-Africano-
Puedo imaginar nítidamente la sensación que les debió atravesar las entrañas a aquellas gentes que tuvieron la mala fortuna de estar escuchando la radio cuando Orson Wells tuvo la magnífica idea de relatar en directo la invasión alienígena de la Guerra de los Mundos. Horror, Pánico, Angustia. Cualquier palabra vendría al dedillo para una ocasión así. Pero yo tengo una que podría encajar mejor a tal circunstancia: “Apocalepsia”. Dícese: Colapso, sentimiento abrumador de Apocalipsis inminente.
Tuve esa sensación por primera vez en mi vida en 2001, 11 de Septiembre. Después de ver aquello y, aproximadamente, a lo largo de los 4 o 5 días que le siguieron, tuve la absoluta seguridad de que el mundo se acababa. Así, sin más. Estuve aquellos días profundamente angustiado ante el horror que me producía el que jamás fuese a conocer el amor, el que jamás fuese a tener la oportunidad de tomar a una mujer (mi celebérrima operación de fimosis me lo impedía por aquellos tiempos) o la fatalidad atávica de no tener descendencia, sentimiento más feroz que el miedo a morir ahogado.
Diez años después, justo diez años y un día, de nuevo ese escalofrío estremecedor. Mientras estaba en mi habitación ojeando el diario Marca a través de Internet, feliz y despreocupado, la mongólica de mi novia, a pleno pulmón, ha pronunciado unas palabras que han atravesado mi inteligencia de parte a parte:
“Mierda, una explosión nuclear en Francia”.
Tras estas palabras se ha desarrollado en mi un proceso de transformación en el que he involucionado del homo-sapiens al neanderthal sin escalas, con una subida de la presión arterial y un semi-colapso del hemisferio cerebral izquierdo. Seguidamente, he saltado como un resorte de mi asiento, cual Garra Jaguar, en dirección al salón, con el pelo erizado y la cara como el Cristo de los Faroles. Allí estaba mi chica, con la boca abierta, frente a la pantalla. Decenas de imágenes de diferentes películas han atravesado el cine de verano de mi cráneo (2012, Armagedon, Independence Day, Deep Impact, Terminator II … además de las clásicas imágenes de archivo de Hiroshima y Nagasaki); Un verso de un tango de Gardel ha ido a mezclarse entre ellas: “…pero es que el siglo XX es un despliegue de maldad”; también los Aztecas y sus caras curtidas al Sol, Iker Jimenez frunciendo el ceño y yo mirándolo a él el día que me descojoné escuchando hablar del fin de los tiempos al director de la revista Año Cero. También he tenido tiempo para hacer un análisis a vuela pluma de la situación mundial, las nuevas alianzas que se producirían entre los países occidentales tras la crisis, la venganza, las contra-venganzas, el odio, la sangre, el miedo, el desmoronamiento del orden mundial, el fin de la civilización, el fin de mi trabajo como camarero de cattering en bodas los fines de semana, el hooorror atávico a no tener descendencia…
- ¡Dios! ¿¿cuántos muertos??
- Uno.
- ¿Cómo uno?
- Ha sido una explosión en una central, no una bomba, imbécil.
Y poco a poco, de neantherthal a homo-sapiens, y de sapiens, a subnormal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario