Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







viernes, 31 de diciembre de 2010

los 00's

Un año se va y otro llega. En fin, no tiene mayor importancia, todos los años ocurre.
Sin embargo, no todos las nocheviejas ponen fin a una década.
Hace diez años que empezamos este nuevo siglo, y tendrán que pasar otros tantos para que seamos conscientes del momento que vivimos. Ya queda lejos aquello del efecto 2000 y el pánico informático. Aparte de esto, es posible que el miedo aun se vislumbre en nuestros ojos. Ustedes dirán, miedo yo? miedo de que? Lo cierto es que lo tenemos. Principalmente a la muerte, también a lo desconocido, a lo lejano, a lo distinto. Tenemos miedo a caer, miedo a que nos dejen, miedo a fracasar, miedo al ridículo. Tenemos miedo de los demás y de nosotros mismos. Y el que diga que no, tiene más miedo que ninguno. Sin embargo no venía a hablar del miedo. Ha sido un tema transversal que se me ha colado al tratar del nuevo milenio y los nuevos tiempos.

Yo quería hablar de las décadas.

Es ya clásica nuestra mitificación de los 90, entre otras cosas porque fue una época mítica, y sobre todo porque lo que vimos fue la hostia. Mi querido Kurt se pegó un tiro en la cabeza. Creo que fue un tonto pero lo cierto es que de no haberlo hecho no lo querría tanto. De hecho, de no haberse quitado de en medio ahora estaría haciendo el ridículo, con su look harapiento, intentando reinventarse a sí mismo y resucitar lo que como él, está muerto. El último disco de Nirvana estaría en boca de todos los críticos, que son todo el mundo, que diríamos, ¿has oído lo último de Nirvana? se han vendido, nada que ver con los primeros discos. La verdad es que después de grabar el mejor acústico de todos los tiempos uno puede hacer lo que le salga de los huevos. Incluso hacer que todas las quinceañeras del mundo lloren al unísono.
Hubo muchas cosas buenas. El garito, el rap, las series americanas, el chat, pero nada como los chandals de los noventa. No se ha visto nada igual en la moda desde Ives Saint Laurent. Ives se despidió por entonces diciendo que lo único que lamentaba era no haber inventado el vaquero pero lo que realmente le hubiera gustado era diseñar uno de esos chandals de plástico, de colores eléctricos, y haberle puesto un par de buenos parches en las rodillas después de un aterrizaje. Después de una quemadura de cigarro era inútil intentar recuperarlo. El chandal se volatilizaba en el acto quedando su propietario envuelto por el forro, una especie de pijama blanco de esos que usan los abuelos, y con el pitillo en la mano.
Pero miento si digo que el chandal fue la mayor revolución estilística. El chandal no es más que el heredero de una época. Los ochenta. No se lo que pasaría en el resto del mundo por entonces. Cayó el muro de Berlín y todo ese rollo. Pero nada comparable con la movida madrileña. Aun me pregunto de donde carajo salió tanto personaje tan aunténtico al mismo tiempo. No hay músico en España que no se lo deba todo a los ochenta. Gabinete, Radio Futura, Los Rodriguez, Loquillo, Mecano, Los Burning, Los Secretos, Nacha Pop, Tequila, Los héroes, Golpes Bajos, Presuntos, Cómplices... podría seguir años enteros porque la lista es interminable, todo nació o se coció en los ochenta, al menos musicalmente hablando aquí en la piel de toro.
En los 70 nació la música disco, en los 60 no sé que coño tenía el ácido que cualquiera que se tomara uno tocaba como Dios, los cincuenta y el rock & roll, la segunda gran guerra y el dolor del blues, los felices años veinte y el jazz de chicago.
Pero ¿cómo se llama la primera década de un siglo?. Los primeros diez años. Es imposible, inefable. No tiene nombre. Y lo que no tiene nombre no se puede conocer. ¿Cómo le presentas a alguien a un tipo que no tiene nombre? Oye, tú, te presento a este tipo. Tú, este tipo, este tipo tú. No se puede. Por eso la única manera de saber de que va es haberlo vivido.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

2 breves entrañables



QUIEN HA DICHO QUE LO BELLO (no es posible)

“Tu corazón ya terciopelo ajado…”
Miguel,
y el mío
ya otra cosa
no quiere ser.




AMANECER EN EL MUNDO

A Clara

Ver cómo te levantas
a mi lado cada mañana
es como ver levantarse
al mundo.
La cara hecha un cromo
y todo alborotado
pero conservando
el milagro
de la creación.


-Rubén C.M-

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Su número favorito




-Tejada. F-

Microrelato enviado a un "Concurso de relatos sobre baloncesto" y que fue injustamente no premiado. Como seguro que se lo llevó algún chupapollas amigo de un amigo, aquí en el Caca no vamos a ser menos, y aquí dejo constancia de una señora felación como mandan los cánones cacagénicos.

Mi esposa me ha dejado. El armario desolado y una fría nota encima de la mesa lo confirman. Estaba cantado. De camino al trabajo no dejo de darle vueltas, se agolpan recuerdos, la madrugada en aquel camping con la final Olímpica de Los Ángeles, o el apoyo que me daba en momentos en los que el talento no llegaba para cumplir mi sueño de jugar al basket. La jornada laboral se hace extraña cuando la mente vuela a otros sitios, navegando en nostalgia. Veo a mis compañeros contrariados, creo que notan que estoy distraído, es más, cada pocos minutos se acercan y me hablan nerviosos, gritan, todos gritan, no les hago caso. No quiero nuevas preocupaciones, pienso que puedo recuperarla, la volveré a llevar al Madison…

Definitivamente no es mi día, me lanzan cosas, me escoltan. Al menos al 7 le he señalado cuatro faltas seguidas, era su número favorito.

ENTRE TONTOS




-Toni Tower Baobab-

Veo las noticias de hoy y me sorprendo, Marta Dominguez, nuestra Marta, la tipa que acarició la gloria en los Juegos Olímpicos, para despues lograrla en un Mundial, está acusada no sólo de dopaje sino también de suministrar este tipo de sustancias a otros deportistas. Siento un terrible malestar, ella siempre ha sido un ejemplo para mí, para muchos jóvenes, no ya como deportista, sino también como persona por su simpatía y afán de superación.

Sigo, me pasó pues al Marca, ese pequeño pedazo de mierda al cual llaman periódico. Leo un artículo de un tal Miguel Serrano, titula el artículo 'Vicent del Bosc', ¿de qué Masía viniste?, vomitivo, de principio a fin. en lugar de ensalzar las cualidades de Vicente, que son muchas, se dedica a dar cera a Guardiola. Hay gente que cada día necesita más un poquito de Guerra Civil y nadita de tolerancia.

Guardiola siempre me ha parecido un chupapollas, el típico marica capaz de sentarse en primera fila en clase para después negarte los apuntes, con su perfecta letra de recaudador de impuestos, pero como entrenador no es malo. Además ahora lanza consignas políticas en las ruedas de prensa. Porque como todos los hijoputas el no es Ateo, sino Autoteo, o lo que es lo mismo, se cree Dios. Pero como entrenador no es malo.

De las últimas cuatro personas que he tenido conciencia hoy, relaciono:
-Una es una deportista que presuntamente trafica.
-Otro es un periodista tendencioso y chabacano.
-Otro es Vicente del Bosque.
-Guardiola el entrenador-modelo-político.

Pues eso, que recomiendan la lectura, pero yo me voy más cabreado que hace un rato a la cama, porque en España, mucha gente no hace bien su trabajo.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño


Los últimos días de otoño apenas quedan hojas en las copas de los árboles y estas lluvias han limpiado un poco la atmósfera siempre sucia de las ciudades. Los campos están radiantes y plenos de valor y determinación para afrontar el invierno. Yo también.

Es tiempo de buenos propósitos, de hacer proyectos; de anidar pájaros en la cabeza y edificar castillos en el aire, que como alguien dijo alguna vez, es donde han de estar los castillos, suspendidos en el aire como levitando, para poder poner los cimientos debajo.

Esto me recuerda que de niño yo quería ser arquitecto. Bueno, en realidad creo que era mi madre la que quería que lo fuera, pero a mi me parecía buena idea, porque había hecho algunos dibujos de estampas de futbolistas y de Goku y los demás personajes de bola de dragón, y prometían.

Luego mis profesores de ciencias en el instituto acabaron con todo el posible interés que yo pudiera tener por la física y la química, la tecnología y las matemáticas, dando así al traste con la labor que D. Antonio había llevado a cabo en el colegio, sacándole el máximo partido a nuestro cerebro a base de infinitos ejercicios y problemas numéricos.

Mi afición por la pintura no se desvaneció; algunos grafitis adolescentes aun dan buena cuenta de ello. En cambio sí desapareció la facilidad con la que la practicaba de niño, y aun la estoy buscando.
Encaucé aquel interés aplicándome en Historia del Arte, pero gran parte de mi atención ya estaba dirigida hacia otra disciplina artística.

Por entonces ya habían caído en mis manos algunos ejemplares que cambiarían por completo el curso de los acontecimientos, y de cuyo impacto, años después, aun no me he recuperado.
Fue el caso de Dorian Gray, que me presentó misteriosamente una amiga una tarde en forma de edición antigua.
Aun no estoy en condiciones de describir la impresión que causó en mí ese libro; como tampoco puedo cuantificar el alcance de Rojo y Negro o el Paraíso Perdido sobre mi conciencia.

Como digo, aquellos libros aun siguen actuando sobre mí, y si algún día llega a agotarse esa poderosa influencia, sólo comparable a la causada por las primeras escuchas de los discos de los Héroes del Silencio y los pioneros del hip-hop que sonaban en el rimadero, si cesara algún día esa atracción, entonces podría entrar a valorar sus consecuencias, pero por ahora, como digo, sigo bajo sus efectos.

Estos han sido los maestros que me han instruido en mi particular carrera de arquitecto, constructor de castillos que no trabaja la piedra sino los sueños.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño

Las hojas de los árboles habían empezado a caer.
El otoño había llegado a la ciudad sin hacer ruido.
Las terrazas de los bares estaban vacías y en la calle no había nadie.

La casa estaba en silencio.
La noche había caído y con ella una fina lluvia y el frío que bajaba de la montaña.
Era tiempo de estar en familia alrededor de un fuego y contar historias de miedo.
Pero la familia estaba lejos; lo más parecido a un fuego que tenía era aquel brasero
y la televisión contaba las historias de miedo.
De pronto se escuchó un ruido en el pasillo. La puerta de la calle se cerró.
Unos pasos se arrastraron hasta el salón y se encendió la luz.

- ¿qué haces?
- Viendo la tele
- ¿qué ves?
- Informe Semanal
- ¿no hay otro programa más viejo?
- De hecho, no.

Se echó en el sofá, recostada hacia atrás, y cerró los ojos.
Entonces él dejó de mirar la tele para mirarla a ella.
Tenía los ojos preciosos incluso cerrados. Sus pestañas eran grandes y negras igual que sus cejas.
Tenia el rostro más hermosos que jamás había mirado y contemplándola concibió un no menos hermoso pensamiento: era un afortunado.
Era la muchacha más linda del mundo y ahora mismo podría estar en cualquier otra parte del planeta, pero ella estaba ahí, echada en el sofá con los ojos cerrados mientras él la miraba.

Agarró el mando a distancia y le bajó un poco de voz a la tele.
Trataba de imaginar lo que ella estaría pensando.
Ha sido un día duro para ella, pensó, todo el día en clase.
En cambio yo no he hecho nada en todo el día. Ni si quiera la cama.
Pensó que tal vez eso era lo que ella pensaba. Que había estado todo el día fuera de casa y al llegar se la había encontrado hecha un asco.
Mañana limpiaré toda la casa, se dijo.
Y siguió mirándola, completamente absorto.

En sus rasgos, en sus pequeñas orejitas, en sus sonrosados pómulos, en la comisura de sus labios, en su pelo...
y en ese instante fue consciente de que era el hombre más feliz del universo
y tendría que estar por ello agradecido.

sábado, 18 de diciembre de 2010

La luz de la mesita


Cuando daban las once, se metía en su cuarto y cerraba la puerta tras de sí.
Echaba hacia atrás la colcha y apoyaba la almohada en el cabecero.
Se sentaba en la cama y se descalzaba y después se recostaba sobre la almohada.
Apagaba la luz de arriba y encendía la luz de la mesita.

Ese instante de oscuridad que no duraba más de un segundo, a lo sumo dos si no encontraba a la primera el interruptor, se le hacía a menudo el momento más insoportáblemente largo del día. No tenía miedo a la oscuridad.
Cuando el cansancio en los ojos no le permitía seguir leyendo y dejaba el libro sobre la mesita, apagaba la pequeña lámpara que había sobre ella y se sumergía en la cama en la que reflexionaba un rato hasta que el sueño le vencía.

Al abrir los ojos por la mañana, lo primero que éstos veían era el lomo del libro que estaba leyendo sobre la mesita.
Salía de la cama, se dirigía al aseo, meaba, se echaba agua en la cara. Iba a la cocina. Se empinaba el cartón de leche. Volvía al cuarto, se vestía, y cuando se acercaba a la mesita a coger unos calcetines limpios veía de nuevo el libro.
Se iba al trabajo pensando que preferiría quedarse en la cama descubriendo como continuaba aquella historia.

La historia transcurría en la Edad Media, y desde que había empezado a leerla no dejaba de imaginar cómo serían las cosas allá donde él vivía en aquella época.
Imaginaba el mercado de la ciudad y pensaba que salvo las indumentarias de la gente y algunos productos de los que allí se ofrecían, las cosas no debían ser muy distintas.
Suponía que las monedas de entonces serían más grandes y más pesadas y entendía que debían estar en manos de unos pocos.
Eso es igual que ahora, pero creía que ahora los pobres debían de ser menos pobres aunque puede que los ricos fueran más ricos.
En general, pensó, con el tiempo todos hemos salido ganando.

De vuelta a casa pasó por delante de una iglesia que debió haber sido construida por entonces y divagó sobre la idea de que en sus líneas se podían entrever los sencillos rasgos del carácter de una época.

La Iglesia no ha cambiado mucho, pensó en principio, pero lo cierto es que pensándolo bien llegó a la conclusión de que había cambiado bastante, y para bien, según él.
Antes tenía mucho más poder e influencia, parece ser, si tenía que creer lo que decía aquel libro y lo poco que sabía de historia.
Antes era menos indulgente y más pretenciosa. Más ambiciosa si cabe. Ahora es más humilde e incluso se disculpa.
Antes el poder religioso como el monárquico estaban mezclados con los tres poderes que delimitó Montesquieu, incluso unidos, y a día de hoy había ciertos límites y cierto control, aunque no por ello se producían menos agravios, pero también es cierto que la población mundial se ha multiplicado y con ella los negocios, y con ellos los conflictos, las oportunidades y las injusticias.

Efectivamente, el mundo era más justo y más injusto, más grande y más pequeño, con lo cual era todo igual y todo distinto. Todo pasa porque hay un tiempo para cada cosa.
Y el tiempo que más le gustaba era aquel que empezaba cuando en la oscuridad repentina de su cuarto, encontraba el interruptor de la lámpara descendiendo con sus dedos por el cable que colgaba de la mesita hasta pulsar el botón.

Entonces abría las páginas de su libro y viajaba en la historia.
Hace tiempo que inventamos la máquina del tiempo, pensó. El año pasado estuve en el futuro de la mano de Aldous como Dante recorrió los infiernos guiado por Virgilio, y hoy viajo cientos de años atrás y descubro cómo vivieron los abuelos, de los abuelos de los abuelos de mis abuelos.

En cierto modo a día de hoy aun vivimos como en la Edad Media. Tenemos bombillas, enchufes y toda esa mierda. Tenemos ordenadores teléfonos móviles y automóviles, pero al igual que en la Edad Media, seguimos sin tener ni puta idea.

Mis abuelos fueron campesinos, pastores, amas de casa, como mis padres, como en la edad media. No había oficios más antiguos en el mundo. Bueno, sí, uno, y de esas también hay muchas hoy día. En contra de lo que la mayoría de la gente cree, pensaba que posiblemente en la edad media se viviera mejor que ahora. En realidad se hacían las mismas cosas, pero sin tanta prisa. Vale que no tenían calefacción ni nada de eso pero asaban la carne en la lumbre.

Cuando estaba llegando al final del libro y estaba ya harto de comparar la vida actual y la medieval, se dijo a sí mismo que de vivir en la Edad Media lo más seguro es que su momento preferido sería al acabar el día, a la luz de la mesita.

jueves, 16 de diciembre de 2010

CONSUELO DE OFICIO


Para Tejada F.

Mejor no intentarlo.
Escribir sobre el amor.
Aparentar decir algo serio
sobre lo inasible. Todo o nada
de lo que diga
está lejos
de parecerse a lo que tu ya sabes.

Coger a Antonio Vega
y clavarlo en el tocadiscos
es lo más que puedo hacer,
por ahora,
esta noche.

En estos temas ya se sabe.
Mejor dejarlo en manos
de un profesional.


Rubén C.M

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño


Llegó el otoño y cayeron las hojas de los árboles.
Las calles estaban llenas de ellas; amarillas y húmedas se amontonaban en las plazas y en los parques, y al doblar esquinas de la ciudad se percibía olor a castañas asadas.

Fernando pasea por Granada como perdido.
Vagabundea sin rumbo. No sabe lo que busca.
Bueno, sí lo sabe, pero no quiere reconocerlo,
y además, sabe que no va a encontrarlo.
Sabe que no va a volver.

Hace unos años, Fernando paseaba con ella de la mano por esta ciudad.
Y no puede evitar recordarla sonriente con su bufanda roja y la nariz colorada en estas fechas.
Recuerda la tarde que salieron de compras y como le desesperaba verla cogiendo modelitos, llevándoselos hacia el probador.
Al rato salía con uno puesto y preguntaba dando media vuelta;
- ¿cómo me queda?
- te queda estupendo
- para ti todo queda estupendo.

Y era cierto. Se pusiera lo que se pusiera le quedaba estupendo. Lo que pasa es que Fernando lo decía con cara de tengo ganas de irme a casa, y eso restaba credibilidad.
Lo que daría ahora por estar esperando en alguna de estas tiendas a que saliera con algún nuevo modelito puesto. Pero probablemente otro le quita el vestido ahora.

Al principio de la calle mesones, o al final, según se vaya, hay un patio con un enorme toro en la puerta. Al pasar por allí se le viene a la cabeza aquel día tomando cerveza y como pasó la mano por la sedosa superficie de su rostro, para retirar de su mejilla la manchita de tomate que se le había quedado tras pegar el último bocado.

Aquellos brillantes ojos no dejaban de mirarle, y sin embargo no podía verlos.
Podía ver sus labios morados después de unas copas de vino, pero no podía besarlos.
Si lo pensaba mucho, aun podía oler su pelo ondulado.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño


Las horas pasaban lentas. El aire estaba viciado y era casi irrespirable. Las ventanas estaban cerradas y las cortinas echadas. Había restos de comida sobre la mesa. Botellas vacías. Y un cenicero repleto de colillas. Pensó que tenía que salir de allí. No podía seguir en aquella habitación, en aquella casa, en aquella atmósfera.

Bajó las escaleras y antes de abrir la puerta dudó un instante. No lo pensó demasiado y se echó a la calle. Se encontraba perdido. No sabía a donde dirigirse; así que empezó por andar sin un rumbo fijo. Caminó por la ciudad. Deambuló por sus aceras, errante, cruzando avenidas y plazoletas.

Cansado de caminar sin destino aparente, decidió seguir las señales. Se paró en medio de una calle, cerró los ojos y lo primero que vio al abrirlos fue una señal de tráfico redonda con fondo azul y una gran flecha blanca que apuntaba hacia delante.
Siguió recto.

Al llegar al cruce siguiente no sabía si seguir o detenerse; si cambiar de dirección o seguir adelante. Estaba parado frente a un paso de cebra y justo cuando se disponía a cruzarlo, un autobús le pasó por delante de sus narices. Tan abstraído en cual debía ser el siguiente paso, el siguiente paso casi le lleva de cabeza al hospital. Miró al autobús mientras imaginaba los improperios que le soltaría al conductor si lo tuviera delante.

Entonces vio la nueva señal. La parte trasera del urbano estaba decorada con una imagen de la Alhambra para animar a los turistas a visitarla. Subiría a la Alhambra, pero lo haría a pie.
No contribuiría con su dinero al sostenimiento de un servicio público que había estado a punto de costarle la vida.

Mientras subía la cuesta que lleva al castillo rojo, pensó que tendría que dejar de fumar, pero al ver al poco un rellano y un banco en mitad del camino, se paró a hacer un descanso y se encendió un cigarro. Cuando retomó el ascenso volvió a pensar que tenía que dejar de fumar.

Por fin llegó a las puertas del palacio y entró por ellas a un mundo nuevo y exótico que le hizo olvidar por un momento su angustia.
Paseó por sus jardines respirando profundamente casi con ansia aquel perfumado ambiente.
Se detenía ante cada columna, ante cada puerta y las contemplaba absorto dejando que su imaginación se perdiera por los recobecos de los arabescos.

Se acordaba de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving, y creía ver princesas encerradas en cada torre y fantaseaba con la vida de palacio allá por mil cuatrocientos.

De haber tenido un caballo y haberlo sabido montar tal vez una de esas princesas habría escapado cabalgando con él, abrazándole por detrás, con las manos sobre su pecho y la cabeza apoyada en su espalda, mientras descendían la ladera que lleva hasta el río y burlaban la guardia real.

Desde lo alto de una de las torres trazaba el recorrido que habrían seguido hasta el barrio del albaizín, en el que se perderían para siempre por sus intrincadas callejuelas.

Indígenas


Los indígenas, los originarios del lugar, los que estaban primero, los que aún continúan viviendo de acuerdo a sus tradiciones y costumbres, los que en un mundo globalizado, y cada vez más homogéneo intentan seguir actuando acorde con su cultura ancestral.

En el año 2007 Naciones Unidas aprobaba la Declaración sobre sus derechos queriendo dar protección a casi 350 millones de ellos repartidos en varios países del mundo. Cuarenta y seis artículos en los que se establecen derechos muy dignos, alegando yo aquí a la más humana concepción del vocablo. Derecho a la autodeterminación, a la no asimilación forzada de culturas ajenas, a la tierra y los recursos que históricamente les pertenecieron, a la indemnización justa de los daños, a la protección, a la salud... a falta de espacio para resumirlos todos concentraré lo que yo considero la esencia de la declaración: derecho a vivir tranquilo, en paz, donde siempre, como siempre; derecho a la justicia, a la igualdad, al bienestar y mi favorito, a la pertenencia a una sociedad democrática.

¡Qué belleza la del lenguaje que todo lo puede!

¿Cómo lograr la autodeterminación, autogobierno o autonomía de un pueblo nómada, por ejemplo el de los pigmeos, que lleva miles de años viviendo libremente por la selva centroafricana? Ellos no tienen conciencia del valor capital de las cosas, ni del modo sedentario en el que el mundo concibe algo tan sencillo como el hecho de ahorrar, de plantar tomates o de construirse una casa para toda la vida. Allí no existe la igualdad, ni la justicia, ni la tolerancia. En la región de Kivu, en el Congo, donde los bantúes son mayoría, más instruidos en la vida moderna que los pigmeos, pero sobre todo, mucho más grandes y fuertes físicamente, la mujer bantú no se casa con un pigmeo porque en Kivu el pigmeo representa la más baja escala social y para él la justicia es distinta, ya que aquel que le juzgará lleva la sangre de los que ganan en número.

No me malinterpreten, alabo la Declaración, tan correcta, de los derechos que los indígenas debieran de tener. Sin embargo, tacho de hipócrita la equitativa justicia con la que se debieran arreglar las controversias que concerniesen a los indígenas, porque las minorías en la palabra “democracia” pierden la batalla por pura semiótica. El poder y las leyes fruto de la visión de la mayoría regulan el orden mundial. Es difícil creer que un mundo como el nuestro, en el que ganan a diario los poderosos pisando, en ocasiones, cuantas Declaraciones encuentran a su paso y les estorben; que sea este mismo sistema, este mismo mundo de naciones que se unen, las que protejan los derechos de los indígenas por encima incluso de los recursos y los territorios, los mismos recursos y territorios que incitan y justifican las guerras.

- Inmaculada Ruiz Ruiz -

sábado, 11 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño

La primera vez que la vi
ella paseaba distraída su mirada por la habitación,
privándome del majestuoso espectáculo de sus ojos.
Cuando me miró no pude parpadear,
me había quedado atrapado para siempre
en aquellos profundos abismos,
deslumbrado eternamente por el brillo de ese horizonte.
Era una tarde de otoño y el sol caía como las hojas,
y ella cantaba una canción en nuestro estudio unos años después.
Echar la vista atrás era como intentar recopilar en un sólo disco todos los éxitos de los Beatles.
Es imposible a no ser que grabes un mp3.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Yo Soy Español


Como se decía en Amanece que no es poco “las cosas de misa me se olvidan, pero la Historia de España… la Historia de España la tengo muy presente”. Bueno pues yo también la tengo presente, y por eso mismo cuando me sumerjo en sus protagonistas, en sus grandes momentos y en las decisiones cruciales me entran sudores fríos. En mi Diccionario actualizado busqué la definición de Ansiedad y esto es lo que pone: estado de alteración provocado por el análisis detallado de la Historia de España. Sorprendido por el curioso descubrimiento intenté seguir con la investigación. Me tope en la D del trasnochado diccionario en papel –enemigo declarado de Wikipedia-, con la fantástica “Desastre”, era inevitable ya que casi 50 páginas estaban dedicadas a esta gran palabra, básica en el desarrollo de nuestra larga historia. En un subapartado de estas acojonantes 8 letras rezaba: “Morfología del Desastre: de los Reyes Católicos a Pizarro, pasando por Fernando VII y otras calamidades”. Debo reconocer que este Diccionario me tenía ganado, así que llamé a la editorial y les pregunté si tenían más obras. La respuesta afirmativa me llenó de placer, y en pocos días hacía cola en Correos con mi papel de recogida de certificado en la boca. Al llegar a casa destrocé el paquete y ahí estaban los grandes hits de un país viejo y rico: “Como salir perdiendo en cada Tratado y encima creernos los mas listos”, “Como malvender Florida en dos pasos”, “Como echar al invasor gabacho con cuatro piedras… a mí no me enseña a leer ni Dios, bueno solo si Él me lo pide…”, “Golpe de Estado: del caballo y el sable al bigote y el tricornio”. Hice un parón mientras seguía ojeando este fantástico envío, mi amada patria y sus cosillas. De repente ante mí mas ejemplares: “De un Imperio en el que no se ponía el Sol a tomar el peñasco Perejil con viento duro de levante”. Mi excitación era ya absoluta, literatura de primer nivel, la estantería del retrete es el lugar adecuado. Entre libro y libro un folleto de suscripción a una revista “Suspiros de España: de Quevedo y Góngora a Ramoncín y Juan Manuel de Prada” rápidamente ponía mis datos para hacerme socio de este selecto club. La alegría se convirtió en euforia mal contenida cuando de regalo daban souvenirs, con la primera entrega: un crucifijo, una postal del Escorial, una boina de Requeté y un cursillo gratis para chiflar como un buen Maqui.

- F. J. Tejada -

Justo antes de la posguerra

Cuando el enfermo se levantó de la cama
y pudo andar
yo ya era un niño
y mi país un anciano.

Puede que mi país fuera el niño
y yo el enfermo.
Puede que yo fuera el anciano
y todo esto nada más que demencia senil.

Como digo, cuando desperté del sueño y la ilusión
era ya tarde;
todo estaba muerto,
como el anciano, como el niño, como el enfermo.

Cuando todo se hubo arreglado
nadie se creía el cuento de la guerra.
Aquello de que había que conformarse con las migajas
y que todos los días comían lo mismo que era nada.

Cuando el tiempo pasó,
aquellas historias quedaban tan lejos
que todos estábamos ya
dispuestos a repetirlas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

INéDITO TOWER




-Toni Tower Baobab-

A estas horas
sólo puedo tener miedo;
a quedarme solo
a perder mi empleo
a que no me quiera
a que se muera mi madre
a estar gordo

A estas horas
sólo puedo tener miedo;
Nos han ganado
La victoria es vuestra
Entregamos las armas
Deponemos nuestros sueños
Aceptamos ser vasallos
Ya teníais casi todo el dinero

A estas horas
Tenéis;
Nuestro dinero
Nuestro futuro
Nuestras ilusiones
Nuestra fuerza
Nuestra voluntad
Pero lo que más me duele:
Es que hayáis conseguido que piense
que lo único y más importante en la vida es el dinero.

A estas horas se estudia un impuesto sobre las lágrimas
y un canon sobre la tristeza.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Usa y sus cosas: Letal



-Tejada F.-

Como de costumbre el reo es atado a la camilla, una fría y meticulosa rutina silenciosa y escalofriante acompaña la labor de los auxiliares, un trabajo como otro cualquiera dicen algunos. Los familiares de la víctima se instalan en una pequeña grada en la habitación contigua, desde donde ven el espectáculo a través de un cristal.

Habitualmente en pocos minutos el proceso está finalizado, los condenados pierden el conocimiento en un instante y son oficialmente declarados muertos a los pocos minutos.

La santísima trinidad química se encarga.

La primera sustancia es el Tiopental Sódico, un anestésico, en pocos segundos un sueño profundo. La segunda Bromuro Pancuronio, bloqueador neuromuscular, los pulmones y el diafragma paralizados, no hay respiración, finalmente, la tercera en acción, Cloruro de Potasio, detiene el corazón en el acto.

En 2006, el puertorriqueño Ángel Nieves fue ejecutado mediante inyección letal por matar a tiros al encargado de un club nocturno en Florida, agonizó durante 35 minutos, al parecer su cuerpo no metabolizó la dosis del cóctel, testigos del suceso cuentan que su pechó se hinchó y sus ojos se movían de un lado a otro descontrolados, en blanco, una lucha salvaje contra su propio cuerpo, sufrimiento extremo.