He de reconocer que no he visto más que tres películas de Michael Haneke. Si bien, pienso que son bastante representativas como para tener una opinión más o menos acertada de su cine. La primera que vi fue “La Cinta Blanca”, archigalardonada en el año 2009 con premios como la Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes o el premio FRIPESI 2009. Ya un año después, desde el pasado mes aproximadamente a esta parte, he visionado “Funny Games” y “La pianista”, a cual más desconcertante. Y es que la violencia y la ausencia de sentimiento de culpa son la piedra angular sobre la que gravitan las películas mencionadas. En “La Cinta Blanca”, ambientada en un pequeño pueblo de Brandeburgo en vísperas de la primera guerra mundial, nos encontramos con una serie de personajes asfixiados por una excesiva rigidez moral y una religiosidad extrema. En la aparente calma del pueblo subyace el germen del horror. La imposición de la pureza moral a los más pequeños crea unos seres deshumanizados y sin escrúpulos que vaticinan, tras la humillación sufrida por los alemanes finalizada la primera guerra mundial, el estado nacionalsocialista. Idéntico ambiente opresivo, salvando las distancias, sufre la protagonista de “La pianista”, interpretada magistralmente por la actriz Isabelle Huppert, galardonada como mejor actriz merecidamente en el Festival de Cannes, en el que también fue galardonado el actor protagonista de cuyo nombre no me quiero acordar, única muesca del film que raya la genialidad. Aquí, con el fantasma de Franz Schubert sobrevolando el largometraje, vemos el desmoronamiento mental de una pianista víctima de la tiranía de su madre y de su educación. Fruto de la aparición de un joven pianista, que queda perdidamente enamorado de su genio, surge una relación de amor-enfermizo que acaba dejándolo a uno buscando en los cajones de la mesita de noche la caja de Lexatin 3. Ninguna de las escenas tienen desperdicio, siéndome imposible compararla con ninguna otra película que antes hubiese visionado. Al igual que en “La Cinta Blanca”, la aparente pulcritud de la moralidad acaba por explotar, germinando la verdadera monstruosidad del ser humano con violencia. Y por último, “Funny Games”, donde una vez más los valores de la modernidad se desmoronan, esta vez representado por dos jóvenes aparentemente normales que siembran el horror en la casa de campo de una familia de bien. Aquí la violencia es más explícita. Lo demencial de la situación hace que el espectador sufra en propias carnes la angustia de la familia como si fuese uno más de los protagonistas, y esto se acentúa en los momentos en los que Michael Pitt (algunos lo recordarán encarnado en Kurt Cobain en la película del celebérrimo Gus Van Sant, Last Days) se dirige directamente al espectador en actitud irónica y chulesca. Si algo no tiene Haneke a mi entender son ganas de complacer al espectador. Los quiere tensos, alerta, constantemente haciéndose preguntas sin respuesta, descolocados y por momentos narcotizados, en definitiva, haciéndoles sufrir en sus carnes con toda crudeza la brutal violencia y el dolor del ser humano. Y eso es de agradecer, pues pocos hay que tengan el arrojo de hacer films arriesgados, de calidad y que además no sufran demasiado las consecuencias en taquilla. Sin lugar a duda, Haneke es uno de ellos.
Me ha alegrado que dedicques un artículo al gran Haneke, y que además hagas referencia a La Pianista para mí una película soberbia, cruda y en la que Isabelle Huppert -la prota- da un recital interpretativo. Caché (escondido) es otra obra maestra de este creador. Este tipo hace de la ausencia de valores morales un arte.
ResponderEliminarTe faltan las para mí dos mejores películas del austríaco: "Caché" y "Código desconocido".
ResponderEliminarSaludos.