UNA DE ENAMORADOS
La siguiente vez que fui al cine salía con una de las chicas del grupo.
¿He dicho una de ellas?
Quiero decir que salía con la chica más guapa del grupo. Era encantadora y dulce, y lo sigue siendo, y esa tarde descubrí que también era muy sensible. Fuimos con otros cuantos amigos y cuando llegamos las entradas casi se habían agotado. La película estaba siendo un éxito en taquilla. Sólo quedaban libres unos asientos en la primera fila. Tuvimos que atravesar toda la sala por aquel largo pasillo abarrotado de gente a ambos lados con la película ya rodando hasta colocarnos justo debajo de la inmensa pantalla.
Cada oveja se sentó con su pareja y cuando mi chica y yo fuimos a tomar asiento, sólo quedaba una butaca libre, como digo, en primera fila, y pegada a la pared. Posiblemente el peor sitio para ver la película, pero con la sala atascada y la película en marcha no era momento para ponerse a buscar otro sitio, así que yo me senté primero y mi chica se sentó encima.
Al principio resultó casi romántico incluso excitante. Era lo más cerca que había estado de ese culito en todo el tiempo que lleváramos saliendo. Pero a ella parecían ponerla más los primeros planos del protagonista que el bulto emergente en mi entrepierna, y se encargó de mantener mis manos a raya cada vez que aquéllas se pasaban de ésta. Nadie me había avisado de lo que duraba esa película.
Cuando el barco por fin se fue a pique y mis pelotas empezaban a vislumbrar la posibilidad de sobrevivir al hundimiento, mi novia estalló en un sollozo que resonó en las paredes de la apesadumbrada sala al ver a Leo hundiéndose en las profundidades del océano, y yo que ya estaba hasta el pijo de esa historia, simplemente me alegré de que la peli por fin terminara.
Te estás poniendo picansón picansón
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