Insolentes luces que parpadean
jamás desvanecen su ardor
para dejar visibles las estrellas,
blancas doncellas de mi fiel esfera
testigo de mi dolor,
dulce, bella
como aquella historia de amor
que hoy se esconde tras ella
gritando que me olvidó
con palabras de indiferencia.
Y a cada paso
un recuerdo.
Y recordando
besé el suelo.
Jamás me devolvió el beso y
seguí caminando.
Lento.
Desesperado.
- Inmaculada Ruiz Ruiz-
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