Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







jueves, 14 de octubre de 2010

Informe Harrison


-Fabyo Sorel-

Harrison es un detective que trabaja en la tercera avenida.
Nunca ha detenido a nadie.

Pero no porque no descubriera a los culpables.

Es que conforme eliminaba sospechosos de su lista

y ésta se iba reduciendo iba cogiendo un cariño enorme

a los nombres que quedaban por descartar

hasta que llegado el momento

y cuando todo estaba claro.

Ya no tenía ninguna duda y se había enamorado.

Indefectiblemente se enamoraba del delincuente.

Por ejemplo un día.

Llevaba varias semanas tras la pista de un atraco.

Sentía en su nariz que tenía la clave delante.

Había revisado la escena

y tras hablar con los testigos

consiguió una descripción

que le llevó a una dirección

que concluyó en esta situación.

Estando él hurgando en los cajones de la que todo indicaba debía ser la que guardaba el secreto,

en la creencia de que la investigada permanecería en sus ocupaciones toda la mañana,

cual fue su sorpresa al escuchar unos ruidos en la puerta que se abrió y por la que entraron la moza en cuestión y un tipo al que agarraba por la chaqueta, por la cobarta, por entonces Harrison ya estaba agazapado debajo de la cama.

Desde allí pudo ver cómo se abrió la puerta.

Ella llevaba unos tacones rojos.

él se quitaba los zapatos,

rápido los zapatos cayeron al suelo

y ellos sobre la cama

bajo la cual Harrison estuvo escuchando un traqueteo

junto a jadeos, guarradas moñadas y confidencias.

Cuando los muelles de la cama dejaron de sonar,

los gemidos y los alaridos pararon

Harrison contuvo la respiración

Entonces ella dijo:

- Te dije que todo saldría bien

Y el respondió:

- porque yo lo he hecho posible

-¿cómo qué tu lo has hecho posible? - preguntó enfadada ella

- Sabes que no habrías podido hacerlo sin mí

- De no haberlo hecho tú otro lo habría hecho

- pero tú querías que lo hiciera yo

- Digamos que te preferí a tí para esto, pero tenía más candidatos

- yo también tengo mis contactos

- ¿contactos? ¿qué contactos? tú sólo me tienes a mi

- ¿y tú a quién tienes? Ven aquí

la conversación cesó y durante un buen rato no se escucho nada más.

Se habían quedado dormidos.

Harrison podía escuchar la respiración del tipo como si le resoplara en el oído.

Aprovechó el momento para intentar salir reptando de ahí

pero justo en ese instante el pie desnudo de ella se posó en el suelo

y salió andando descalza de la habitación.

Harrison la oyó andar por el pasillo e ir hasta la nevera.

Trató de alcanzar la cartera del bolsillo de la chaqueta del tipo que dormía sobre él

que había quedado tirada cerca en el suelo pegada a la cama y descubrió que el hombre se llamaba William Thomas y que era de Seatle y que no follaba mal.

Dejó la cartera en la chaqueta.

Al punto entró ella, se puso los zapatos y salió.

La puerta se oyó cerrarse.

Will seguía dumiendo.

Harrison reptó por la habitación, salió del cuarto y fue hasta la nevera.

Pegó un trago a un cartón de zumo de piña.

Y salió de la casa.

Fue tras ella pero la había perdido de vista.

Sin embargo creyó que sabía hacia donde se dirigía.

Efectivamente en el número dos de Fighter Street

ella llamaba a la puerta cuando él doblaba la esquina.

La puerta se abrió y ella entró.

El saltó la valla del jardín por la parte trasera de la casa.

La puerta de la cocina que daba al patio estaba abierta

y Harrison se coló en la casa.

La conocía. Era la casa de Mr. Marshall.

Había tres personas allí y una de ellas iba a salir con los pies por delante.

Harrison tuvo que declarar por la muerte de Mr. Marshall de la que la señorita Lunas

le acusaba directamente.

Ante el juez, el detective Harrison tuvo que desvelar su informe para intentar evitar ir a la cárcel. Se le acusaba del asesinato a mano armada de Mr. Marshall. El móvil era un Nokia 3310. Un clásico en estos casos.

El fiscal le lanzaba preguntas como bolas de beisbol y Harrison bateaba.

- ¿Qué hacía usted en la casa de Mr. Marshall el día que éste fue asesinado?

- Investigaba un caso

- ¿Y de qué se trataba?

- El señor Marshall me contrató para que investigara a la señorita Lunas

- ¿y con qué fin?

- sospechaba que la señorita Lunas le era infiel, como efectivamente sucedía.

Se oyó un murmullo en la sala y acto seguido un golpe de martillo.

- ¡Silencio! - exclamó el juez - Prosiga Letrado.

- ¿A ver si lo he entendido? ¿Usted sostiene que fue allí a avisar al señor Marshall de que había descubierto una infidelidad de su pareja, y ésta al oírlo le mató? ¿no debería en ese caso haberle matado a usted?

- Si me hubiera matado a mí habría sido como aceptar aquella acusación ante su marido. Además yo no le servía muerto. También podría habernos matado a los dos pero en ese caso ella estaría sentada aquí ahora.

- Ha dicho usted en su declaración que entró en la casa para concluir con un caso que llevaba tiempo investigando. Que había logrado encajar las piezas del puzzle y que pretendía entregar su informe al señor Marshall. ¿puede usted mostrarnos ese informe?

- No. No puedo.

- ¿Y puede usted decirnos porqué no puede?

- Soy un investigador privado que trabaja para los clientes que lo contratan. Ustedes tienen sus investigadores. Mándelos a investigar. Yo trabajaba en este asunto para el Señor Marshall que ahora está muerto y ya no necesita saber nada más.

- Señoría, solicito ver ese informe y que sea presentado como prueba.

- Protesto señoría - dijo el abogado de Harrison - ese informe está protegido por el secreto profesional que ampara a mi representado. Mi representado se niega a que ese informe sea expuesto.

- El secreto profesional es un derecho y a la vez una obligación de determinados trabajadores y todos tenemos el deber de respetarlo. No obstante, dada la gravedad del caso y las circunstancias que se dan admito como prueba el informe Harrison en lo que pueda ser determinante para la solución del caso.

Harrison no tuvo más remedio que hablar.

Verá señoría, yo llevaba meses investigando a la señorita Lunas, con motivo de un asunto diferente. El señor Marshall sospechaba que alguien estaba metiendo la mano en las arcas de su empresa. Yo supe que era la señorita Lunas desde el momento en que él me dijo que ella era la única que tenía acceso junto a él a sus cuentas. Sin embargo no pude decirle esto entonces porque el señor Marshall la quería y tenía plena confianza en ella así que me puse a investigar en busca de pruebas que aclararan el asunto.

Todo me hacía pensar que la señorita Lunas era la persona que buscaba pero no lograba entender porque ella iba a robarle a él cuando él compartía todo lo que tenía con ella. Tenía a su disposición todas sus propiedades, así que no tenía sentido que le robara a no ser que tuviera pensado abandonarle.

Cuando el Señor Marshall me pidió que la siguiera, para ver a dónde iba, yo ya sabía a donde iba; iba a la casita que el señor Marshall tenía a las afueras de la ciudad a tirarse a William Thomas, gerente de la empresa Marshall y cía y cómplice de la señorita Lunas en su retorcida estratagema.

- ¿y se puede saber porqué no dijo nada de esto a la Policía?

- mire letrado, mi cliente había muerto el mismo día que los agentes me tomaron declaración y no quería echar sobre su memoria la acusación de ser víctima de un robo, infidelidades y de un asesinato el mismo día. Con el asesinato ya era suficiente.

- ¿Y por qué no habló más tarde? Esto podría costarle la cárcel.

- No era necesario. El caso estaba resuelto.

3 comentarios:

  1. me encanta tu relato detectivesco, me encanta este tema, admirable la manera de escribirlo, me encanta!!

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  2. gracias monika, llevo una semana asomándome al caca a ver si alguien hacía algún comentario pero esto está medio muerto y mi vanidad lo nota. me alegra que te haya gustado.

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