Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







domingo, 13 de marzo de 2011

BUTACA













TERROR PSICOLÓGICO



La adolescencia es una edad terrible y decisiva en la vida de una persona, o al menos eso pienso yo.

La mía fue una adolescencia cojonuda. En realidad toda mi vida ha sido cojonuda hasta ahora, pero especialmente la adolescencia porque uno empieza a darse cuenta de las cosas, de que las cosas no son como las pintan, y algunas las pintas bonitas siendo feas y otras las pintan feas cuando son preciosas.

Algo así ocurrió con aquella película. Sorpresivamente se desató una oleada de críticas en las que la película se mostraba envuelta en un halo de misterio, alimentado por leyendas urbanas que decían cosas como que los jóvenes que la rodaron no vivieron para contarlo o que aquella cinta estaba maldita.

El caso es que esta gran estrategia de marketing dio resultado y allí nos tenéis a mis colegas y a mí, sentados en nuestras correspondientes butacas, esta vez cada uno en la suya, porque según la pintaban en el anuncio para la tele, esa producción iba a hacer que nos hiciéramos caca encima.

Comencé a ver la peli con una confusa mezcla entre inquieta expectación y cierta reticencia. Mis colegas parecían más entusiasmados. Son más valientes que yo y no parecían nada asustados, ni si quiera contemplaban la posibilidad de asustarse. Yo soy muy susceptible y estaba intimidado de antemano.

Cuando los chicos se adentraron en el bosque todos esperábamos ansiosos el momento en que el temible asesino se descubre y empiezan a rodar cabezas. Pero ahí no pasaba nada. Si acaso alguien desaparecía en extrañas circunstancias, pero sin embargo y aunque no pasara nada los chavales no dejaban de gritar y correr y de tropezarse con la cámara, y todo el rato veías hojas, hojas secas y ramas, y sentías pisadas, y voces, pero no se sabía de quién eran las voces, ni las pisadas ni porque no se hicieron con una buena cámara en lugar de gastar todo el presupuesto en publicidad.

Y en su deambular desesperado por el bosque encontraban signos de ancestrales rituales y aquelarres y despavoridos corrieron hacia la primera sospechosa casucha abandonada que encontraron para acabar contando de cara a la pared, jugando al escondite con el notas de la cámara, que había estado persiguiéndolos todo el rato para devolverles el aparato que se les había caído y no se habían dado cuenta y que era tan malo tan malo que el tipo que se la encontró no la quiso para sí, si no que decidió devolvérsela a los zagales y ya de paso gastarles la típica broma del “os habéis asustado, si sólo era yo tontos”, lo cual me lleva a recordar el día que vimos la niña del exorcista en casa de una de las chicas y cómo al terminar la peli yo me escondí en el oscuro pasillo saltando de improviso sobre ellas cuando salían, al tiempo que emitía un alarido estremecedor que hizo que una no haya vuelto a dirigirme la palabra desde entonces.

¡Qué final más desesperante, desconcertante y frustrante! Tan sólo comparable al de esa adaptación para el cine de la Niebla de Stephen King. Me pregunto qué tomará ese hombre antes de sentarse a escribir y sobre todo a qué hora del día lo hará. En unos consejos para escritores noveles decía que había que encerrarse en el cuarto para hacerlo y yo pensé que sus aposentos tendrían el mismo aspecto que el dormitorio del Conde Drácula.

Mis colegas saben de sobra que no me gusta para nada el terror, pero he estado con algunos de ellos en escalofriantes estrenos como los de los otros, el séptimo sentido, o el último escalón, y una vez llevé a una chica a ver lo que la verdad esconde pensando que en los sustos ella caería rendida en mis brazos buscando cobijo y lo que pasó fue que me pasé la tarde acojonado sin encontrar el momento de meter cuello.

Pero sinceramente la única peli de fantasmas que ha conseguido ponerme de verdad la piel de gallina, el vello de punta, fue al final de la escalera. ¡Carajo que miedo pasé¡ Si la llego a ver solo esa noche duermo en el sofá, máxime si mi cuarto hubiera estado en la planta de arriba. Cuando una peli me gusta tanto vuelvo a revisarla con el tiempo pero no sé cuando me atreveré de nuevo con ésta. La escena de la pelotita cayendo escaleras abajo es estremecedora, como el niño de el resplandor dando vueltas con el triciclo por los pasillos de aquel hotel.

2 comentarios:

  1. Buen texto Sr. Fabyo,
    como todas los episodios de Butaca.
    A mi también me encantó El final de la escalera,
    cuando quieras podemos volverla a ver juntos que así igual da menos susto.
    Un besito!

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  2. Me alegra Inma que te haya gustado y también que vuelvas a dejarte ver por este último reducto cibernético del buen hacer literario.

    Gracias por aclarar nuestras dudas sobre el sentido de tu última aportación al caca.

    Paz.

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