-Rubén C.M-
“Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos dan el Esperpento. Las imágenes más bellas, en un espejo cóncavo, son absurdas”.
Y así, Max Estrella (Alejandro Sawa), absurdo héroe de la obra, define aquella de las pocas palabras que a todos se nos quedó grabada en el colegio como a fuego, junto a Hipérbole: Es una exageración desmesurada; y su ejemplo: Érase un hombre a una nariz pegado. Puñetas a parte, lectura obligada esta de Luces de Bohemia, para aquel que este interesado en los momentos claves de nuestra literatura. Para el que no, pues también. Las últimas horas de un intelectual ciego y pobre en el Madrid decadente de principios de siglo que, junto al aborregado Don Latino, recorrerán sus calles pasando por cafés, tabernas… incluso la cárcel, lugares en los que se encontrarán con todo tipo de personajes delirantes. No se va a salvar nadie: desde el intelectual de tertulia, los jóvenes modernistas, ministros, policías hasta la clásica tabernera, el típico borrachín y demás balas perdidas de un mundo destruido y sin futuro. Una delicia la utilización de la jerga madrileña, el dominio del maestro a la hora de recrear ambiente y personajes de aquella fracción de la historia. Tengo que reconocer que intenté meterle mano a “Soneto de Primavera” y a las diez páginas lo tuve que cerrar a riesgo de sufrir una embolia cerebral. Pero es aquí donde me he encontrado con el escritor lúcido, capaz de reírse de sí mismo y del mundo, al haber captado en tan pocas páginas la tragicomedia que sufrimos, con un elegante sentido del humor. Y como el personaje y la complejidad de su escritura me supera, no más. Animar a leer a los clásicos y a dejar de comprar marmotretos de 1000 páginas para almas muertas. Ahí tenéis, y os sobra, a Don Ramón y a sus Luces.
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