Rubén C.M
Yo no sé si será cosa mía, pero no es la primera vez que me encuentro con un libro así. Y, ciertamente, no es que el libro tenga realmente culpa, ni su autor, sino más bien se trata, diría yo, de un fallo de coordinación. Y es que debería existir un mensaje bien clarito en la portada advirtiendo ante su posible incomprensión. Resulta que hay libros que no siendo explícitamente autobiografías de sus autores son, de forma clamufada, un esbozo, trazo, pincelada de sus vidas. Más bien, una mezcolanza de datos biográficos e impresiones sobre dichos datos. Así, uno, sin haber tenido entre sus manos anteriormente un manuscrito del susodicho, acaba cerrando el libro con sabor agridulce, no más que por la imcomprensión de lo que allí se nos refiere debido al desconocimiento, entre otras cosas, de su obra. Y algo crucial, si bien lo más importante a mi parecer; que no terminamos de congeniar con el autor, no simpatizamos con él, al resultarnos en ciertos momentos estúpido por la exaltación tan poco pudorosa de sus sentimientos. Este tipo de escritos, me imagino, son pequeñas licencias que se toman ciertos escritores para abrirse el corazón en canal ante todo el público en visperas de su ejecución. Un género confesional, diría, y no memorias, pues la intención del autor no es otra que redimirse, justificar o lamentar el pasado, construir, en definitiva, un pequeño monumento a la derrota personal, cosa bastante unánime entre los habituales del género. Así, estas Cartas desde la Rue Taiboit. Esas cartas enviadas al vacío a gentes a las que jamás dirigimos la palabra, a aquellos familiares que murieron sin saber nuestros más profundos sentimientos, y otras, a ciertos personajes célebres, a los que todos nos hubiese gustado decir un par de palabras no del todo agradables antes de su desaparición (Hitler, Mussolini). El alma de Saroyan, armenio, el de sus familiares, armenios, y del pueblo armenio reflejado en algunos destinatarios atraviesa transversalmente el relato epistolario. Bonita historia sino fuese porque los armenios me la traen al pairo. No así este Saroyan que, pese a no haberme conmovido del todo, me invita a leerlo con mayor profundidad quien sabe si con mejor fortuna. He ahí la Comedia Humana, La risa o Las aventuras de Wesley Jackson.
Por la frase que corona este nuestro blog diría que tiene que haber, por fuerza, algo más detrás de este tipo. Asi que si os topáis con él no dudéis en darle una oportunidad.
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