LAS MAÑANAS AL SOL
Cuando estoy en el pueblo paso las mañanas al sol, no porque esté parado como Barden y Cia. tras el cierre de los astilleros, sino porque trabajo en el campo. El campo es duro y agradecido como él solo. Las labores del campo son paradójicamente penosas y agradables, graciosas y amargas como la cerveza. Uno de los privilegios de trabajar en el campo es que el trabajo transcurre al aire libre, en contacto directo con la naturaleza; nada que ver con la tristeza opaca de la oficina. Uno de los inconvenientes es que el trabajo no suele ser tan liviano como el que se desarrolla en una oficina. Otro inconveniente es que hay que madrugar mucho, y no me gusta mucho madrugar. En verano los campesinos nos levantamos a las seis de la mañana. Eso los jóvenes agricultores, porque los viejos a las cuatro ya están en pie, y salen caminando hasta al campo, la herramienta al hombro, y al otro el capacho. La ventaja es ver amanecer. Cuando escasos minutos antes de que salga el sol, el frío agarrotándote no te deja pensar, y empieza a sentirse esa cálida sensación tras las montañas al este, los primeros rayos caen límpidamente sobre tus ojos aun entornados; entonces compensa el madrugón.
Por la tarde en el pueblo no hay mucho qué hacer. Después de una buena comida y una merecida siesta, uno se agarra a un libro, a una raqueta, al mando a distancia, para matar la tarde como sea y cuando se hace de noche lo mejor que se puede hacer (o lo único) es salir a dar una vuelta al parque.
Durante un par de semanas de agosto el cine de verano ofrece una alternativa válida, aunque la oferta tampoco es muy variada, las gradas son de piedra viva, la gente no se calla, la lata de cerveza vale un pavo, y entonces compensa. En una de esas me topé con Fernando León de Aranoa que me presentó a Santa y me quedé pillao. No era la primera vez que ese gachón me dejaba pillao. Sólo a este tipo se le podía ocurrir lo de atar una moto de agua a una farola. Tiene gracia el jodío. Se ve que éstos, al igual que mis colegas y yo por entonces, tienen una fijación extraña por las farolas, porque su colega Santa también la tomaba con ellas a la más mínima, como digo, muy al igual que nosotros, que haciendo uso de las naranjas de los árboles de la carretera, arremetíamos siempre que podíamos contra las farolas del vecindario.
Que se jodan!
Luego igual que a Santa nos pillaron y nos jodimos nosotros pero como bien dice el refrán:
El que da primero…
buena entrega de butaca. La verda k lo suyo sería trabajar en un despacho al aire libre en mitad del campo, ni pa ti ni pa mi. Con horario de oficina y parada para ligar unos buenos ochios con morcilla en caldera y buen trago de vino en bota.
ResponderEliminarEn realidad lo ideal sería no tener que trabajar. Cada vez que pienso que eso es lo que toca de aquí a que nos muramos me dan ganas de tirarme del quinto y ahorrarme el palizón. Maldita sea la serpiente, la manzana y la jodida internacional.
ResponderEliminarCreo que todo es mentira Frank, que ni siquiera es necesario trabajar, que lo que quieren simplemente es hacer sufrir a los demás creando escasez. Me encanta butaca tío, te felito sinceramente.
ResponderEliminarPara estar muerto el Caca tiene buen aspecto
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