-Rubén C.M-
Mis primeras lecturas del florentino maldito se remiten a sus celebérrimos libros basados en su alter-ego Gog (Gog y El Libro Negro). Se podría decir de “Un hombre acabo” casi exactamente lo mismo que lo dicho del último libro reseñado, “Cartas desde la Rue Taibout” de William Saroyan. Aquel igual que este nos ofrece un glosario de confesiones, esbozo de biografía emocional mezclado con hechos concretos de su vida. Sin embargo aquí el viaje es al contrario. Va desde fuera, el mundo vivido, a dentro y de ahí al lector. Más íntimo que Saroyan, se dedica a viviseccionarse a lo largo de una serie de capítulos divididos por intensidades musicales: andante, apassionato, tempestoso, solemne, lentíssimo y allegretto. Desde su infancia hasta la treintena, describe la transformación del niño fantasioso y precoz al adulto hundido y realista. Es su título, al estilo Papini, una burla, una ironía hacia el que se acerca a su obra. Y es que Giovanni se encuentra lejos de tirar la toalla, es su vida emocional e intelectual una lucha por alcanzar las más altas cumbres, superar al hombre común, a través de su deslumbrante genio creativo. El niño embebido por diversas lecturas que en su más temprana juventud lo lleva a emprender empresas imposibles, como elaborar una basta enciclopedia desde la A a la Z o reescribir la historia Universal. Proyectos que van menguando ante la extremada dificultad de su consecución, emprendiendo otros que lo van conduciendo desde la astrología, la geología o la antropología hasta un estudio racionalista de la Biblia. De ahí pasa a empresas menos ambiciosas, como una historia universal de la literatura, luego a una historia de las literaturas neolatinas y, estudiando estas, a la literatura española. El ansia de grandeza de Papini, su “donjuanismo intelectual” como lo llama él mismo, lo lleva a una caída estrepitosa y demoledora de sus más preciados sueños. A lo largo de su juventud no decae su búsqueda, creando revistas, siendo un hombre respetado en la sociedad intelectual de la época, proyectando filosofías revolucionarias que lo llevan por los caminos interminables del conocimiento. La frustración ante la hostilidad del mundo que el creía poder dominar, es lo que refleja en estas páginas y, paradójicamente, también su resurrección, pues es cuando el hombre logra tomar consciencia de la inutilidad de su vida cuando puede vivir dignamente sin claudicar. Es esa la mueca que se esconde tras su título. Como el mismo dice: “Si yo soy un hombre verdaderamente acabado, al menos deberéis contestar que estoy acabado porque quise comenzar demasiadas cosas, y que ya no soy nada porque quise serlo todo”.
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