquí.
a mi lo que me hace feliz es esta serie
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